Cuáles son los síntomas y reglas para controlar el síndrome del “hijo dictador”
Expertos creen que todo comienza cuando los padres no dedican suficiente tiempo a la crianza de su hijo
Si eres de los padres preocupados, que cuando le hablas a tu hijo no te hace caso, te grita, te reta, e incluso no tiene problema en agredirte físicamente, debes saber que en frente podrías tener a un niño con un problema serio llamado “Síndrome del Emperador”.
En psicología, este síndrome se atribuye a los niños que no dudan en actuar contra sus padres con tal de conseguir sus propósitos. Presentan un nivel empático subdesarrollado y no son capaces de experimentar sentimiento como el amor, la culpa, el perdón o la compasión.
Pero ¿dónde comienza esta situación? Expertos creen que en el día a día de los padres quienes no dedican suficiente tiempo a la crianza de su hijo y delega su educación a terceras personas. Al menor no se le enseñan normas de conducta y por ello el niño se siente en total impunidad, sin límites, pues los padres buscan evitar problemas con sus hijos y al final de todo lo que se genera es un problema de mayor consecuencia.
Si eres de los padres que han llegado al punto límite con sus hijos tiranos, es momento de pedir ayuda profesional. Primero al pediatra para conocer pautas y consejos de cómo actuar. Algunos niños y sus padres solo necesitan algo de psicoterapia dependiendo de los síntomas y la edad. Si se habla de un preadolescente o adolescente, que incluso se ha vuelto agresivo, es problema es más serio y la terapia será más larga.
Es importante que todos los niños, desde temprana edad, sean o no niños tiranos, cumplan ciertas reglas básicas capaces de frenar comportamientos dictadores:
Ambos progenitores deben estar de acuerdo en cómo quieren educar a sus hijos, en cuál va a ser su modelo educativo y actuar ante él sin fisuras, porque si las hay, el niño se aprovechará enseguida de ellas.
Enfrentar el problema. Los padres deben ser capaces de admitir que su hijo es un tirano y no buscarle atenuantes.
Rutina, rutina y más rutina. El día a día del niño debe estar pautado: horas fijas para comer, para acostarse, para hacer los deberes. También debe tener una serie de obligaciones en casa como hacer la cama, poner y quitar la mesa, y no se puede escabullir.
Nada de amenazas. Las amenazas transmiten inseguridad al niño y sólo logran aumentar su tendencia a la negación.
Piensa en tus decisiones. No se trata de prohibirlo todo después de haberle dejado hacerlo todo. Una vez dicho una cosa, no hay que retractarse, así que más vale pensar con calma antes de hablar y actuar.
No hay que ponerse a la altura del niño. Si grita, patalea y monta una escena de enojo, hay que respirar y contenerse. Nada de golpes y gritos, mejor esperar a que se calme sin hacerle el más mínimo caso.
Enséñale a escuchar. No sirve de nada argumentar si el niño tirano no está acostumbrado a las palabras. En vez de discutir, hay que recordarle cuáles son las reglas que hemos fijado y su deber de respetarlas.
Tampoco sirve pedirle que se ponga en tu lugar: justamente una de sus características es su falta de empatía.
Recordar que los milagros no existen y la educación es una carrera de fondo: puede que no haya resultados inmediatos, pero, según va creciendo, el niño logrará interiorizar nuestras enseñanzas.