Las mujeres padecen más la precariedad de la venta ambulante

Son mayoría en varios condados de la ciudad pero tienen menos licencias

Si la Ciudad aprueba la concesión de nuevas licencias de venta ambulante (ahora limitadas por un techo) de acuerdo con el proyecto legislativo 1116 habrá 400 nuevas cada año en la próxima década y estarán a nombre de quien las obtuviera.

En ese caso probablemente en el medio plazo la mayoría llevará el nombre de mujer latina o asiática.

Ese es el perfil medio del vendedor ambulante. No en Manhattan pero si definitivamente en condados como Queens, Brooklyn y El Bronx donde lo habitual es ver a las mujeres al frente de carritos de comida y venta de fruta entre otras ofertas ambulantes.

No hay datos exhaustivos sobre la cantidad de mujeres que se dedican a esta tarea pero como explican en su último informe sobre el sector el Street Vendor Project (SVP) del Urban Justice Center “como muchas formas de empleo informal en todo el mundo, este es un trabajo de mujeres”. En Corona, Queens, son el 79% de los vendedores ambulantes, según ha certificado el SVP.

Las mujeres eligen esta forma de trabajo “porque tiene barreras muy bajas para entrar, es auto empleo y prevé la flexibilidad que muchas mujeres necesitan para atender a su familia”, explica el informe de este grupo.

El problema es que de las 46,000 personas que recibieron licencias para puestos móviles de comida entre 2000 y 2018 solo el 22% fueron mujeres. El número de licencias ha tocado su techo y muchas personas operan con licencias de otros o sin ellas. Muchos vendedores pagan hasta $25,000 por alquilar un permiso de dos años que cuesta oficialmente $200.

Las mujeres no suelen tener esos permisos, de hecho el 72% de las que han hablado durante ocho meses (desde noviembre de 2018 hasta junio de 2019) con el SVP, no lo tiene por lo que no es casual que reciban hasta el 57% de las multas que se imponen por este motivo.

Eso las hace mucho más vulnerables porque a los riesgos que tiene el trabajo continuado en la calle se une este componente de precariedad que llega cuando llueven las multas o se requisan los materiales con los que trabajan. Cuando los riesgos se hacen realidad se condiciona la vida de muchas familias ya que según el estudio del SVP el 52% de las mujeres que trabajan en venta en la calle son el principal sustento de sus hogares y el 32% la única fuente de ingresos, es decir, para muchos hogares de inmigrantes son el principal pilar económico.

Pero la falta de licencias no es la única grieta de este pilar en el que se asientan muchas familias.

Carla, una de las vendedoras que habló con SVP explicaba que las mujeres “no son respetadas, nos roban, nos pegan, todo”. Esta mujer, que admite que los hombres tampoco lo tienen siempre fácil, explicaba que de vez en cuando alguien agarra su fruta y se va corriendo, sin pagarla. El 44% se siente insegura en su trabajo por la acción de la policía, los inspectores o quienes hacen de ellas presa para el asalto y el abuso.

La precariedad también es económica. De las mujeres consultadas por el SVP, el 42% no tienen seguro médico y el 36% carecen de cuenta en el banco, lo que significa que dependen de la industria financiera no regulada y más cara. Por supuesto, el futuro se tiene que ver con mucha perspectiva porque el 72% no pueden ahorrar para jubilarse.

Desde el SVP no solo se pide a la Ciudad que aprueben la concesión de más licencias (Intro 1116) sino que además se debería cambiar la forma en la que opera la policía que en vez de solo cerciorarse del cumplimiento de las leyes “podrían proteger a los más vulnerables de la sociedad que pueden también servir como ojos y oídos de la policía para que estos fueran tras el crimen de verdad”

Agredida con el tanque de oxígeno

Carla tiene hijos, trabajó en una fábrica que empezó a reducirle la jornada poco a poco hasta que terminó cerrando. “Busqué trabajo pero no encontré nada, solicité muchos puestos pero nada”, dice esta mujer que ha sido una de las que participaron en el estudio hecho por SVP.

Ya llevaba tres años sin empleo cuando se interesó por vender helados. “Una vez en la calle 110 entre Quinta Avenida y Lenox vino una mujer en una silla de ruedas. Pensé que estaba discapacitada pero no lo estaba. La mujer me pidió el helado por 50 centavos”, relata.

Ella se lo negó diciendo que el costo del helado era más caro y ella también tenía necesidades. De acuerdo con Carla la mujer le agredió en la cara con el tanque de oxígeno que llevaba. Una ambulancia la tuvo que llevar al hospital donde le atendieron por una oreja rota. “Y todo porque no se lo vendí por 50 centavos, pero cómo voy a ganar dinero yo? que tengo que empujar el carrito, cansada y sudorosa”.

Carla dice que la policía hizo la vista gorda con su atacante porque creyó que era discapacitada. “No lo era”, explica Carla.

Ingresos inestables

Es una constante del autoempleo. Pero lo es más para aquellos que viven con la precariedad en los talones como los vendedores ambulantes. Una mala semana de lluvias y las economías domésticas, ya normalmente ajustadas, se resienten. El Street Vendor Project certifica que las principales preocupaciones son no poder pagar las facturas, mantener a la familia con salud, poder con la renta y el costo de las licencias.

Cifras:

El 25% ha experimentado acoso por razón de su género o por raza
El 42% no tiene seguro médico

Unos $25,000 es lo que se suele pagar por el alquiler de dos años de una licencia a quien la tiene.

11,697 multas recibieron los vendedores ambulantes en 2018, 711 de ellas por carecer de licencia.

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