Hacen oficial lo que ya existía: la ‘Pequeña República Dominicana’ del Alto Manhattan
Dominicanos de Washington Heights relatan cómo cambió la vida en el vecindario en el último medio siglo y los peligros a los que se enfrenta la comunidad
Mientras un día cualquiera por las calles de Midtown cientos de personas se cruzan a prisa con la sola compañía de sus audífonos, más al norte, en Washington Heights, se repite una escena más propia de un pequeño vecindario en Santo Domingo que de la Gran Manzana. Dos mujeres conversan en español cuando aparece su vecino, un anciano dominicano que arrastra un bastón y usa sombrero.
– “¿Ya salió?”, le preguntan.
– “Hay que estirar las piernas todos los días”, responde, y se pierde por la Avenida St. Nicholas, entre puestos de frutas y productos rebajados que invaden las aceras.
Este vecindario es como si fuera una pequeña República Dominicana, una auténtica porción del país caribeño en el Alto Manhattan de Nueva York. Aquí, a cada paso se encuentran salones de belleza y barberías, tiendas de venta de loterías, centros de telefonía y ‘delis’ que venden empanadas a un dolar con carteles en español e inglés.
Pero el futuro de la mayor huella dominicana en la ciudad podría desaparecer. El vecindario está amenazado por el fenómeno de la gentrificación, por el que zonas cercanas a Manhattan se popularizan y encarecen las rentas de los departamentos. A eso se suma que la gente joven está dispuesta a moverse porque no quiere o no puede quedarse.
Y es para tratar de garantizar que las cosas no cambien, que se está impulsando la iniciativa que crea la ‘Pequeña República Dominicana’ (o ‘Little Dominican Republic’), un reconocimiento que funciona como una suerte de marca comercial para que el barrio adquiera su entidad, como sucedió con Chinatown y Little Italy.
El objetivo último sería atraer visitantes para fomentar los pequeños comercios dominicanos y dejar una región establecida. Lo cierto es que, como dice Angela Fernández, una de las creadoras de la iniciativa, “se trata de ponerle nombre a lo que ya existe”.
El área de la “Pequeña República Dominicana” se extenderá desde la calle 145 y hasta la calle 220 desde Sur a Norte. De oeste a este, incluye todo Broadway de 145th a 220th, Wadsworth. Desde 173rd a 193rd, St. Nicholas Ave. desde 163rd hasta 193rd, Audubon Ave. desde 165 hasta 193rd, y Amsterdam de 145th a 193rd.
Viven aquí por 40 años
Marilú Galván y Manuel Acevedo, son un matrimonio de dominicanos en segundas nupcias desde hace 25 años.
Marilú, profesora de ‘high school’ retirada de 72 años, llegó a Washington Heights (WH) mucho antes que él, en 1959, cuando apenas era una adolescente de 13 años. En la década de los 60, el barrio resultaba mucho más económico y la comunidad dominicana era mínima.
Manuel llegó a Nueva York una década después, en 1970, y vive en WH desde hace 40 años. “Llegamos en una época en la que era bien difícil adaptarse porque la recepción del inmigrante no era tan afable como ahora”, recuerda Manuel.
No obstante, en cuanto al trabajo, la época fue la mejor. Manuel traía su título de médico bajo el brazo y, como Estados Unidos estaba inmerso en la Guerra de Vietnam, les recibieron con los brazos abiertos porque había escasez de doctores. “Quienes no tenían estudios se ubicaban en factorías“, recuerda.
Pero con la globalización, todo cambió. La deslocalización de empresas disminuyó el empleo y a profesionales que llegaban de la isla se lo pusieron más difícil.
Manuel, médico cirujano, llegó a convertirse en el Director del Departamento de Traumas del Hospital de El Bronx. “Los dominicanos estamos en todos lados, Queens, Brooklyn, New Jersey… Pero hemos creado una comunidad en Alto Manhatan y El Bronx“.
A pesar de llevar aquí más de medio siglo, asegura que “nunca se olvida de donde viene, todavía sueño con República Dominicana“.
Renta de $46 al mes
Hoy parecería una broma, pero cuando Gustavo Polanco y su esposa, Sandra Padilla, llegaron al Alto Manhattan en 1968, pagaban $46 dólares al mes por un departamento de cinco habitaciones y $10 dólares por la electricidad.
“Era muy diferente a ahora, se vivía mejor y no pasaba nada”, asegura Sandra, quien todavía recuerda con nostalgia la dirección. Nunca les faltó el trabajo, Gustavo se empleó 33 años como operador de elevador en Hackensack (Nueva Jersey) y Sandra aprendió a coser.
Tuvieron dos hijos que pudieron estudiar y aún hoy viven en WH. Son el ejemplo opuesto al anterior, llegaron sin una profesión pero representan esa generación que con trabajo y esfuerzo contribuyeron a enraizar la Pequeña República Dominicana.
Los jóvenes se van del barrio
“Me parece bien la nueva designación para mantener la cultura y el orgullo de ser dominicano“, dice Jossefy, una joven de 21 años que nació en Santo Domingo y llegó a Nueva york a los 11 con sus padres.
La joven estudia para ser maestra en Brooklyn College y enseña a niños que no hablan español aun siendo dominicanos. “Los padres quieren imponerles el inglés porque tienen miedo de que tengan acento, pero así se pierde nuestra cultura“, explica, al proponer que estudien inglés en el colegio y español en casa.
Respecto a por qué cree que algunos jóvenes se van del barrio, dice que “no es por la falta de ‘dominicaneidad‘ sino porque no pueden pagar las rentas que se elevaron mucho”.
“Me siento bien viviendo aquí porque estoy cerca de mi gente. Las personas te dicen hola, conozco a muchos vecinos y me siento en confianza, como si estuviera en mi país aunque no estoy en República Dominicana”, asegura. A pesar de ello, no se ve en el barrio dentro de 10 o 15 años.
“Tengo familiares que optaron por ir a otros estados más económicos como Massachusetts o Florida, yo quizá no me vea aquí dentro de 10 años pero siempre volveré por mi cultura y mi familia”, concluye.
“¡Nos quitan del mapa!”
“Nos quitan del mapa”, esa es la trágica conclusión de Angela Fernandez, de 48 años, una de las artífices de la ‘Pequeña República Dominicana’. Asegura que “conseguiremos la misma entidad que Chinatown o Little Italy” y ve como una de las mayores amenaza de su comunidad la ‘gentrificación‘.
Fernández, cuya madre Margarita nació en Baitoa, se crió en Bergenfield, en Nueva Jerse, pero con menos de 20 años se mudó a Washington Heights en busca de sus raíces y se implicó en su comunidad.
Ahora, como directora ejecutiva y abogada de la Coalición de Derechos de los Inmigrantes del Alto Manhatan, proporciona ayuda legal gratis a inmigrantes. “Miles de dominicanos han venido a nosotros en busca de ayuda“, afirma.
Estudió Derecho en la Universidad de Columbia y tras dos años como abogada corporativa lo dejó porque “quería usar mi título para servir a mi comunidad“. “Siempre quise eso, pero trabajé como corporativa un tiempo porque las universidades como Columbia te preparan y te empujan para meterte en grandes corporaciones, pero no es lo que yo quería”, relata.