Un rostro del activismo hispano en los albores de la lucha contra el Sida
César Carrasco cuenta la importancia del "caucus latino" para enfrentar la crisis desatada por el VIH
NUEVA YORK – El activismo hispano en los Estados Unidos tiene distintas batallas a enfrentar y miles de rostros, como el de César Carrasco, un inmigrante chileno que se integró a la comunidad neoyorquina en los años ochenta, cuando hombres gay comenzaron a morir sospechosamente. Había que hacer algo, por mínimo que pareciera, porque “el silencio mata”, como alertaba una de sus consignas.
A César, Nueva York le parecía la “tierra prometida” para los homosexuales. Recuerda que en su natal Chile leyó un número de la revista Life con imágenes de la primera Marcha del Orgullo cerca del bar The Stonewall Inn, estaba en los últimos años de su adolescencia. Esas imágenes le confirmaron que deseaba vivir en una ciudad donde pudiera ser libre siendo quien es.
“Para mí el ser gay nunca fue una fuente de conflicto en sí mismo, pero los conflictos que se daban en mi entorno, en lo familiar”, cuenta en entrevista en el New York Presbiterian Hospital en Washington Heights, en Manhattan. “Yo decía que tenía que vivir a esta ciudad, que era como la tierra prometida para la gente gay”.
Su arribo fue en 1983, una total coincidencia, afirmó, luego de vivir casi un año en San Francisco, California, donde se dieron a conocer los primeros casos de una extraña enfermedad que afectaba a hombres homosexuales, provocándoles Sarcoma de Kaposi, neumonitis carini y/o candidiasis. Él se había enterado de lo que ocurría por un amigo que estudiaba medicina; eran los albores de la pandemia. En San Francisco ayudó a una organización a traducir la información disponible de lo que ocurría, estaba en ciernes su vida como activista, la cual continuó en Nueva York.
“Empecé a aprender mucho de mí, de la política, sobre homofobia, sobre homofobia internalizada, sobre lo que significa eso, como ente político… venía de una dictadura donde tenía miedo de pensar”, reconoció. “Yo pensaba en poner mi granito de arena, participando en las distintas actividades. Participando en la construcción del Gay Community Center, en la Calle 13, que no existía. Con afroamericanos, blancos, hispanos”.
De la fiesta al miedo
El mayor atractivo de vivir en Nueva York, definida como un “parque de diversiones para adultos”, se fue desvaneciendo, para abrir paso a la responsabilidad de luchar contra una enfermedad extraña, en paralelo con la defensa de los derechos básico de los homosexuales.
“Todavía se vivía eso de estar de fiesta, de pasarla bien, estaba ésta total ignorancia… Era un momento de no saberlo… la gente estaba empezando a darse cuenta de que algo estaba pasando”, recuerda Carrasco, quien se sorprendió de la oferta de diversión que tenía la Gran Manzana. “Había como 25 saunas en Nueva York y otros lugares para ir a tener sexo. En aquel tiempo Nueva York todavía era lo que un amigo llama un parque de diversiones para adultos. Había sexo en todas partes y a la hora que tú fueras”.
El miedo entre la comunidad, especialmente hombres, aumentaba por la aparición de casos, cada vez más cercanos a los círculos de amigos. La gente se empezó a morir. César afirma que ya no era tan divertido salir de fiesta, sin tener esa resaca moral “del día siguiente”.
“Yo ya no me sentía tan cómodo, tirando de todo, sin que al otro día pensara… tengo algo”, reconoce. “Había adquirido suficiente información como para perder la espontaneidad, porque no se sabía la causa. Todo mundo pensaba, bueno si se da solo en hombres homosexuales es porque tiene que ser transmitido sexualmente”.
En 1984 el miedo estaba esparcido. La fiesta quedó en suspenso. César fue diagnosticado cuatro años después. Entonces decidió inmiscuirse en ACT UP!, una organización de avanzada que buscaba ampliar los derechos de la comunidad LGBTIQ+ y donde se gestaba el “caucus latino”.
“En vista de que el Gobierno no estaba haciendo nada, me metí a ACT UP!, ya eran los años 90… llega este grupo de latinos y latinas para lidiar con una agenda específica del Sida en los latinos”, indica. “Me cambió la vida”.
A pesar de ser diagnosticado, César reconoce que nunca se ha enfermado al extremo. Lleva 31 años viviendo con VIH. Se ve un hombre fuerte, sano. Labora como trabajador social clínico.
“Probablemente me voy a morir de otra cosa, menos de Sida”, señala, al tiempo que recuerda que el grupo de latinos se enfocó a allegar información a los hispanos, además de buscar que tuvieran acceso a medicamentos, porque de nada servía que se aprobaran si esa comunidad no tenía atención médica. Tampoco se enfocaron a hombres, porque había niños y mujeres infectadas. Hubo que ampliar la agenda.
“Los hispanos eran considerados extranjeros, incluso la gente de Puerto Rico, que territorio estadounidense”, lamenta y señala que entre esa misma comunidad la cultura los hacía mirar hacia otro lado. “Yo sentí que no había un tema de urgencia entre los hispanos, quizá la parte religiosa… mientras tanto la gente se seguía muriendo”.
¡A actuar!
César recuerda que el activismo se centró en proporcionar información, hacer consciencia de que había un problema y presionar para que los hispanos tuvieran acceso a servicios médicos.
“Participamos en el desfile puertorriqueño… fue estupendo, fue fantástico, porque irrumpimos, porque no sabías qué iba a pasar. Éramos los primeros, un monto de maricones que traen toda esta información de denunciar y mostrar que el Sida era una crisis grave en la comunidad latina”, narra. “Queríamos decir que está bien celebrar y tocar música, pero no te olvides de lo que está pasando por debajo. Tuvo una recepción fantástica, pero no de los organizadores… nos gritaron, nos aventaron botellas, pero de echarnos, pero no lo lograron”.
Los más de 5,000 panfletos que llevaron se terminaron, también repartieron condones y, por supuesto, bailaron, disfrazados de diversos personajes. “Yo iba como una monja”, recuerda divertido.
El “caucus latino” viajó a Puerto Rico a informar sobre el problema de salud. Lo que encontraron en la isla fue devastador. “La situación en ese tiempo en Puerto Rico era espantosa”, porque la gente no se informaba y mucho menos tenía acceso a atención médica. El grupo que oscilaba de entre 20 y 40 personas ayudaron a que eso se redujera.
Alrededor del año 94, el “caucus latino” comenzó disolverse, por dos razones: la gente se moría y los restantes estaban desgastados. César siguió participando en ferias de información, incluso en otros estados.
Él se reconoce a sí mismo como un activista cansado. Aquellos años ayudaron a abrir puertas a hispanos en atención médica, pero el costo fue muy alto para quienes dieron vuelta a esas llaves.
Actualmente no hay un “caucus latino” en ACT UP! Un activista de la organización me miró extrañado cuando le pregunté por ese grupo dentro de la asociación. “¿Caucus latino?”, expresó. Sí, insistí durante un evento en The Stonewall Inn, en memoria de los fallecidos en el ataque en el bar Pulse, en Florida. “No, nada de eso”, respondió tajante sin decir su nombre. Aquel movimiento del que César habla parece no haber tenido una segunda parte.