Cuatro décadas conectando alta tecnología
El ecuatoriano Rafael Arboleda creó Compulink en los años ochenta. Empezó vendiendo cables y ahora es una MWBE especializada en redes y alta tecnología.
Rafael Arboleda dice que le tomó cuatro años adaptarse a la nueva vida en EEUU después de llegar en 1973 a Brooklyn desde Cuenca (Ecuador).
Tenía algo más de 17 años y era inquieto. Le costó estar en el apartamento de Williamsburg en el que se quedaba con su hermana cuando su madre y su padrastro se iban a trabajar. Para él era nuevo ya que en su ciudad natal tenía a toda su familia siempre alrededor para guiarle.
“Quise volver a Ecuador pero no podía hacerlo porque mi madre había hecho sacrificios increíbles, trabajando en una fábrica, para traernos. No podía decepcionarla, pero sufrí hasta que me integré”, explica. El inglés, la cultura, la inseguridad en las calles fueron un reto. Pero lo logró.
Hoy, a los 64 años, es el presidente de una compañía de servicios de tecnología, Compulink, que fundó en los años ochenta. Actualmente tiene una plantilla de 18 empleados, que ya está trabajando en aumentar, y tiene unas ventas valoradas en $25 millones anuales.
Arboleda cuenta que la historia de su familia (sus hijos tienen buenos puestos en distintas empresas de tecnología) ejemplifica el sueño americano que ahora, reconoce es mucho más difícil de lograr para los jóvenes y desde luego inmigrantes como él dada la situación política.
No fue fácil, de hecho para su madre asmática, el camino fue duro pero el camino estaba abierto.
Al preguntarle si es necesario que se renegocie el “contrato social” actual, contesta sin demorarse: “sin duda”.
Su madre no era pobre pero quería más oportunidades para su familia y esa fue la razón por la que vino a EEUU en los años setenta. Trabajó duramente en una fábrica para pagar al abogado que le ayudó a obtener las green cards para sus hijos y luego para mantenerles y abrirles el camino. “Mi madre me dijo que tenía que estudiar, que no me pusiera a trabajar porque si empezaba a ganar dinero no iba a querer ir a la escuela después y la razón principal para venir es para que tuviéramos estudios”.
Y así lo hizo, Arboleda se graduó en psicología en City College de Nueva York en 1980.
Reconoce que llegó al mundo de la tecnología por accidente o por las cosas del azar de la vida. Cuando consiguió el grado no sabía realmente qué hacer, en qué trabajar con los estudios que tenía. En un anuncio de The New York Times vio que se demandaban asesores de carreras (career counselor) para el Technical Career Institutes y como tal trabajó allí durante tres años.
“Lo que hacía era conseguir trabajos para jóvenes graduados”, explica.
En una ocasión una empresa, Manhattan Electronics, le pidió dos personas para trabajar en mesas de computación, personas que supiera de conexiones de cables para redes, computadoras, impresoras. Era la época en la que la idea de un computador personal estaba gestándose, no era popular, y él se quedó con esta idea.
Cuando dejó el Institute — por falta de expectativas de crecimiento laboral– estuvo brevemente en una empresa de tecnología antes de acudir al lugar cuya actividad le había intrigado más, Manhattan Electronics. Tras mucho insistir le dieron un trabajo de ventas tras un mostrador. Quería aprender.
Allí vio hacia dónde se dirigía la actividad, “algo que iba a cambiar la dirección de los negocios. Era una locura el mundo de la tecnología”. “Las computadoras empezaban a popularizarse, las empresas necesitaban redes y computadoras”, explica. Vio como no dejaban de entrar órdenes de compras de mesas de computación, chips, cables, interruptores manuales… y solo unos cuantos vendedores tomando órdenes que llegaban de Wall Street principalmente.
Arboleda pidió trabajar como vendedor, gestor de cuentas, y allí vio de cerca la demanda de tecnología, cables y conectores. El trabajo no duró, en un mes el jefe le despidió aduciendo que estaba cayendo la demanda. Él sospecha que era porque en la empresa creyeron que estaba espiando. Ponía mucha atención y ellos lo tomaron como que quería quedarse con información.
Sin trabajo, se planteó que tenía que abrir su propio negocio. Era 1987, de nuevo en The New York Times encontró un subalquiler de una pequeña oficina en Midtown Manhattan por $500 al mes, compró dos teléfonos y una mesa y empezó su empresa que se dedicó a vender hardware de redes: cables al principio.
Fue una apuesta porque tenía $3,000 en el banco y “nadie me garantizaba que aquello fuera bien pero empecé a hacer llamadas para vender. Unas cien al día. Yo solo”. Su esposa que trabajaba en el área iba comer con él para darle un respiro.
El primer contrato fue de $200. Luego llegaron más con empresas como la consultora Arthur Andersen. Compraban mucho equipo porque lo hacían para ellos y además asesoraban a empresas para que lo hicieran. Arboleda empezó a contratar personal de ventas y luego ingenieros para además de vender dar servicios de instalaciones.
El negocio iba viento en popa gracias a unos elevadísimos márgenes (utilidades sobre ventas) y una demanda que no cesaba en un negocio que fue transformándose con la tecnología. De los cables pasó a servidores, mantenimiento, etc. y llegó un momento en el que trabajaban con él 50 personas.
Pero llegaron las recesiones. El fin de la burbuja puntocom y sobre todo el 11S. “Eso nos afectó mucho, muchas empresas cayeron, se quedaron sin negocios”. Arboleda tuvo que reducir sus operaciones un 50%. Personal también.
Certificación MWBE
La suya era una empresa que siempre había vivido, y bien, de su negocio, no ha había necesitado créditos para crecer “y estuvimos cerca de cerrar”.
Pero Arboleda certificó Compulink como empresa minoritaria, MWBE, en 2000 y con ello se le abrió la posibilidad de contratar con los gobiernos estatales y municipales sobre todo.
Es algo que le permitió recuperarse y de hecho sufrir menos la Gran Recesión. Dice que el gobierno paga bien, a tiempo y permite tener el flujo de caja necesario para operar. Hoy el 90% de sus operaciones están en el mercado estatal y local público (la administración) y el 10% es comercial.
Los márgenes son más bajos que los de la primera expansión tecnológica. Ahora proporciona servicios en la nube (cloud), conectividad, almacenamiento y seguridad y está satisfecho con una empresa de la que tomará las riendas su hija.
“Me ha dado muchas satisfacciones la empresa pero ahora, a los 64 años estoy preparado para viajar, montar en bicicleta e involucrarme con causas que tengan impacto, ayudar a jóvenes que quieran empezar negocios.