Salvadoreña en santuario en Denver dice a Trump: “Mis hijos tienen derecho a una mamá completa”

Araceli Velásquez dice que perdió su caso de asilo por los errores "desastrosos" de su primer abogado y que regresar deportada a El Salvador "no es una opción".

La salvadoreña Araceli Velásquez vive con  su familia en una Iglesia de Denver que forma parte del movimiento santuario. Foto: suministrada

La salvadoreña Araceli Velásquez vive con su familia en una Iglesia de Denver que forma parte del movimiento santuario. Foto: suministrada  Crédito: AFSC/Rick Urrutia

WASHINGTON — La salvadoreña Araceli Velásquez ya adornó el sótano donde celebrará la Navidad junto con su familia desde el “santuario” de una iglesia en Denver (Colorado), pero el encierro le causa angustia y pide ayuda de la Administración Trump porque sus hijos “tienen derecho a una mamá completa”.

Velásquez cumplió un año el pasado 8 de agosto desde que buscó santuario en la “Iglesia Metodista Unida Park Hill” y la sinagoga “Templo Micah” en Denver, para evitar la deportación. Su esposo tiene “Estatus de Protección Temporal” (TPS) y sus tres hijos nacieron en EEUU, por lo que es la única que no puede salir a la calle.

Debido al riesgo de deportación de Araceli, solo su esposo e hijos salen a pasear. Foto: suministrada

En entrevista telefónica con este diario, Velásquez describió cómo, a la espera de que la Administración acepte reabrir su caso de asilo, los días de encierro en un sótano sin ventanas le causan angustia y tristeza, sobre todo porque no puede acompañar a sus hijos a la escuela, citas médicas, compras, o paseos.

“Mis hijos son ciudadanos estadounidenses, como el presidente de este país, y tienen derecho a tener una mamá completa, a una mamá que vaya al doctor o a la escuela con ellos. Mi segundo niño ha cambiado mucho por esta situación”, explicó.

Sofocando el llanto, Velásquez, de 27 años, envió un mensaje al presidente Donald Trump: “Quisiera que se pusiera en mi lugar. ¿Qué sentiría él si a su esposa, que es inmigrante, la deportaran? ¿Qué pasaría con su hijo?”

“Los que buscamos santuario no somos criminales, simplemente luchamos para que nuestras familias sigan unidas… si me toca estar acá 5, 10 años, lo haré, pero estoy con mis hijos”, enfatizó.

Velásquez procura crear un ambiente de familia en el sótano de la iglesia, que cuenta con sala, cocina, baño y dormitorio. Además, consiguió a “Carbunco”, un perrito que sirve de mascota para sus hijos, Jorge, de 5 años, Christopher, de 4, y Kevin, de 2.

El perrito “Carbunco” ayuda a dar “normalidad” a la familia en santuario. Foto: suministrada

“Tengo un espacio muy bueno, y no hay restricciones; lo único difícil es que no tengo ventanas, y dependo de voluntarios para que nos ayuden con los niños a llevarlos a la escuela. No es justo que este gobierno me quiere sacar del país y no me da protección… no te da opciones más que estar encerrado”, reflexionó.

Vida entre riesgos

Con la ayuda de un “coyote”, Velásquez entró ilegalmente a EEUU en 2010 a los 19 años, en busca de asilo, huyendo de la violencia en su hogar. No da detalles del caso porque aún tiene familiares en El Salvador, y no quiere exponerlos a un riesgo pero, según indicó, “regresar no es una opción”.

Velásquez pasó seis semanas en un centro de detención en Houston (Texas), donde solicitó asilo y quedó libre bajo fianza al pasar la etapa de “miedo creíble”. Posteriormente, se trasladó a vivir con unos primos en Denver, pero los “desastrosos” errores de su primer abogado le hicieron perder el caso en 2013 y quedó expuesta a la deportación.

En julio de 2016, agentes de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) golpearon a su puerta con una orden de deportación, pero la suspendieron por un año porque estaba embarazada, y durante la Administración Obama no era considerada prioridad para la expulsión.

Al no lograr una segunda suspensión en 2017, Velásquez buscó refugio en un edificio que comparten la iglesia y la sinagoga en el Este de Denver, donde ha encontrado el apoyo de una comunidad de fe que la alienta a luchar por su caso.

Así, con la ayuda de una nueva abogada, Velásquez busca que las autoridades reabran su petición de asilo, y como “opción B”, espera que su esposo pueda lograr la legalización para ambos mediante una hija que éste tuvo antes de casarse.

El rabino Adam Morris ha dicho que la decisión de otorgarle santuario a Araceli fue fácil: “apoyamos a Araceli para que ella pueda luchar para quedarse con su familia. Apoyamos a Araceli para que nosotros podamos luchar para que los valores de justicia y compasión permanezcan en nuestro sistema legal estadounidense y nuestra forma de vida”.

“Apoyamos a Araceli porque es lo humanamente correcto como cristianos, judíos, estadounidenses”, puntualizó Morris.

La iglesia y la sinagoga se sumaron a la creciente “Coalición de Santuario del Area Metropolitana de Denver”, conformada por 12 congregaciones que han sumado fuerzas con “American Friends Service Committee” (AFSC, por su sigla en inglés), una organización cuáquera, para ayudar a inmigrantes en peligro de deportación.

“Estas familias hacen sacrificios. Mucha gente no entiende que pedir santuario no es como irse de vacaciones, porque los inmigrantes están renunciando a su libertad, en busca de la justicia para ellos y sus familias. Es una experiencia que cuesta física y psicológicamente”, dijo a este diario Jennifer Piper, coordinadora de servicios ecuménicos del AFSC.

ICE no suele comentar sobre casos específicos y siempre ha dicho que las personas deben obedecer las órdenes de deportación una vez que agotan todas sus opciones en las cortes de Inmigración.

Por ahora, Velásquez tiene un futuro inmediato repleto de recetas navideñas y planes para pasar la Navidad con su familia y los miembros de la iglesia.

Araceli Velásquez ya adornó su sótano y se prepara para celebrar la Navidad con su familia y miembros de la iglesia. Foto: suministrada

“Vamos a cocinar y pasar juntos. Vamos a seguir adelante; lo importante es que mi familia sigue unida y va seguir unida, porque no me voy a dar por vencida”, prometió.

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