“Convivo con amenazas de muerte porque soy feminista”
El hombre que quería destruir la vida de Lola Aronovitch fue condenado a pasar 41 años en prisión, pero eso no impidió que un grupo de troles violentos y sexistas siguiera amenazando su vida
En abril de 2011, Wellington Menezes de Oliveira, de 23 años, fue hasta su antigua escuela en Realengo, Río de Janeiro, y entró diciendo que necesitaba una copia de su certificado escolar.
Como exalumno, no tuvo problemas para que le dejaran pasar. Los estudiantes, de entre 11 y 15 años, se acababan de sentar para las clases de la mañana.
Wellington habló brevemente con uno de sus antiguos profesores y después caminó entre los pasillos de la escuela, mirando en las clases de la primera y segunda planta.
Entró en una de ellas, armado con dos revólveres, y empezó a disparar a los alumnos.
Wellington mató a ocho estudiantes ahí y siguió su camino hasta una segunda clase, donde mató a otros cuatro. Llevaba un cinturón de munición y una mochila llena de más municiones.
Los brasileños no tenían idea de por qué Wellington había hecho una matanza antes de suicidarse. Los medios de comunicación y los expertos especularon sobre la salud mental del asesino y citaron la psicosis, el bullying y el fundamentalismo religioso como explicaciones de sus acciones.
Wellington no hizo público qué lo llevó a cometer el primer tiroteo masivo de Brasil en una escuela. Pero la violencia no terminó ahí.
Una matanza que conmocionó al país
El día después de la masacre, Dolores (Lola) Aronovich, profesora universitaria en la ciudad de Fortaleza, publicó en su blog personal que la “tragedia” en Realengo debía ser tratada como un crimen de odio.
Señaló los relatos de niños y niñas que habían sobrevivido al tiroteo que dijeron que el atacante apuntó a la cabeza de las niñas y las extremidades de los niños. Wellington había ido directamente por las niñas (asesinó a diez niñas y dos niños).
Aronovitch había tenido sus propios encuentros en internet con gente como Wellington. De lo que aún no se daba cuenta era cuán estrechamente relacionados estaban los troles con el atacante de Realengo.
Desde 2008, Aronovitch tenía un blog en el que frecuentemente publicaba sobre temas feministas.
Solía tener comentarios llenos de odio cada vez que lo hacía.
Descubrió que los haters que la atacaban se reunían en foros en internet llamados chans y comunidades en Orkut, una plataforma social popular en Brasil en ese momento.
Sus publicaciones estaban llenas de odio hacia las mujeres, los negros, los gays, los judíos y los hombres que se sometían a los deseos de las mujeres, a quienes llamaban “manginas”.
Eran particularmente misóginos y emulaban los blogs de la llamada alt-right estadounidense en un amplio rango de categorías: hombres supremacistas, activistas de los derechos de los hombres y célibes involuntarios o “incels”.
Creían que el mundo está gobernado por mujeres, y los hombres son manipulados y subyugados a través del sexo.
El sexo era visto como algo que pertenece a los hombres y pensaban que los hombres tenían el derecho de forzar a las mujeres a participar.
Antes de su crimen, el atacante de Realengo había estado consultando un blog particularmente tóxico dirigido por los líderes de una secta cibernética llamada Homini Sanctus, u hombres santos. Sus nombres reales eran Marcelo Valle Silveira Mello y Emerson Eduardo Rodrigues Setim.
Estos hombres serían el centro de la persecución a Aronovitch.
Propagando odio
Marcelo, analista de tecnologías de la información, no era desconocido para la policía cuando se produjo la masacre de Realengo: había sido condenado por racismo en 2009 pero no había sido encarcelado alegando razones de salud mental.
Haciéndose pasar por un blogger llamado Silvio Koerich, Marcelo y Emerson aconsejaban “violaciones correctivas” para lesbianas, hacían apología de la pedofilia y publicaban imágenes de decapitaciones y relaciones sexuales con animales. Operaban varios sitios web bajo diferentes seudónimos.
Tras la masacre de Realengo, varios sitios web misóginos fueron desconectados, ya que se temían que sus administradores estaban vinculados con el crimen. Pero Marcelo y Emerson regresaron más tarde, declarando que Aronovitch sería “la próxima” en su lista de exterminio.
Ella empezó a recibir mensajes diarios con abusos y frecuentes amenazas de muerte de troles en internet, incluidas ilustraciones gráficas de lo que querían hacerle.
Decidimos publicar dos de esas imágenes en esta historia pero advertimos que pueden perturbar la sensibilidad de algunos lectores.
En agosto de 2011, un usuario llamado Kyo ofrecía 5.000 reales -US$3.130 al tipo de cambio de la época- al hombre que la tirara al suelo y se sentara sobre ella como un vaquero sobre una vaca en un rodeo. Esto se refería a una burla misógina conocida como “rodeo sobre mujeres gordas” que se había realizado en una prestigiosa universidad unos meses antes.
Pero Marcelo y Emerson no se salieron con la suya por mucho tiempo. En marzo de 2012, ambos hombres fueron arrestados durante una redada policial nacional llamada Operación Intolerancia y condenados a seis años y medio de prisión.
Fueron liberados después de poco más de un año, y tan pronto como salieron libres, se comprometieron a buscar venganza.
“Su misión era destruirme”
En 2013, Marcelo fundó su propio chan, el Dogolachan.
“Todos los días discutía sus planes para un ataque, lo que me haría y cuánto pagaría a las personas que nos mataran a mí y a mi esposo”, recuerda Aronovitch. También amenazaron a su madre, de 84 años.
“Su misión era destruirme”, le dijo a la BBC.
Los investigadores que registraron la casa de Marcelo en Brasilia encontraron planes para atacar la principal universidad de la ciudad, la Universidad de Brasilia (UNB), apuntando a estudiantes a los que llamaban “zorras” e “izquierdosos”.
Solo unos días después, el 1 de abril, la UNB suspendió las clases después de recibir amenazas de bomba.
Las amenazas también continuaron llegando para Aronovitch, incluso mientras Marcelo y Emerson estaban en prisión. De vez en cuando le enviaban pizzas y una vez un bote de gas. Era una forma de decirle que sabían dónde vivía.
Marcelo ordenó a los nuevos integrantes de su foro en internet hacer acusaciones falsas de abuso sexual contra Aronovitch. Uno de ellos grabó un video haciéndose pasar por su hijo “abandonado”, diciendo que lo había abandonado por su género.
En 2015 creó un sitio web a nombre de Aronovitch, en el que defendía el aborto para los fetos de sexo masculinos, la castración de los niños y la quema de biblias. El sitio contenía su dirección y número de teléfono reales.
Las cosas se pusieron aún más tensas antes de su aparición en un evento sobre los derechos de las mujeres en Río de Janeiro. Los organizadores casi cancelaron el acto después de que Lola descubrió que uno de los seguidores de Marcelo había propuesto un plan elaborado para organizar un ataque.
Después de algunas dudas, se decidió que el evento debería seguir adelante. Había un gran operativo de seguridad y cinco guardias armados vigilaban a Aronovitch todo el tiempo.
“Si lo hubieran cancelado, habría sido el final de todos los eventos feministas en Brasil. No podemos cambiar nuestra rutina por su culpa”, dice ella, desafiante.
¿Dónde está la policía?
Entre enero de 2012 y abril de 2017, Aronovitch denunció a Marcelo y a su grupo ante la policía 11 veces, pero sus intentos fueron inútiles porque no estaba claro quién debía investigar el caso.
La policía del estado de Ceará, donde ella vive, no tienen una unidad de cibercrimen, y los agentes especializados en violencia contra las mujeres dijeron que su casa caía fuera de su jurisdicción.
Mientras tanto, el falso blog crecía en popularidad, compartido en redes sociales por nombres de la derecha como Olavo de Carvalho, el mentor del actual presidente de ultraderecha de Brasil, Jair Bolsonaro.
Su caso ganó más visibilidad. Fue llamada a declarar en el Congreso y, a principios de 2016, se presentó un proyecto de ley que ordenaba a la Policía Federal investigar la misoginia en internet.
Las amenazas de Marcelo ahora se extendían a cualquiera que tuviera contacto con ella: intimidaba a las mujeres que comentaban en su blog, a sus abogadas, incluso a las agentes que firmaban sus informes policiales.
Un nuevo channer llamado GOEC apareció en la escena con una habilidad particular para el “doxxing”, es decir, encontrar y publicar información privada de personas, como nombre y dirección, con intenciones maliciosas.
Dos días antes de la Navidad de 2016, la universidad donde Aronovitch daba clases en Fortaleza fue puesta en alerta máxima después de que el decano recibió una amenaza de bomba y le dijeron que “pasaría la Navidad recogiendo cadáveres de estudiantes” si no la despedía.
Por extraño que parezca, Marcelo llegó a demandar a Aronovitch dos veces en 2017.
En una de esas ocasiones, fue convocada a comparecer ante el tribunal en Curitiba, la ciudad donde vivía Marcelo. A medida que se acercaba el día, ella comenzó a recibir llamadas anónimas preguntando si iba a asistir a la audiencia.
“Mientras tanto, estaba leyendo en el chan lo que querían hacerme en Curitiba”, dice Lola. “Si me matarían a las puertas del palacio de justicia; o si me seguirían al hotel; o si me secuestrarían para ser torturada, violada y asesinada, o si me violarían después de haberme matado”.
Ella nunca asistió a la audiencia. Dice que el caso fue abandonado después de muchos inconvenientes.
Condena
En mayo de 2018, la policía federal brasileña finalmente arrestó a Marcelo durante una operación llamada Bravado.
Fue acusado de seis cargos incluyendo terrorismo, racismo e incitación al odio y a la pedofilia, y condenado a más de 41 años de cárcel en diciembre. Además, debe permanecer recluido mientras sus abogados apelan la condena. Se cree que Emerson ha huido del país.
Esa noche, André salió a las calles de Penápolis, una ciudad del estado de Sao Paulo, y se acercó a dos mujeres. Mientras intentaban alejarse de él, sacó una pistola y le disparó a Luciana de Jesus do Nascimento, de 27 años, en la nuca. Ella murió después de 20 días en cuidados intensivos.
Momentos más tarde, emboscado por la policía, se disparó en el pecho. André era el verdadero nombre de Kyo, el channer que había ofrecido dinero a cambio de alguien que realizara la broma del rodeo a Aronovitch.
Derechos humanos en una encrucijada
Incluso después del arresto de Marcelo, Dogolachan sigue existiendo y difundiendo odio en la red oscura. Los investigadores dicen que fue visitado por dos asesinos que mataron a tiros a ocho personas y luego se suicidaron en una escuela a las afueras de Sao Paulo en marzo.
Las fuerzas de policía de Brasil dicen que no tienen recursos para monitorear los foros extremistas en internet.
Aronovitch, por su parte, dice que está orgullosa de la ley que lleva su nombre, pero ha hecho poco por los defensores de los derechos humanos en Brasil.
De hecho, las amenazas han aumentado nuevamente en el período previo a la elección de Bolsonaro como presidente de Brasil, en octubre pasado. Un autodenominado “homófobo orgulloso”, el presidente amante de las armas de fuego prometió librar a Brasil del activismo y la “ideología de género”.
Defensores defensores de los derechos humanos ya han dejado el país aludiendo a las amenazas de muerte cada vez más creíbles contra ellos y sus familias por extremistas.
Uno de ellos fue Jean Wyllys, congresista y activista por los derechos de los homosexuales que era amigo íntimo de Marielle Franco, la concejala de Río asesinada en marzo de 2018. Su asesinato sigue sin resolverse.
Débora Diniz, profesora de la Universidad de Brasilia que hizo campaña para despenalizar el aborto en las primeras 12 semanas de embarazo, también tuvo que huir del país tras las amenazas de muerte. Dijo que lloró la primera vez que tuvo que salir de su casa con un chaleco antibalas.
“Mi lucha está aquí”
Pero Aronovitch sigue viviendo en Fortaleza bajo un programa de protección gubernamental para defensores de los derechos humanos. Con frecuencia usa una camiseta que dice “lucha como una chica” y le dice a la BBC que no tiene intención de abandonar Brasil.
En marzo pasado, la UNB organizó una serie de charlas con ella y desplegó a 30 guardias armados para vigilar el evento, que tuvo lugar en dos campus diferentes.
Les habían dado la imagen del hombre que había prometido organizar un ataque suicida y matarla. La activista viajó junto a cuatro guardaespaldas en un convoy de tres autos.
“Prefiero vivir en un mundo donde pueda expresar mis opiniones sin ser amenazada”, dice Lola. “Pero han pasado ocho años y ya estoy acostumbrada”.
“Es muy malo acostumbrarse a estas cosas, pero después de todo Brasil es el país en el que elegí vivir. Mi vida está aquí y mi lucha está aquí”.
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