Huyen de Nicaragua tras el asesinato del hermano, pero la familia es separada en la frontera sur
Pidieron asilo político buscando refugio para sus vidas, pero se sienten castigados con la detención y separación familiar
Araceli del Socorro Pérez y su familia nunca tuvieron el sueño de venir a Estados Unidos hasta que en abril, su hermano menor fue ultimado a balazos durante una protesta contra el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua.
Las amenazas que vinieron después contra la familia cuando empezaron a reclamar justicia por el asesinato de Orlando Pérez Corrales, los forzó a dejar Nicaragua y llegar a este país en busca de asilo político. Aunque nunca imaginaron que las autoridades migratorias los iban a separar y a dejar detenida a una parte de la familia.
Araceli, junto con su madre, Domitila del Socorro Corrales, su esposo Norman Pavel Rodríguez Alvarenga, y la hija de ambos, Ariela René Pérez, de 8 años salieron el 12 de julio de Nicaragua.
“Paramos primero en Honduras para solicitar visas de turistas al gobierno de Estados Unidos, pero nos dijeron que no calificábamos”, precisa.
Tras la negativa, decidieron viajar hasta Laredo,Texas, una ciudad en la frontera sur entre México y Estados Unidos, y solicitaron asilo político el martes 21 de Agosto.
Separación en la frontera
“Inmediatamente nos detuvieron. Nos dijeron que teníamos que esperar a hablar con un juez para una entrevista y determinar si teníamos un caso creíble de asilo”, cuenta Araceli.
El miércoles 22 de agosto, la mujer de 32 años y su hija liberadas al concederles un permiso humanitario. Pero su madre de 52 años y el esposo de Araceli quedaron detenidos.
Su madre se encuentra en el Centro de Procesamiento de ICE en Laredo, Texas, y su esposo en el Centro de Procesamiento Río Grande.
“Mi madre llora y ya no aguanta el encierro. Se le hace muy difícil porque sufre problemas de presión. Entendemos que la solicitud de asilo es un proceso, pero parece que nos están castigando por venir aquí en busca de refugio huyendo de la muerte. Es muy frustrante”, dice Araceli.
La tragedia se abatió sobre esta familia el 20 de abril cuando decidieron salir a protestar en contra de las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social porque les iban a quitar un porcentaje más para el servicio médico, aún cuando la atención es mala.
“Todos participamos en la protesta frente a la alcaldía, pero la gente del gobierno comenzó a reprimir con bombas lacrimógenas. Luego vinieron los balazos. Orlando, mi hermano, cayó alcanzado por las balas y murió al instante”, recuerda.
Marcha fatídica
Las protestas fueron en Estelí, la tercera ciudad más grande de Nicaragua.
Orlando tenía 23 años de edad y era estudiante universitario de la carrera de ingeniería en energía renovable. “Este año se graduaba. Él era un muchacho que no participaba en marchas ni protestas. No se metía en nada. Su vida era estudiar y ver la lucha libre, pero se indignó mucho cuando vio que golpearon ancianos durante una protesta, y en su universidad comenzarona organizarse. Él decidió participar en la marcha donde perdió la vida”, narra Araceli.
La familia comenzó a exigir justicia por su muerte. Pero no hubo respuesta a sus demandas. Por el contrario, dice la hermana que comenzaron a recibir amenazas por teléfono y a ser perseguidos por vehículos.
“Nos querían callar, que ya no exigiéramos justicia. Nos decían que nos iban a quemar la casa, con nosotros adentro. A mi esposo y a mí, nuestros patrones nos corrieron del trabajo porque no querían problemas con los Orteguistas. Mi esposo trabajaba como transportista, yo era vendedora de una empresa de pinturas”, dice.
Platica que hay mucha gente que no sale a las marchas por miedo. “El gobierno de Ortega no quiere que nadie diga nada, y proyectar una imagen de que en Nicaragua no pasa nada”, cuenta.
La gota que derramó el vaso fue una advertencia que le pasó un periodista a Domitila, la madre de Araceli. “Le dijo que había una orden de captura para ella y el resto de la familia. Fue cuando decidimos dejarlo todo. Ya no aguantábamos vivir encerrados y perseguidos con miedo por nuestras vidas. Dejar familia y nuestra forma de vivir fue muy duro”, observa.
Antes del asesinato de su hermano, dicen que vivían bien. “Vivíamos de una manera muy egoísta, como muchos nicaragüenses. Mientras no te tocara el hecho, no pasaba nada”, expresa.
Araceli dice que siente alivio que ya no están en peligro al haber ingresado a Estados Unidos.
“Nunca fue nuestro sueño venir a este país. Nos vimos obligados a salir y venir con una mano atrás y otra adelante. Aunque unos tíos nos han dado techo a mí y a mi hija, es un desafío tener que adaptarnos a un mundo nuevo y empezar de cero”, dice.
Esperanzas de libertad
Su mayor pesar es ver a su madre y esposo bajo detención, pero dice que tiene fe en que ellos salgan libres y puedan conseguir el asilo.
“Tenemos un caso bien fundamentado, pero además nuestra demanda de justicia queremos llevarla a la Corte Interamericana de Justicia. Durante esa protesta en la que asesinaron a mi hermano, murió otro muchacho (Francisco Alexander Valdivia Machado), y hubo 18 heridos de bala”, dice.
“Queremos que se mejore la situación en Nicaragua. Aunque no está en nuestros planes regresar, porque cuando todo pase, los allegados de Ortega le van a hacer la guerra a los que se pronunciaron en contra”, observa.
Y deja en claro que no se sentirá tranquila hasta que su madre y su esposo salgan la detención. “Mi hija llora por las noches por su papá y su abuela, pero por lo menos ha comenzado a ir a la escuela y espero que le haga olvidar un poco su tristeza”.
La pastora Ada Valiente de la iglesia bautista de Maywood dijo que se ha abierto una cuenta en el sitio GoFundme para ayudarlos con los gastos.
“Estamos en la lucha por esta venerable familia y nuestra gente nicaragüense. Como pastores estamos caminando con ellos y apoyándolos”, precisa la pastora Valiente.