Familia de la niña migrante que murió en la frontera desmiente la versión oficial de EEUU
La niña que murió bajo custodia de la Patrulla Fronteriza "sí comió y bebió", dice su papá
Entre dimes y diretes sobre las posibles causas de la muerte de la niña Jakelin bajo custodia de la Patrulla Fronteriza, y a la espera de los resultados de la autopsia, el papá de la pequeña, Nery Caal, de 29 años, asegura que la niña nunca fue sometida a condiciones extremas, sí comió y bebió, antes de llegar a la frontera y horas antes a su fallecimiento, según relató Rubén García, director de Casa Anunciation donde Caal está hospedado mientras lleva su caso en la corte.
Las declaraciones de Caal tirarían por tierra algunas versiones oficiales sobre que la menor murió por posible deshidratación.
El papá de Jakelin también reveló que pagó a un coyote en Alta Verapaz para el “traslado” de sus otros tres hijos y su esposa a EEUU por los que ahora “teme”.
Por su parte, decenas de familias pidieron hoy justicia y una investigación transparente para dilucidar los motivos de la muerte de la niña Jakelin quien tenía solo 7 años de edad cuando las autoridades estadounidenses la detuvieron junto a su padre y otros migrantes en una zona remota del desierto de Nuevo México y murió horas después.
También culparon a la administración Trump del fallecimiento de la menor porque las políticas migratorias extremas de EEUU que están llevando a migrantes a recurrir a puntos remotos y peligrosos en la frontera para entrar al país.
Jackeline Caal tenía siete años y provenía de la comunidad indígena de Alta Verapaz, en el norte de Guatemala. El pasado 6 de diciembre cruzó la frontera de forma ilegal por el desierto de Nuevo México, acompañada por su padre. No iban solos: el grupo, de 163 inmigrantes, se entregó a la Patrulla Fronteriza a las diez de la noche al sur de la localidad de Lordsburg (Nuevo México).
“Estaban a 90 millas de donde podríamos procesarlos. Llegaron en una multitud tan grande que a nuestra Patrulla Fronteriza les llevó un par de veces conseguirlos a todos. Dimos atención inmediata”, explicó la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, en la cadena de noticias Fox.
Pero, tan solo unas horas después de su detención, Jackeline Caal estaba muerta.
La Patrulla Fronteriza ha indicado que parecía tener buena salud cuando fue detenida, según la agencia de noticias The Associated Press. Un formulario firmado por su padre indica que no estaba enferma, ni sudaba, y parecía estar alerta. Sin embargo, oficiales de inmigración indican que el padre les dijo que la niña estaba enferma y vomitando mientras eran trasladados en autobús, un viaje de 90 minutos. Cuando llegó a su destino, ya no respiraba.
Personal de emergencias la reavivaron en dos ocasiones, tras sufrir sendos paros cardiacos, y fue enviada por helicóptero a el hospital de El Paso (Texas) a las 7.40 de la mañana. Murió un día después, el 8 de diciembre, por causas que debe aclarar aún la autopsia. Según un reporte de la Patrulla Fronteriza, la niña pudo pasar días sin comer ni beber.
Nielsen cargó la responsabilidad sobre los inmigrantes: “Continuaremos estudiando la situación, pero nuevamente tengo que enfatizar lo peligroso que es este viaje cuando los inmigrantes eligen venir ilegalmente aquí”. La Casa Blanca indicó por boca de un portavoz que la muerte fue “trágica”, pero el Gobierno no asume “ninguna responsabilidad” por lo ocurrido, según el diario The Washington Post.
La Patrulla Fronteriza ha visto un incremento en los grandes grupos de migrantes, muchos de ellos con niños pequeños, que se entregan a las autoridades. La mayoría son de origen centroamericano y señalan que huyen de la violencia. En lugar de intentar evadir a las autoridades, se entregan con planes de solicitar asilo.
Los agentes de Arizona con frecuencia ven grupos con más de 100 personas, en ocasiones con niños y bebés. Arrestar a esos grupos crea problemas logísticos para los agentes, que deben esperar la llegada de las vagonetas de transporte equipadas con asientos para bebé, para llevar a los migrantes a las instalaciones de procesamiento, que se encuentran por lo menos media hora al norte de la frontera.
Cynthia Pompa, directora de defensa del Centro de Derechos Fronterizos de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), dijo que las muertes de migrantes aumentaron el año pasado a pesar de que se registró un descenso en el número de cruces fronterizos.
“Esta tragedia representa el peor resultado posible cuando las personas, niños incluidos, son sujetos a condiciones inhumanas. La falta de responsabilidad, y una cultura de crueldad dentro de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza han exacerbado las políticas que llevan a los migrantes a la muerte”, dijo Pompa.
La muerte de la niña guatemalteca es la más reciente muestra de la desesperación que enfrenta un creciente número de familias y niños centroamericanos que se presentan en la frontera entre México y Estados Unidos, a menudo con la esperanza de solicitar asilo, creando nuevas preguntas sobre qué tan preparadas están las autoridades estadounidenses.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus iniciales en inglés) dijo el viernes que inicialmente la niña parecía saludable y que no mostró indicios de problemas durante una entrevista. Su padre, que hablaba español, firmó un formulario en el que indicaba que la pequeña no tenía problemas de salud, afirman las autoridades, aunque la noche del viernes un funcionario guatemalteco dijo que el idioma nativo de la familia es un dialecto maya.