Mujeres estudiantes de la UNAM se radicalizan al grito de “alto al acoso y abuso sexual”

Areli Nava un profesor la quiso besar, como lo rechazó, su vida se convirtió en un infierno

Areli Nava (derecha) y Miriam Estrada, dos estudiantes que empujan el fin del acoso universitario.

Areli Nava (derecha) y Miriam Estrada, dos estudiantes que empujan el fin del acoso universitario. Crédito: Gardenia Mendoza | Impremedia

MEXICO.- A Areli Nava un profesor la quiso besar. Ella lo rechazó y lo que siguió fue un infierno. A ojos del catedrático de la Facultad de Estudios Superiores de Cuautitlán, uno de los campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pasó de ser la chica atractiva a la loca que se puso la soga al cuello porque en adelante podría reprobar o hacerle la mala vida.

Areli, de 23 años, buscó desahogarse con una amiga, pero la ligereza del comentario de ésta la dejó confundida: ¡Ah, fue Charlie! ¡Así es Charlie, no le hagas caso“¿O sea que es normal que un maestro te acose? “, se preguntó Areli en entrevista con este diario.

De alguna manera lo ha sido, reconocen las autoridades que hoy están acorraladas ante las medidas extremas que algunas mujeres estudiantes de la máxima casa de estudios del país han tomado en los últimos meses: la toma de algunos planteles.

Esto implica que no hay clases desde noviembre pasado en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) 7 “”Ezequiel A. Chávez”, la ENP 9 “Pedro de Alba” y la Facultad de Filosofía y Letras (FFYL) porque un grupo de encapuchadas lo impiden hasta que las autoridades cumplan una serie de peticiones para las cuales la UNAM ha pedido tiempo.

Quieren que se considere la violencia de género como falta grave en las universidades, que se destituyan a los funcionarios acusados de acoso; que se transparenten y atiendan las denuncias y se reestructure la Unidad de Atención a la Violencia de Género, e impartir talleres de equidad de género de manera obligatoria para profesores, así como materias con perspectiva de género.

Las estudiantes nunca habían tomado planteles por protestas de género. Pero les colmaron el plato, dicen: feminicidios en las aulas, amenazas de los agresores con bloquearles el futuro, tocamientos  sin autorización, violaciones y comentarios misóginos.

—No sé qué hace usted como mujer en esta carrera de Veterinaria donde se necesita fuerza, a ver si por lo menos aprende a ordeñar —le dijo otro profesor a Areli en primer semestre.

Tras la toma de los planteles, la UNAM hizo públicas las denuncias presentadas en un protocolo de atención a víctimas de violencia de género que funciona desde hace apenas tres años. A través de la Gaceta Oficial dijo que desde 2016 se presentaron 900 quejas que en 90 alumnos suspendidos, 18 fueron expulsados; 48 académicos amonestados, 65 suspendidos y 46 despedidos.

“En total, 366 hombres recibieron algún tipo de amonestación por acoso y violencia de género”, precisó. El rector, Enrique Graue, declaró que la violencia de género que se vive en la universidad es parte de una cultura generalizada en el país y prometió atenderla de mejor manera.

Miriam Estrada, estudiante de la Facultad de Derecho y consejera académica en el área de ciencias sociales, da fe de las deficiencias para atender la violencia contra las mujeres. “Aunque existe un protocolo para denunciar la violencia de género, tenemos una legislación universitaria con estatutos se establecieron en 1945 y eso impide que haya castigo contra los denunciados”.

Por ejemplo: los encargados de investigar y sancionar a los docentes o académicos señalados son los sindicatos (debido a los contratos colectivos) cuyos líderes se reeligen una y otra vez y tienen relaciones de amistad y compadrazgos con muchos de los señalados a quienes les ponen sanciones ridículas.

“Son juez y parte”, detalla Estrada desde un cubículo en la facultad de Derecho de Ciudad Universitaria, donde se gestan planes de acción a favor de las mujeres estudiantes y donde se lee un letrero colgado a la pared: “Lo que el hombre no pensó es que al pisar la flor la semilla se esparce”.

Otro asunto son las oficinas jurídicas de cada escuela o facultad encargadas de recibir las quejas de las estudiantes que se han sentido acosadas o violentadas.

“Si toman mal la denuncia es probable que no haya sanción contra los agresores. Recordemos que muchos profesores son gente con mucha influencia: poderosos. En esta facultad, por ejemplo, hay ministros de la Suprema Corte, litigantes reconocidos o representantes de empresas con quien no se quieren meter”.

En la FES Cuautitlán, donde estudia Areli, no llegaron a la toma de las instalaciones, pero, ante la falta de resoluciones a las quejas de acoso, los estudiantes (hombres y mujeres) montaron un “tendedero” con fotos de los agresores y así se dieron cuenta que el acoso también se ensaña contra los hombres.

“Un compañero se acercó para pedir ayuda psicológica porque lo había violado otro hombre estudiante”, recuerda Areli.

— ¿Cuál sería el ideal de atención a la violencia a la universidad?

Tanto Miriam Estrada como Areli León coinciden: una redacción de las reglas del juego en la universidad (en los estatutos legales) donde el respeto a la mujer quede claro y  cursos  constantes para explicar a todo el personal de la Universidad las conductas que podrían agredir a la mujer y las nuevas masculinidades.

Acoso en otras universidades

La Universidad de Guadalajara es la casa de estudios con mayor número número de casos: 260 entre los meses de enero y octubre de 2019.

— La Universidad Autónoma Benito Juárez, en Oaxaca, le sigue en la lista negra con 37 casos.

— La Universidad Autónoma de Coahuila se registraron al menos 30 denuncias.

Fuente: Cada una de las instituciones académicas

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