El valor científico de las “corazonadas”
Mientras el cerebro ordena, clasifica y hace una labor más estructurada, el corazón sintetiza y trabaja con la intuición
Se dice que “una corazonada” hizo que los creadores de Batman decidieran dejar vivo al Joker, hoy convertido en uno de los personajes más siniestros del cine. No por gusto, la nueva película se presenta como uno de los grandes estrenos cinematográficos del año.
Cuando intuimos algo, decimos que tenemos una corazonada. Y es que se ha demostrado que el corazón siente, piensa y decide. Así como lees. Estudios recientes confirman que el corazón tiene su propio cerebro. Allí se concentran cerca de 40.000 neuronas sensoriales y una red de neurotransmisores con funciones muy concretas, que se comunican con el cerebro. Las llaman “el pequeño cerebro del corazón”.
Sucede que entre estos dos órganos hay una comunicación que trasciende lo físico y nos lleva a los espacios de la intuición y del alma. ¿De qué manera los científicos explican este fenómeno?
Los estudios de neurociencias resultan fascinantes. El Instituto Heartmath, una organización que ha dedicado 30 años al estudio de la relación entre el cerebro y el corazón, publicó recientemente una investigación sobre coherencia cardiaca, mindfulness, coherencia, relajación y estado anímico de cada individuo. En el taller, de tres horas, participaron 13 personas, de entre 26 y 62 años de edad.
Gracias a la medición y a la recolección de datos cuantitativos y cualitativos, se demostró que todas las variables mejoraron de manera considerable, y que cada individuo reportó una sensación de bienestar y relajación posterior al taller.
Pero, que el corazón “piense” no significa que lo haga de igual manera que el cerebro. De hecho, ambas inteligencias se complementan. Mientras el cerebro ordena, clasifica y hace una labor más estructurada, el corazón sintetiza y trabaja con la intuición.
Pero ¿cómo podemos mejorar el equilibrio entre ambos órganos? Pues practicando actividades como el yoga, la meditación, el mindfulness, la respiración chikung y el taichí, que justamente buscan la sincronización entre cerebro y corazón.
El cerebro es nuestro contenedor intelectual, pero es el corazón el que impulsa a la acción desde el amor. Por eso comparto esta idea de Nisargadatta, maestro espiritual de la India: “La cabeza construye el puente, pero es el corazón el que lo cruza”.
Si la coherencia mente-corazón es un hecho real, refrendado por la ciencia, ¿por qué vivir entonces divorciados de la verdad? Seamos más empáticos, escuchemos más lo que nuestro corazón tiene que decir al cerebro.
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