Editorial: El Colegio Electoral

En las elecciones de 2000 y 2016 la voz de millones de votantes se perdió

Votantes asisten a un colegio electoral en el Este de Los Ángeles.

Votantes asisten a un colegio electoral en el Este de Los Ángeles. Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

El temprano comienzo de la temporada política para la elección presidencial de 2020 trae de nuevo el debate sobre el problema de una democracia representativa gobernada por el candidato electo por una minoría de votantes.

La senadora demócrata, y aspirante a la presidencia, Elizabeth Warren, cuestionó el sistema de Colegio Electoral para elegir el presidente de Estados Unidos. Al mismo tiempo, el presidente Donald Trump también habló sobre lo mismo, al comentar sobre su estrategia para la reelección.

Hay muchas áreas que dividen a los republicanos de los demócratas. El Colegio Electoral es una de los más importantes porque de este sistema indirecto se basa la determinación del ganador. Tan vital como eso, es la dificultad de cambiar una norma establecida en una Constitución por gente que desconfiaba de la capacidad del individuo medio para decidir su líder.

Por eso los fundadores de la patria establecieron que los votantes decidan a quienes los representan en un cuerpo electoral con el deber de elegir el presidente. Se esperaba que estos representantes estuvieran mejor preparados para tomar la decisión.

Así se creó un Colegio Electoral integrado hoy por 538 personas, necesitándose más de 270 votos para elegir el Presidente. El sistema funcionó adecuadamente hasta hace muy poco.

En las elecciones de 2000 y 2016 la voz de millones de votantes se perdió. Una minoría eligió al presidente, George W. Bush y Donald Trump, quienes implementaron políticas de gobierno y seleccionaron jueces que no representaban a la mayoría de los votantes.

Una gran cantidad de países copió la Constitución de EEUU al declararse independientes y formar sus primeros gobiernos, especialmente en Latinoamérica. La gran mayoría de ellas reformó posteriormente su sistema electoral para reflejar la voluntad popular. Las naciones que todavía lo mantienen para elegir presidente son Burundi, Estonia, Kazakhastán, Madagascar, Myanmar, Pakistán, Trinidad y Tobago y Vanuatu. Nuestro país debería estar entre los primeros. Sin embargo, hoy está entre los más retrógrados.

Una reforma constitucional es impensable porque requiere que los votantes que hoy se benefician por este sistema poco representativo voten en su contra. Mientras que el intento de 12 estados que aceptaron elegir al ganador de la voluntad popular tiene pocas posibilidades de obtener la cantidad necesaria para cambiar las reglas del juego.

Los estados agrícolas con menor población son los ganadores del sistema de Colegio Electoral. Su influencia está sobredimensionada. Está bien defender la representatividad de la minoría. Está mal si es a costa de la mayoría.

Trump celebra que pueda ganar una elección ignorando a los estados que tienen la mayor cantidad de gente como California y Nueva York. Los que demográficamente y económicamente son los más representativos de Estados Unidos. Eso es un serio problema.

La palabra democracia en nuestro país tiene que estar acompañada por un asterisco.

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