Dan voz y rostro al México de los deportados
MÉXICO – Son padres y madres de familia, cantantes, deportistas, empresarios o gente de campo. Mujeres víctimas de violencia doméstica, estudiantes, chefs, limpiadores y otros oficios que durante décadas no han tenido voz. Ni rostro ni nombre. Sólo un número: uno entre los cientos de deportados que echan cada día desde Estados Unidos.
Hasta hoy. Un proyecto de la Universidad de California Davis, con apoyo de otras organizaciones en México y Estados Unidos recorrió las fronteras y algunas otras ciudades que acogieron a los repatriados para crear un compendio en video documental con sus historias que puede consultarse en AQUI.
“Queremos que se sepa quienes son, lo que han pasado, lo que han sufrido y como ha salido adelante”, dijo Robert Irwin, responsable del Departamento de Español y Portugués y coordinador del proyecto que se presenta en estos días en México.
El país acoge cuatrocientos repatriados en promedio diario durante 2019. Más de 600, el año pasado cada 24 horas. “Es un drama de familias”, dijo Jessica Nalbach, una madre estadounidense oriunda de Florida, quien vino a México para seguir a su esposo deportado. “Tenía que decidir entre dejar a mis dos hijos sin padre o venir a Ecatepec ––uno de los municipios más peligrosos del país–– y vine para acá aunque hoy tenga que ser el principal sostén de la casa porque él no encuentra trabajo”.
El gobierno mexicano canceló desde enero de este año todos los proyectos de apoyo a migrantes y no se prevé ninguno para el próximo año. “Están solos”, advirtió Irwin.
Tan solos como el día que Rocío Santana regresó a su pequeño hijo a vivir nuevamente en Estados Unidos. Ella había sido deportada y se instaló en Tijuana. Al poco tiempo lo mandó a traer, pero cuando el niño llegó, la madre no tenía trabajo, ni casa. Tampoco encontraba una escuela bilingüe y el chico no entendía nada. “Lo regresé”, cuenta para Humanizando la Deportación.
Las cápsulas del proyecto buscan retratar la más amplia variedad de perfiles. Saltan de casos que se complicaron por “errores involuntarios” como contratar al abogado equivocado hasta casos totalmente accidentados.
José Castro, de 38 años, fue detenido por agentes de ICE cuando fue a visitar a su hermana de California a Colorado en un autobús. Se subieron a pedir documentos que un indocumentado no tiene. Luego vino un largo proceso en corte que él peleo hasta que se hartó y regresó por su voluntad a México. Aquí extrañaba a su familia, volvió y lo deportaron.
“Me di cuenta entonces que Odio a Estados Unidos. No pertenecemos ahí y si lo aceptamos pronto es mejor”, reconoce.
Otros casos son dramas de arrepentimiento. El michoacano Miguel es uno de ellos. “Siempre tenía los mejores trabajos y los desaproveché” describe en un largo testimonio en el que reconoce su adicción al alcohol y las drogas, dos vicios que lo llevaron a vivir en la calle y a sobrevivir como vendedor de cocaína y metanfetaminas.
No faltan los rostros de éxito y de realización personal que van más allá del dinero como “El Bailarín de Ciudad Juárez” que aprendió a ser feliz en la repatriación y el desempleo imitando al cantante Juan Gabriel, adaptado a la realidad local. “No queda de otra”, dice.