Logra la residencia permanente tras probar que no tiene tuberculosis

Salvadoreña cuenta todo lo que tuvo que pasar para llegar a EE UU en su viaje por una mejor vida

Teresa Beatriz Molina Flores muestra contenta su green card. / foto: Aurelia Ventura.

Teresa Beatriz Molina Flores muestra contenta su green card. / foto: Aurelia Ventura. Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinión

La sospecha de que podía tener tuberculosis metió a Teresa Beatriz Molina Flores en un torbellino de nervios a un paso de obtener la residencia permanente, pero cuatro meses después de que los exámenes médicos probaron que no padecía la enfermedad, pudo finalmente arreglar su estatus migratorio.

“Estoy tan contenta que quisiera abrazar a todo mundo. Siento como que la casa en la que vivo se le ha ampliado el acceso a otras áreas”, dice Teresa, radiante de alegría.

Por momentos, cuando mira su tarjeta de residente permanente, aún no lo puede creer y se pregunta, “¿yo, lo logré?”.

Como muchos inmigrantes, Teresa de 35 años vivió toda una odisea antes de llegar a los Estados Unidos. 

Dejó El Salvador en 2013, después de que empezó a ser extorsionada en el puesto de pupusas que tenía en un mall de la capital salvadoreña. 

Teresa Beatriz Molina Flores está que no cabe la felicidad por contar con su residencia permanente(Aurelia Ventura/ La Opinion)

“Mis padres ya habían muerto. Lo que ganaba, no me alcanzaba. Tenía las amenazas de las pandillas y no había podido terminar mis estudios de psicología”, comenta.

Acompañada por un amigo, inició el viaje hacia el norte a los 29 años de edad.

“En el sur de México, nos subimos a “La Bestia” [también conocido como el tren de la muerte donde los inmigrantes centroamericanos viajan en el techo]. Iba con mucho miedo porque nos habían dicho que en la medianoche podíamos ser asaltados”, recuerda.

Después de una de las noches más difíciles de su vida, descendieron de “La Bestia” y abordaron un autobús, pero ahí les cayó la Migra mexicana, y a ella y a su amigo los deportaron a El Salvador.

“¡No puede ser!”, decía yo. Ya en El Salvador, pese a que sus familiares le decían que ya no se regresara, ella estaba decidida a venir a los Estados Unidos. 

“Un tío me dio 300 dólares, y con eso volví a regresar. Mi amigo que me había acompañado la primera vez, decidió de nuevo hacer el viaje conmigo”, dice.

Teresa Beatriz Molina Flores se llenó de alegría cuando supo que no tenía tuberculosis (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Sin embargo, al reingresar a México y unirse a un grupo de unos 10 inmigrantes que venían en busca del sueño americano, fueron asaltados por unos hombres encapuchados y con armas, que los despojaron del dinero que traían.

“A las tres de la mañana nos asaltaron, cuando caminábamos en la carretera”, dice.

Les tomó como 10 horas llegar a “La 72”, una casa para migrantes administrada por franciscanos en Tenosique, Tabasco, uno de los puntos más peligrosos en la ruta migratoria.

“Yo le conté al padre Tomás del asalto sufrido y que no teníamos dinero. Él nos dijo que si nos atrevíamos a denunciar, eso nos podía ayudar a obtener una visa humanitaria y salvoconductos”, recuerda.

También nos puso en contacto con el cónsul de El Salvador que tiene oficinas en Tabasco. “El padre y el cónsul nos ayudaron a poner la denuncia, y con eso iniciamos los trámites para la visa humanitaria que me permitiría permanecer y viajar por México sin riesgo de ser deportada”, platica.

Mientras el proceso continuaba, Teresa consiguió empleo de medio tiempo en el consulado y ayudaba en lo que podía en la Casa del Migrante “La 72”.

“Ya cuando tuve la visa humanitaria, tomé un autobús a la Ciudad de México, y de ahí fui a Durango, donde permanecí como un mes con una familia que me ayudó mucho. Mi amigo decidió regresar a El Salvador. A los dos años, lo asesinaron”, dice.

Teresa Beatriz Molina Flores muestra la carta que certifica que no tiene tuberculosis. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Después viajó a Nuevo Laredo donde se puso en contacto con una coyota que la ayudaría cruzar el río Grande.

“Después de tres intentos fallidos, una madrugada pudieron cruzar el río, abordo de neumáticos. Luego caminamos toda la noche, y cuando nos dividieron en grupos, migración nos agarró. Iban en caballos y llevaban perros, recuerda.

A Teresa y al resto del grupo de inmigrantes se los llevaron detenidos. “Yo pedí asilo y me dieron una entrevista de miedo creíble”, comenta.

La mantuvieron retenida en un centro para mujeres durante tres semanas hasta que la dejaron salir libre y la entregaron a una prima en Los Ángeles.

Así después de seis meses de haber salido de El Salvador, logró llegar a Estados Unidos. 

“Era solo la primera mitad de mi sueño”, dice.

Teresa Beatriz Molina Flores con su hijo Steve Portillo Molina, nacido en los Estados Unidos(Aurelia Ventura/ La Opinion)

En la segunda corte del migración a la que se presentó,  se encontró con una hondureña que había estado detenida en el mismo centro que ella. “La miré con el abogado de migración Eric Price y me dio buena espina. Dije sí está defendiendo a mi amiga, es porque es bueno”.

La salvadoreña consiguió una tarjeta de presentación y fue a verlo para una consulta sobre su caso.

Sin embargo, no pudo obtener el asilo político, pero sí le dieron un permiso de trabajo. 

Lo que no imaginaba es que al año de haber llegado a Los Ángeles, conocería en su congregación religiosa a César, un inmigrante de Guatemala que ya era ciudadano estadounidense. 

“Nos casamos y tuvimos un hijo Steven, que ahora tiene tres años. Yo no quería que mi esposo me arreglara los papeles para que no pensara que había otro interés, pero de él salió solicitar mi residencia para que pudiéramos ir a visitar a su familia a Guatemala”, dice.

Teresa Beatriz Molina Flores disfruta con su hijo Steve Portillo Molina de tres años su residencia en los Estados Unidos. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

En 2017, el abogado Eric Price presentó una petición familiar para que finalmente Teresa pudiera obtener su residencia.

“Me aprobaron aquí el perdón, pero tenía que ir a una entrevista a la embajada de Estados Unidos en El Salvador”, dice.

A principios de noviembre de 2018, Teresa partió ilusionada a El Salvador con su hijo Steven.

“Pasé mi entrevista, pero no me pudieron dar la residencia permanente porque me salió una mancha en el pulmón que indicaba que podía tener tuberculosis. Yo no podía creer que eso me estuviera pasando. Me puse a orar a todos los santos”, expone. 

La joven madre iba por un mes a El Salvador. Ahora tenía que esperar tres meses por los resultados de los exámenes.

“Después de la larga espera, se demostró que no tenía tuberculosis. Un mes después me aprobaron la residencia en la embajada. Yeeeh, ya tengo mi green card, grité de alegría”, cuenta.

Regresó jubilosa a Los Ángeles a reunirse con su esposo. Pero a los días, su felicidad se interrumpió momentáneamente cuando se enteró que las autoridades sanitarias del condado de Los Ángeles la andaban buscando con urgencia.

Teresa Beatriz Molina Flores celebra su residencia permanente después de seis años de haber entrado al país como solicitante de asilo. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

“Habían recibido una alerta de Migración de que podía tener tuberculosis. Otra vez me tuvieron que hacer exámenes. Después del susto, esta semana, me avisaron lo que yo ya sabía, no tenía tuberculosis ni ninguna enfermedad”, dice.

Fue en ese momento, cuando Teresa asegura que soltó el cuerpo y suspiró profundamente. 

“Pasé por muchos momentos de peligro durante el recorrido de El Salvador a Estados Unidos, pero como ya no tenía a mis padres, no estaba casada, no tenía hijos, decidí arriesgarme a venir, a sabiendas de que iba a sufrir. Nunca tuve en mi mente el sueño americano. Me atreví a buscarlo por las amenazas y porque no tenía dinero en mi país. Si no lo hago, dije, nunca voy a saber si pude”,afirma.   

De estar enferma(o)…

El abogado en migración Erick Price explica que cuando a un inmigrante, que viaja a la embajada de EEUU en Ciudad Juárez, El Salvador u otro país por el perdón para obtener su green card, se le encuentra enfermedades (como tuberculosis, sífilis y gonorrea) tiene que someterse a tratamiento médico.

“Una vez que un médico autorizado firma que están libres de enfermedades, el inmigrante de nuevo solicita la entrevista de residencia en la embajada”, dice.

Libre de enfermedades contagiosas, si el inmigrante cumple con todos los requisitos, no tiene problemas para obtener su residencia y regresar a EEUU.

“Normalmente, Estados Unidos pide estar libre de enfermedades contagiosas, con el fin de que el mal no se siga esparciendo”, indica.

Lo único que sucede cuando se detecta una enfermedad de este tipo, es que el tiempo de permanencia fuera de EEUU y el proceso para la residencia, se retrasa varios meses, agrega.

   

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