Tres grandes revelaciones en lo que va del juicio de “El Chapo”
Avanza el juicio contra el temido narcotraficante mexicano
He cubierto el juicio contra Joaquín “El Chapo” Guzmán desde el comienzo y, tras el primer mes, se ha vuelto para mí como un curso intensivo sobre el funcionamiento del mundo del narcotráfico, con algunos de los mayores expertos.
De “El Chapo”, acusado de liderar el principal cartel de drogas del planeta, escuché directamente poco, aunque suelo verlo semana tras semana en el tribunal federal de Brooklyn.
Pero el audio que la fiscalía hizo oír al jurado el jueves, con una conversación telefónica grabada en secreto al mexicano en 2010, fue toda una revelación de cómo negociaba un cargamento de seis toneladas de cocaína desde Colombia.
Sin embargo, han resultado aún más instructivos otros exnarcos que solían trabajar con “El Chapo” y hoy son testigos cooperantes en su contra, para reducir sus propias penas en Estados Unidos.
Algunas partes de esos testimonios fueron grandes sorpresas para mí. Y otras me ayudaron a corroborar viejas sospechas.
Aquí van tres cosas que aprendí de los narcos en este juicio, que probablemente estén relacionadas.
1. El cartel de Sinaloa es menos ordenado de lo que parece
Por su fama, el cartel de Sinaloa de “El Chapo” evocaba para mí uno de esos grupos criminales que vemos en películas y series, sumamente ordenados, certeros, profesionales.
La propia acusación contra Guzmán define al cartel como “la mayor organización de tráfico de drogas del mundo”. Explica que, además de sus líderes, tiene miles de miembros para diversas funciones: seguridad, jefes de “plazas” o territorios, transportistas y lavadores de dinero.
Aunque todo eso sea cierto, y el cartel sea una máquina de ganar dinero sucio y matar, el juicio a Guzmán también me mostró una faceta menos conocida del mismo.
Por un lado, su liderazgo y estructura mutan a cada rato, al ritmo de arrestos, asesinatos y traiciones.
Pero más asombrosas me han resultado sus pifias, mayores (y más costosas) de lo que imaginaba.
Algunos de esos errores y descuidos fueron relatados en el juicio por Juan Carlos Ramírez, alias “Chupeta”, un exlíder del cartel colombiano del Norte del Valle que abastecía de cocaína a Guzmán y su organización desde los años 90 del siglo pasado.
Por ejemplo, testificó que una vez envió 20 toneladas de su droga a Amado Carrillo Fuentes, en ese entonces otro líder del cartel de Sinaloa conocido como “El señor de los cielos”, quien despachó un barco a recibirlas en el Pacífico.
Pero el capitán del barco, agregó, “empezó a consumir drogas, a ver fantasmas”, hasta que imaginó que lo seguía la Guardia Costera de EEUU y…hundió el pesquero con su carga ilegal de US$400 millones.
Chupeta también relató problemas que tenía para recibir en EEUU su propia cocaína, porque los hombres de Guzmán en la frontera la confundían con droga de peor calidad de otros proveedores.
Otro exnarco colombiano, Jorge Cifuentes, testificó que cuando conoció a “El Chapo” en su tierra de las montañas de Sinaloa en 2003, descubrió espantado que su pista de aterrizaje estaba “inclinada”.
Su pavor fue tal que decidió regalarle un helicóptero a Guzmán, para aterrizar “de forma más civilizada”.
Hasta la grabación de la llamada telefónica de “El Chapo” negociando las seis toneladas de coca —tal vez la prueba material más contundente en su contra hasta ahora— surgió de un descuido.
La licencia para el uso del sistema de comunicaciones encriptadas con Colombia había caducado, porque el ingeniero a cargo de la misma olvidó renovarla.
El ingeniero era alguien elegido por Cifuentes, quien lo calificó de “irresponsable” al testificar la semana pasada. Pero una pregunta me intriga hasta hoy: ¿cómo “El Chapo” pudo confiar su comunicación (y seguridad) en manos de alguien así?
2. La frontera entre narcos y Estado puede ser difusa
Siempre tuve presente que la realidad de la “guerra contra las drogas” es mucho más compleja que un tablero de ajedrez donde las piezas están bien diferenciadas.
Pero el juicio a “El Chapo” me mostró que el límite que separa a los narcos y los Estados puede ser más borroso de lo que creía, sobre todo en América Latina.
El dinero del narco hizo que las piezas se confundan, desde las pequeñas hasta las grandes.
Esto lo constaté pese a que el juez del caso, Brian Cogan, limitó las preguntas que la defensa de “El Chapo” puede hacer sobre corrupción, para evitar el eventual “bochorno” de personas ajenas al proceso y que se pierda el objetivo del juicio.
Así, los abogados de Guzmán se vieron impedidos de preguntar a uno de los testigos de la fiscalía sobre el soborno millonario que habría pagado a un expresidente de México.
La defensa se las ingenió también para que el testigo Jesús “El Rey” Zambada, un antiguo miembro del cartel de Sinaloa, dijera que en 2006 pagó US$3 millones en efectivo al entonces secretario de Seguridad Pública de México, Genaro García Luna, en un restaurante. Y que al año siguiente le entregó al menos otro tanto.
García Luna respondió que esas afirmaciones son “mentira”.
Sin embargo, en el juicio han sido constantes los relatos de corrupción de las fuerzas de seguridad mexicanas.
Me tuve que restregar los ojos cuando Zambada dijo que “El Chapo” recibió escolta policial en motos tras su primera fuga carcelaria en 2001, cuando ambos llegaron a Ciudad de México en auto.
El testigo aseguró que Guzmán se inquietó al ver a los uniformados y él lo tranquilizó. “Esta es gente nuestra; nadie va a tocarnos ahora”, le explicó.
Cifuentes, a su vez, afirmó que sobornó a oficiales de las Fuerzas Armadas de Ecuador y Colombia para saber dónde la Armada de EE.UU. ubicaba sus barcos o para obtener beneficios del Estado.
No han surgido hasta ahora en el juicio grandes indicios de corrupción al norte del Río Bravo.
Pero una duda pendiente es si la defensa podrá interrogar a un posible testigo, Vicente Zambada Niebla (sobrino de “El Rey” e hijo de un líder del cartel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada), sobre un presunto pacto secreto que tiempo atrás dijo que el cartel tenía con la agencia antidrogas estadounidense DEA para ayudarse uno al otro.
3. Los narcos juegan con la “guerra contra las drogas”
La denominada “guerra contra las drogas” sigue cobrando vidas por doquier.
En el octavo piso de la corte de Brooklyn constaté cómo los propios narcos ven esa política. Y mi conclusión es que se adaptan a ella. Juegan con la guerra para sacar su mejor tajada.
Cuando las autoridades descubrieron que usaban aviones para trasladar la droga, pasaron a utilizar barcos. Y luego submarinos. O trenes. O túneles subterráneos. Me pregunto: ¿qué usarán ahora?
“El Rey” Zambada contó que, cuando EE.UU. lanza operativos de seguridad grandes de su lado de la frontera, los narcos adoptan “la manera hormiga” de cruzar la cocaína.
“Se usan carros pequeños, con compartimentos para 20 kilos o 50 kilos. Es más difícil para la autoridad detectarlos, porque cruzan miles de vehículos por día”, explicó el testigo del gobierno de EE.UU. “Si se mandan 10 carros por día, son 200 kilos. Si se pierde un carro, son sólo 20 kilos”.
El colombiano “Chupeta”, a su vez, dijo que cuando recibía su droga por toneladas en Nueva York, “muchas veces la guardaba, para que así el precio subiera porque había menos cocaína en las calles”.
Claro que a los narcos a veces les toca perder, y pagan eso con cárcel o con sus propias vidas. Es un riesgo que tienen asumido. Cada día es una ruleta para ellos.
Pero incluso cuando van presos, podrían llegar a acuerdos con el gobierno para intentar reducir sus penas, como han hecho los testigos cooperantes contra Guzmán.
Por ejemplo, “Chupeta”, de 55 años de edad y con varias cirugías plásticas, espera recibir el mínimo posible en su caso: 25 años de cárcel, de los cuales ya ha cumplido 11. Es alguien que confesó haber ordenado unos 150 asesinatos y traficado más del doble de cocaína de la que “El Chapo” está acusado de enviar a EE.UU.
Serían sólo “60 días de encarcelamiento por asesinato” para el colombiano, notó un abogado de Guzmán.
“El Chapo”, en cambio, puede recibir cadena perpetua por sus crímenes.
Y aún en ese caso, estoy seguro que otros narcos seguirán haciendo sus apuestas con la “guerra contra las drogas”.
Después de todo, pese a que “El Chapo”, “Chupeta”, “El Rey” y muchos más están tras las rejas, hay cifras récord de muertes por sobredosis al norte de la frontera. Y de asesinatos al sur.