Cómo los robots de telepresencia pueden ayudara combatir la soledad
Robots conectados a internet están ayudando a combatir el aislamiento y la soledad que sufren los niños con enfermedades crónicas
Robots conectados a internet que pueden transmitir audio y video están ayudando cada vez más a los niños enfermos y a las personas mayores a permanecer en contacto con maestros, familiares y amigos, combatiendo el flagelo del aislamiento y la soledad.
Zoe Johnson, de 16 años, no ha ido a la escuela desde que tenía 12 años.
En 2014 fue al médico pues sentía “un poco de dolor de garganta”, y “de alguna manera eso se convirtió en una emergencia“, dice su madre, Rachel Johnson.
Los médicos diagnosticaron encefalomielitis miálgica, ME para abreviar, también conocido como Síndrome de Fatiga Crónica, una enfermedad debilitante que afecta los sistemas nervioso e inmunológico.
Desde entonces, Zoe no pudo ir mucho a la escuela pero pudo continuar sus estudios con la ayuda de un tutor en línea.
Pero “con los años, sus amistades en el mundo real desaparecieron porque Zoe no está lo suficientemente bien como para verlos”, dice Johnson.
Durante los últimos tres meses, sin embargo, ella ha estado tomando clases junto a sus antiguos compañeros de clase utilizando un robot de “telepresencia” llamado AV1.
El robot, pequeño y lindo, hecho por la start-up No Isolation, con sede en Oslo, se sienta en el aula y transmite en vivo video y audio a la tableta o teléfono inteligente de Zoe en casa. Ella puede hablar a través del robot y tomar parte en las lecciones, así como controlar dónde AV1 está mirando.
Cuando quiere hacer una pregunta, la cabeza del robot comienza a “parpadear” intermitentemente para alertar al maestro. Y cuando está demasiado cansada o enferma como para participar, puede volver azul la cabeza de AV1 como señal.
“Hace que mi vida sea mucho más emocionante y me hace sentir como si no me hubieran olvidado”, dice Zoe.
Con la ayuda del robot, pudo tomar sus exámenes este año.
“Estamos celebrándolo porque lo hizo mucho mejor de lo que alguna vez nos atrevimos a esperar”, dice Johnson.
Zoe está entusiasmada con la idea de seguir estudiando “con mis amigos, en lugar de hacerlo sola en casa”.
Karen Dolva, la cofundadora noruega de No Isolation, de 27 años, cuenta que una amiga que trabajaba como enfermera de niños “me comentó que esos niños se sentían miserables y solo veían a sus familias”, dice ella.
Ella y dos amigos, los tres con experiencia en ingeniería y tecnología, hablaron con los niños y descubrieron que los teléfonos inteligentes y las aplicaciones de mensajería no eran suficientes para aliviar sus sentimientos de aislamiento.
“Nos dimos cuenta de que los niños debían tener presencia en lugares en los que no estaban”, dice Dolva.
Pero los niños también dijeron que se sentían “más cómodos cuando no tenían que ser vistos”. Por ello, aunque AV1 les permite ver y escuchar lo que sucede en el aula, otros niños solo pueden escuchar sus voces a través del parlante del robot.
Otros robots de telepresencia tienen video bidireccional.
Más necesitados
Si bien muchas enfermedades que alguna vez fueron mortales ahora son tratables, eso significa que hay más personas que viven con enfermedades crónicas, que a menudo sintiéndose aisladas como resultado.
En 1960, el 1,8% de los niños en Estados Unidos tenían una condición de salud lo suficientemente grave como para interferir con sus actividades diarias habituales. En 2010, era más del 8%, según un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association.
Así que los robots de telepresencia están creciendo rápidamente en popularidad, un buen augurio para compañías como con No Isolation -los fabricantes de AV1-, así como otras firmas como Ohmnilabs, Giraff Technologies, Double Robotics y Vecna.
El analista de mercado de robots Lian Jye Su, de ABI Research, cree que el mercado de robots de telepresencia crecerá de US$164 millones a US$237 millones para 2023.
Pero no son baratos: AV1 cuesta alrededor de US$2.900 o US$215 al mes en alquiler, mientras que el precio del robot Ohmnibs Ohmni empieza desde US$1.500.
“La única cura para la ausencia es la presencia“, dice Megan Gilmour, una madre de tres hijos de Canberra, Australia, que ha estado haciendo campaña para la introducción de dichos robots en las escuelas.
En 2010, a su hijo Darcy le diagnosticaron un raro trastorno sanguíneo que requería un trasplante de médula ósea. Se perdió dos años de escuela.
En 2012, Gilmour comenzó una organización llamada Missing School, con otras dos madres australianas cuyos hijos tenían enfermedades graves.
“Si le preguntas a los niños qué piensan de los robots, la respuesta siempre es que les ayuda a ver a sus amigos”, dice Gilmour.
¿Un amigo de hecho?
Los robots de telepresencia también ayudan a combatir la soledad y el aislamiento que a menudo sienten las personas mayores que viven solas o atrapadas en el hospital.
Dor Skuler, director ejecutivo de Intuition Robotics en Tel Aviv, ha desarrollado un robot diseñado para ser un compañero estimulante para las personas mayores.
ElliQ es un robot inteligente que Skuler describe como “un tipo de compañero que te sugiere cosas para hacer: ‘Oye, está lindo afuera, ¿por qué no dejas de ver televisión y sales a caminar?’ O escuchas una ópera juntos, o miras una charla de TED”, dice.
La capacidad de sorprender a los usuarios es clave, cree Skuler.
“En el momento en que comienza a actuar como una máquina, la magia desaparece”.
Pero quizás el desafío más apremiante para estos robots de telepresencia es la conectividad, dice Veronica Ahumada Newhart, que los estudia para su doctorado en la Universidad de California en Irvine.
Las escuelas, los hogares, los hospitales y demás están construidos con materiales duraderos, ladrillos y bloques de hormigón, que tienden a bloquear las señales de wi-fi y móviles.
Los usuarios a menudo se quejan de perder la conexión.
“Están en la clase, haciendo sus cosas, y se desconectan, entonces no están realmente allí, porque la clase sigue sin ellos”, dice Newhart.
Apunta además que los robots parecen funcionar mejor en clases pequeñas y en escuelas rurales, donde los estudiantes tienen vínculos estrechos con un alumno ausente, agrega Newhart.
Para niños con enfermedades crónicas como Zoe, parece que hacen una gran diferencia.
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