Letras: Un mensaje sin secretos

El más llamativo es el que pone énfasis en el mismo canal por el que se transmite

El sentido común indica que una comunicación _cualquier comunicación_ implica tres elementos: alguien que comunica algo, el mensaje y el destinatario, y allí parece agotarse todo el análisis de un acto comunicativo.
Pero los expertos en el lenguaje, ya sean académicos o creadores, cultores de los géneros documental o de ficción, son curiosos y pretenden ver más allá de las apariencias.
Uno de los análisis más interesantes del acto comunicativo se debe al lingüista ruso-estadounidense Roman Jakobson, que acepta los tres elementos tradicionales (emisor, mensaje y receptor) pero le agrega otros tres. Y dice que para comprenderlo debemos determinar en cuál de los seis pone énfasis.
Veamos los tres elementos tradicionales. El acto comunicativo pone énfasis en el emisor (la llama función expresiva) en mensajes como “A mí me encanta Puerto Rico”. Y en el receptor (función apelativa) en los mensajes publicitarios como “Usted se merece unas buenas vacaciones”.
El mensaje que pone énfasis en el mismo mensaje (función poética) es característico de la poesía: cuando el poeta chileno Vicente Huidobro dice en “Altazor” “Tengo nácar en la seda cristal nube” no está emitiendo un mensaje informativo sino expresivo, en el que entran a tallar la sonoridad y la imagen: las palabras se espesan y llaman la atención sobre sí.
¿Y cuáles son los otros tres elementos que añade Jakobson? Uno es el marco, el entorno, en que se desenvuelve el acto comunicativo: el periodismo hace hincapié en ese referente (función referencial) cuando informa una noticia. En segundo lugar se alude al código del mensaje (función metalingüística) cuando se trata de aclarar la comunicación: “¿Dijiste ‘rosa’, ‘fosa’ o ‘moza’?”.
Finalmente, el mensaje más llamativo es el que pone énfasis en el mismo canal por el que se transmite el mensaje (función fática): es la función que entra a tallar cuando un interlocutor busca seguridad de que se mantiene abierta una comunicación telefónica: “Hola… hola… ¿estás allí?” o como cuando llamamos por teléfono a una empresa y nos responden con una grabación musical cuya única función es asegurar al cliente que la comunicación sigue abierta.
NOTA: En nuestra columna anterior, ‘¿Academias a mí?’, por un error tipográfico apareció 1703 como el año de fundación de la Real Academia Española (RAE), cuando en realidad fue en 1713. Lamentamos el error.

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