“Bastardos de Renania”: cómo era la vida de los negros en la Alemania nazi
¿Cómo era ser afroalemán en una época de racismo y exclusión?
La directora de cine Amma Asante encontró por casualidad una vieja fotografía tomada en la Alemania nazi de una muchacha negra en una escuela.
De pie, entre sus compañeros de clase blancos, que miran directamente a la cámara, desplaza enigmáticamente su mirada hacia un lado.
La curiosidad sobre la fotografía -quién era la niña y qué estaba haciendo en Alemania- hizo que la premiada cineasta se embarcara en una búsqueda que le llevó hasta Where hands touch (“Donde tocan las manos”, 2018), una nueva película protagonizada por Amandla Stenberg y George MacKay.
Es un relato imaginado sobre una relación clandestina ente una adolescente de raza mixta y un miembro de las Juventudes Hitlerianas, basado en datos históricos.
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En la época nazi, de 1933 a 1945, el número de afroalemanes se contaba por miles.
No tenían una experiencia uniforme pero, con el tiempo, se les prohibió tener relaciones con los blancos, fueron excluidos de la educación y de ciertos empleos, y algunos fueron esterilizados, mientas otros eran llevados a campos de concentración.
“Incredulidad y desdén”
Su historia ha permanecido, en gran medida, en silencio, y le tomó a Asante 12 años llevar su relato sobre ese período a la gran pantalla.
“A menudo, hay una especie de incredulidad, de cuestionamiento, a veces incluso de desprecio a las vidas difíciles que llevaron estas personas”, le contó a la BBC sobre las reacciones que recibió cuando habló sobre sus investigaciones para hacer el filme.
La comunidad afroalemana tiene sus orígenes en el breve imperio del país europeo. Marineros, sirvientes, estudiantes y artistas de Camerún, Togo, Tanzania, Ruanda, Burundi y Namibia llegaron a Alemania.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, esta población transitoria se asentó aún más, según explica el historiador Robbie Aitken. Y algunos soldados africanos que lucharon por Alemania en la Gran Guerra también se establecieron allí.
Pero hay un segundo grupo cuya presencia siguió alimentando el miedo de los nazis a la mezcla racial.
Como parte de un tratado que fue firmado luego de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, las tropas francesas ocuparon el área de Renania, en Alemania occidental.
Francia usó al menos 20.000 soldados de su imperio africano, muchos de ellos del norte y el oeste de África, para vigilar el área, y algunos de ellos tuvieron relaciones con mujeres alemanas.
Caricaturas racistas
El término derogatorio “bastardos de Renania” fue acuñado en la década de 1920 para referirse a los entre 600 y 800 niños que nacieron como resultado de esas relaciones.
El término hablaba de los temores imaginados de una raza impura. Historias fabricadas y caricaturas racistas de soldados africanos como depredadores sexuales circulaban en esa época, alimentando la preocupación.
Mientras el antisemitismo ocupaba un lugar preeminente en el corazón de la ideología nazi, una línea en “Mein Kampf”, el libro publicado en 1925 que describe las creencias políticas del líder del partido Adolf Hitler, vinculaba a los judíos con los negros.
“Fueron y son los judíos quienes traen los negros a Renania”, escribió Hitler, “siempre con el mismo pensamiento secreto y u claro objetivo de destruir la odiada raza blanca por la ‘bastardización’ necesariamente resultante”.
Una vez en el poder, la obsesión de los nazis con los judíos y la pureza racial llevó gradualmente al Holocausto, la masacre industrializada de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, así como al asesinato en masa de la comunidad romaní (gitana), personas con discapacidades y algunas personas eslavas.
Aitken, quien investiga las vidas de los afroalemanes, dice que ellos también fueron atacados, aunque no de la misma manera sistemática.
Dice que los datos muestran que sus políticas hacia “otros ‘alienígenas raciales’ apuntan hacia un objetivo de aniquilamiento racial”.
“Me sentía como un humano a medias”
En 1935, se aprobaron las leyes de Nuremberg, que entre otras cosas prohibían los matrimonios entre judíos y otros alemanes. Luego se modificaron para incluir a los negros y a los gitanos en la misma categoría que los judíos.
Pero el miedo a la mezcla racial persistió, y en 1937 los niños mulatos de Renania fueron objeto de esterilización forzada.
Hans Hauck fue una de las al menos 385 personas que se sometieron a la operación. Hauck, hijo de un soldado argelino y una alemana blanca, apareció en el documental de 1997 Hitler’s forgotten victims (“Las víctimas olvidadas de Hitler”).
Habló sobre cómo se le llevaron en secreto para hacerle una vasectomía. Le dieron un certificado de esterilización, para permitirle seguir trabajando, y tuvo que firmar un acuerdo diciendo que no se casaría o tendría sexo con personas “de sangre alemana”.
“Fue deprimente y opresivo”, les dijo a los creadores del documental. “Me sentía como un humano a medias”.
Otra víctima, Thomas Holzhauser, dijo sobre la película: “A veces, me alegro de no haber podido tener hijos. Al menos se ahorraron la vergüenza con la que viví”.
Muy pocos otros hablaron sobre sus experiencias mientras estaban vivos y “no hubo muchos intentos de descubrir lo que les pasó finalmente a la mayoría de ellos”, le contó a la BBC Aitken, quien es uno de los pocos historiadores que trabajan sobre este tema.
“Vale la pena recordar que los nazis también destruyeron a propósito muchos de los documentos sobre los campos de concentración y la esterilización, dificultando la reconstrucción de lo que les ocurrió a grupos e individuos”, agregó.
Asante dice que muchas de esas personas sufrieron una crisis de identidad. Tenían un progenitor alemán, y muchos se veían a sí mismos como alemanes, pero también se sentían aislados y nunca totalmente acogidos.
“Los niños habitaban en dos lugares al mismo tiempo. Eran a la vez autóctonos y forasteros”, dice la directora de 49 años.
Aunque sus experiencias fueron muy diferentes, todos los afroalemanes fueron objeto de persecución bajo la ley nazi.
La era colonial alemana, especialmente el intento de genocidio de los pueblos herero y naamquas en Namibia, que ya condujo a una visión negativa de los africanos.
Después de la llegada de Hitler al poder, fueron acosados, humillados públicamente, excluidos de ciertos trabajos y de la educación y, básicamente, se quedaron apátridas.
Había algo de resistencia. Por ejemplo, Hilarius Gilges, quien era mulato, era un agitador comunista y antinazi. Fue secuestrado y asesinado en 1933.
Una vez que la guerra comenzó en 1939, la situación se volvió más precaria. Las personas en relaciones mixtas podían ser objeto de esterilización, prisión o asesinato.
Tratando de ser invisible
Ese era el temor de Theodor Wonja Michael, quien nació en Berlín en 1925. Era hijo de un hombre de Camerún y una mujer alemana.
Creció en los llamados “zoológicos humanos” o exhibiciones etnográficas, según le dijo la cadena alemana DW en 2017.
“Con amplias faldas, tambores, bailes y canciones, la idea era que la gente que hacía la exhibición era extranjera y exótica, y mostraba a los espectadores cómo era su tierra”, dijo. “Básicamente, un gran show”.
Cuando los nazis llegaron al poder, él sabía que tenía que mantenerse invisible en la mayor medida de lo posible, sobre todo en la adolescencia.
“Por supuesto, con esta cara no podría nunca desaparecer. Pero lo intenté”.
“Evité todo contacto con mujeres blancas. Eso habría sido horrible. Me habrían esterilizado y también podría haber sido acusado de contaminación racial”, dijo en el filme de DW sobre la comunidad afroalemana.
En 1942, Heinrich Himmler, quien fue uno de los arquitectos del Holocausto, ordenó elaborar un censo de la gente negra que vivía en Alemania. Esto podría indicar el comienzo de un plan de asesinatos en masa, aunque nunca se llegó a poner en marcha tal plan.
En lugar de eso, hay pruebas de al menos dos docenas de afroalemanes que terminaron en campos de concentración en Alemania.
“La gente simplemente desaparecía y no sabías lo que les había ocurrido”, dijo en el documental Hitler’s forgotten victims Elisabeth Morton, cuyos padres dirigían una compañía de entretenimiento africana.
A través de Where hands touch, Asante trata de arrojar una nueva luz a esas historias.
Como británica-ghanesa, siente que el papel y la presencia de la gente de la diáspora africana en la historia europea a menudo se pasa por alto, y dice que su filme dificultará la negación del sufrimiento de la gente negra a manos de los nazis.
“Creo que hay mucha ignorancia y hoy día hay mucha negación sobre lo que sufrió esa gente”.
Where hands touch se acaba de lanzar en Reino Unido y en varios sitios en streaming en Estados Unidos.
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https://www.youtube.com/watch?v=y5jxqtP_ses
https://www.youtube.com/watch?v=Gr_Uqx2j47Q&list=PLLhUyPZ7578fO1FAne436D26PBdXhqG4p&index=4&t=0s