Coronavirus se está convirtiendo en la “estocada final” para los taxistas amarillos de la Gran Manzana

Veintiocho conductores han sido blanco fatales de la pandemia. Como era previsible, la demanda del servicio ha caído en 91%

Muchos trabajadores del volante como Dot Shengami, aseguran que esta crisis es peor que la del 11-S

Muchos trabajadores del volante como Dot Shengami, aseguran que esta crisis es peor que la del 11-S Crédito: Fernando Martínez | Impremedia

El taxista boricua Jorge Laporte, desde mediados de febrero, cuando el coronavirus empezó a ser una amenaza para los neoyorquinos, tomó ciertas previsiones. Asumía que como trabajador del volante estaba “doblemente en riesgo”. Semanas después, con una ciudad paralizada, que cuenta hoy a sus muertos y enfermos por centenares, no duda que tomó la mejor decisión.

“Cuando empezaron las noticias de esta enfermedad, no quise ir más al aeropuerto. Tengo a mi esposa sobreviviente del cáncer y me daba pánico pensar que la podía contagiar. Imagínate toda la gente entrando de Europa y Asia”, narra Jorge.

Este conductor puertorriqueño, de uno de los icónicos taxis amarillos, que forman parte de la escena urbana neoyorquina, se enfrentó a un gran dilema: pagar sus cuentas o resguardar su salud y la de su familia.

El optó, sin dudarlo, por lo segundo.

Según la Alianza de Trabajadores de Taxis de Nueva York (NYTWA), los trabajadores del volante han sufrido de primera mano durante esta pandemia: 28 conductores han muerto por COVID-19, la mayoría eran inmigrantes que vivían en el condado de Queens.

“Pero además de la muerte, decenas de miles más se enfrentan a la ruina financiera, obligados a elegir entre quedarse en casa y arriesgar sus vidas. Los conductores necesitan beneficios de inmediato para sobrevivir”, claman en las redes sociales, voceros de NYTWA.

Ya este gremio de los “yelow cabs” que sirven a la Gran Manzana desde 1907, venían de enfrentar en los últimos cinco años una serie de situaciones infortunadas: nuevos impuestos, caída estrepitosa del negocio por la irrupción creciente de los servicios a pedido digital como Uber y Lift, el suicidio de ocho taxistas por no poder asumir los costos de los préstamos de la licencias y la devaluación del costo de los medallones que pasaron de $1 millón a $250,000.

Desde el año 2015, estos pequeños empresarios y trabajadores venían librando sus propias batallas que lo mantenían “sobreviviendo”, pero ahora, no pocos avizoran que si la actual crisis de salud pública se extiende por varios meses, estarían recibiendo quizás la “estocada final”.

Jorge Laporte cuenta que prefirió estacionar su vehículo por proteger a su familia. (Foto: Archivo)

“Una crisis peor que el 11-S”

El taxista senegalí, Dot Shengamí, residente de El Bronx, prefiere esperar a sus clientes en una fila al frente de un supermercado en el centro de Manhattan, porque dar vueltas en las calles, es por su experiencia de las últimas cinco semanas, un gasto de combustible.

No hay turistas. Estamos viviendo una época peor que la del ataque del 11 de septiembre. Pueden pasar dos o tres horas, esperando que alguien se monte. La gente prefiere caminar porque siente que estar encerrada en un taxi es un riesgo”, explica el conductor.

El africano cuenta que él, al igual que la mayoría de sus compañeros, está ya en la bancarrota.

Este mes no tuve para pagar la renta. Tengo cuatro hijos. Esto es terrible, porque además ahora estás en riesgo de llevar una enfermedad a tu familia, que no sabes cómo la podría afectar”, describió.

Los taxistas mantienen la distancia social en medio de la pandemia. (Foto: Fernando Martínez)

La denominada “industria amarilla” ha sufrido con toda su fuerza los embates de la paralización económica de la Gran Manzana, debido a las políticas de distanciamiento social, causadas por el coronavirus.

La Junta Metropolitana de Comercio de Taxis, que representa a los propietarios de 5,500 taxis amarillos, asegura que los viajes han caído casi un 91 por ciento.

El gremio describe el desplome en el servicio, con base al número de viajes reportados durante los últimos fines de semana de marzo, en donde se registraron 20.596, en comparación con la abismal diferencia de 217,540 viajes totales de los viernes, sábados, y domingos previos a la crisis del COVID-19.

En áreas de Manhattan convertidas en un “desierto”, al caer la tarde,  los taxistas esperan horas por un cliente. (Foto: Fernando Martínez)

“Un viaje al JFK, en una semana”

La NYTWA, que representa por lo menos a 21,000 conductores de taxis y aplicaciones de transporte, explicó a medios locales que una encuesta detallada a siete de sus miembros, demostraron que ganaron un promedio de $368, sin incluir gastos, gasolina o impuestos, del 15 al 21 de marzo pasado. Esto representa una caída del 71%, si se compara con ingreso de $1,260, dos semanas antes.

Bhairavi Desai, directora ejecutiva de la alianza de taxista, puntualizó que diariamente recibe llamadas de docenas de taxistas, que ya no pueden pagar las necesidades de alimentos y medicinas.

La lentitud de la actividad de este sistema de transporte es palpable en varios rincones de la ciudad.

En el convulsionado Columbus Circle en Manhattan, un “día normal”, los taxistas suelen esperar al frente de Time Warner Center, entre 30 a 45 minutos por un cliente.

Ahora, por el cierre de casi todas las actividades comerciales y corporativas del área, además con los hoteles vacíos, con suerte pueden estar hasta cuatro horas aguardando dentro de sus unidades por un pasajero.

Así lo cuenta el taxista dominicano José Feliz, de 55 años,  quien esperaba el pasado viernes a las 6 pm, en una normalmente congestionada área de la Gran Manzana, que estos días luce como un “desierto”, solo habitado por más de una docena de unidades de transporte amarillo.

“Nos paramos aquí, porque la gente que sale del supermercado muchas veces van muy cargadas y necesitan un transporte, pero no vale la pena estar dando vueltas, todo está muerto. Esta semana me salió un solo viaje al aeropuerto (JFK) y de vuelta, me regresé vacío. Los vuelos están en cero. Y la poca gente que llega pide un Uber o un Lift”, dijo Feliz.

El conductor quisqueyano quien no es dueño de la licencia, sino trabaja como empleado para el dueño del medallón, explica que está pensando en entregar el vehículo, aplicar a beneficios, y no seguir arriesgando su salud en la calle. 

“Si esto del cierre de la ciudad continúa, más allá del 15 de mayo, la fecha que se extendió la cuarentena, allí si estaremos pasando a una etapa más trágica para todos nosotros”, concluye el trabajador.

Una hilera de taxis aguarda por un pasajero a las afueras de un supermercado en Columbus Circle en Manhattan (Foto: Fernando Martínez)

Algunos “salvavidas”

La Comisión de Taxis y Limusinas de la ciudad (TLC) ha buscado algunas alternativas para proporcionar oportunidades de trabajo, asistencia de desempleo pandémico y los apoyos de salud mental.

Centenares de conductores han aplicado en las últimas semanas a beneficios de desempleo, porque prefieren no estar expuestos al virus y tratar de “soportar la crisis” con algunas ayudas gubernamentales, como el cheque de estímulo económico de $1,200.

La Ciudad ha buscado algunas alternativas para ayudar a esta fuerza laboral en medio de la pandemia.

El alcalde Bill de Blasio anunció que han registrado a 11,000  taxistas para contratarlos y distribuir alimentos a personas vulnerables  que no pueden en medio de la pandemia salir de sus hogares.

A los conductores se les paga $15 por hora para la distribución de alimentos, más un reembolso por el consumo de gasolina y los peajes.

En números: Taxistas en NYC

  • 180,000 taxistas aproximadamente están registrados en NYC en las diferentes categorías de servicio.
  • 13,587 de los icónicos taxis amarillos prestan servicio en la Gran Manzana.
  • 91% se calcula que han caído en general los requerimientos de estos servicios debido al cierre de la ciudad por la pandemia.
  • 60,000 unidades de transporte adicionales prestan servicio de transporte privado en la ciudad de Nueva York, a través de aplicaciones como Uber y Lift.

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