Por qué decidí confesar que me violaron a los 7 años seis décadas después
Una periodista ghanesa relata la experiencia de haber sido violada cuando tenía siete años. Lo hace con la esperanza de romper tabúes y evitar que haya otras víctimas
Fue violada a los siete años, pero ha sido seis décadas más tarde que se ha decidido a contar la traumática experiencia.
La periodista, columnista de la BBC y exministra del gobierno de Ghana, Elizabeth Ohene, explica en este artículo las razones. Este es su relato.
No estoy muy segura de haber considerado cuál sería el efecto en caso de hacer pública la historia de mi abuso sexual el miércoles pasado, en la columna semanal que escribo para el periódico de circulación más grande de Ghana, el Daily Graphic.
Soy una mujer de 74 años y estaba contando algo que sucedió hace 67 años.
Uno de mis mejores amigos me preguntó por qué había elegido liberarme de mis recuerdos. Me cuentan que mi historia es difícil de leer.
Por lo tanto, si he podido guardarla para mí durante 67 años, ¿por qué la contaba ahora? ¿Por qué no llevármela a la tumba?
Mi historia
No estoy segura de querer descargar mi pasado en un público desprevenido. Había decidido hace mucho tiempo que tenía la responsabilidad de contar esta historia con la esperanza de que una niña en algún lugar estuviera protegida de sufrir lo que yo pasé.
Así que primero contaré mi experiencia para luego intentar explicar por qué la cuento ahora.
En 1952, yo era una niña feliz de siete años viviendo con mi abuela en nuestra aldea. Un día, un hombre de la famila que vivía en la puerta de al lado me agarró hacia su habitación y me toqueteó.
Tengo dificultades con la terminología para describir lo que me pasó. En aquel momento, no puedo decir que sabía lo que él había hecho, no tenia un nombre para ello. Ni siquiera tenía un nombre para la parte de mi cuerpo que había sido violada.
Solo sé que empujó sus dedos ásperos y de uñas rotas dentro de mi vagina.
No recuerdo que dijera algo, lo que se ha quedado conmigo 67 años después es el olor de su cuerpo y sus dedos toscos y sus uñas rotas.
Hoy comprendo lo que ese hombre hizo y una de mis frustraciones es que las reglas sociales no me dejan describir exactamente lo que sucedió, reduciéndome a emplear palabras como “deshonra” y “abuso sexual”
Mi abuela me devolvió la salud, al menos la física. No le dije nada de lo que pasó. La mañana siguiente, mientras ella me duchaba, notó cómo me salía pus de la vagina y determinó que se trataba de una infección.
No me preguntó si había pasado algo, solo se centró en recuperar mi salud. Quizás es que no imaginó que algo tan perturbador le podía haber pasado a su nieta favorita.
Años más tarde, ya de adulta, tratando de entender el incidente, esa fue la conclusión a la que llegué. Era la explicación más fácil.
La siguiente vez pasó cuando tenía 11 años. Fui violada, fue violento y fue el mismo hombre.
Ahí está, fui capaz de decirlo.
No puedo decir que entendí el segundo incidente mejor que el primero, pero una fue carga mayor y creo que estuve en peligro de lo que ahora llamaría un trauma psicológico.
Pero supongo que es justo decir que no fui irremediablemente dañada por estas experiencias.
He logrado lo que se consideraría como un éxito razonable en mi vida como periodista, escritora y funcionaria. Tengo 74 años y, si muriera hoy, mi obituario se titularía “Celebración de vida” o “Llamado a la gloria”.
En otras palabras, se diría que he tenido una vida plena.
Entonces me preguntan: ¿por qué revelar ahora un asunto tan desagradable y sucio?
Creo firmemente que existe una escandalosa aceptación del abuso de niños en nuestra sociedad como algo normal. En específico, las niñas se encuentran en riesgo de los hombres adultos. Es algo de lo que no queremos hablar.
Recientemente ha habido intentos de enfrentar el fenómeno, pero la tarea se antoja cuesta arriba. Si se abusa de un niño y algún valiente se atreve a denunciarlo a la policía, la persona termina presionada por las autoridades para retirar el caso, alegando que es mejor “resolverlo en casa”.
Si insistes en que se procese al abusador, corres el riesgo de caer en el ostracismo en la familia. Por eso es que muchos de estos casos nunca llegan a tribunales ni son procesados con éxito.
Temo porque otros niños de siete o incluso tres años pasen por lo que yo experimenté hace ya tanto tiempo.
Indignación por la homosexualidad, pero no por los abusos
Creo que esta situación persistirá hasta que no estemos listos para hablar de ello. En Ghana existe una gran reticencia a hablar de sexo al menos que sea para expresar disconformidad sobre la homosexualidad.
Sí diría que existe un consenso general sobre que los ghaneses no toleran al colectivo LGBT dentro de su sociedad. Un estudio de Pew Research determinó que solo el 3% de la población en Ghana dice que la homosexualidad debe ser aceptada.
La comunidad religiosa está muy unida y existe la sospecha de que la educación sexual en las escuelas primarias no solo va en contra de nuestra cultura y es “antighanesa” sino que también es un intento de introducir la homosexualidad en nuestra sociedad por la puerta de atrás.
Recientemente, el país vivió una histeria colectiva tras filtrarse que se intentaría introducir algo llamado Educación Sexual Exhaustiva dentro del currículo escolar. Las reacciones hicieron que el presidente, para calmar las cosas, negara cualquier intención de implementar algo parecido.
Pero es difícil levantar una pasión así sobre el abuso en relaciones heterosexuales, especialmente cuando la balanza de poder está desequilibrada en contra de la mujer.
Me llena de humildad si serví de ayuda
La reacción a mi historia ha sido abrumadora. Todos se sienten incómodos con ella. Es una historia incómoda, contarla es incómodo y no estaría sorprendida si leerla también lo es.
Algunos me han dicho que soy valiente por revelarla. Me ha tomado 67 años reunir el coraje para hacerla así que no estoy segura de dónde está la valentía.
Otros han dicho que es injusto que ponga en el espacio público algo tan sucio. No tengo nada que comentar sobre eso.
Muchas personas, la mayoría mujeres, me han agradecido y dicho que les ha dado el coraje para lidiar con sus propios demonios personales. Eso me llena de humildad.
Si esto conduce a una mayor apertura para hablar de prácticas sexuales y capacita a los niños para lidiar con el abuso, entonces realmente me iré a la tumba como una mujer feliz.
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