EE.UU. y México, ¿equipo en el retorno a la Era del Carbón?

Trump y AMLO se comprometieron durante su campaña a posicionar nuevamente a las industrias carboneras de sus respectivos países.

México apostó tarde al carbón de manera industrial y masiva.

México apostó tarde al carbón de manera industrial y masiva. Crédito: YURI CORTEZ | Getty Images

MÉXICO -“¡Aún confiamos en su palabra!”. El cartel con la leyenda que despliega una y otra vez la Unión Democrática de Auténticos Mineros en las protestas que ha realizado en los últimos meses por las carreteras mexicanas está escrito en imperativo, pero con el correr de los días parece más como un cuestionamiento, una duda a su esperanza.

¿Revivirá la Era del carbón cuando el resto del mundo camina hacia la energía limpia?

El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que sí. Lo expresó reiteradamente cuando iba por los rincones del país en la precampaña y también cuando llegó al poder como lo recuerdan los carboneros actualmente.

El año pasado, frente a familiares de los mineros que quedaron atrapados en Pasta de Conchos en 2016, se comprometió  “a sacar los restos” y a dar una orden ejecutiva para los bolsillos de los trabajados: “Pediré al director de la (paraestatal) Comisión Federal de Electricidad comprar el carbón a los productores para que se mantenga la gente de trabajo”.

Aquel  2019, mientras el presidente de México prometía en Coahuila comprar el carbón para la producción de electricidad en el sistema paraestatal, a miles de kilómetros de distancia su par norteamericano Donald Trump hacía un compromiso similar para levantar el sector carbonífero a su modo.

Fue en una manifestación masiva a la que acudieron mineros de a pie y Bob Murray, dueño de la empresa carbonífera con el mismo nombre y patrocinador de la campaña del presidente. “Sólo yo puedo hacerlo”, dijo al revelar su estrategia a base de decretos en contra de las duras restricciones que protegen el medio ambiente.

Al principio de su administración, Trump lo logró de alguna manera.  Sacó a Peabody, uno de los principales productores de carbón en los Estados Unidos de la banca rota con las nuevas políticas y hasta la regresó al top de la revista Fortune entre las 500 mejores del país, pero desde 2019 las tendencias volvieron a revertirse.

Los nuevos datos oficiales muestran que la generación de energía del mineral cayó a un mínimo de 43 años y las energías renovables parecen estar listas para superar la producción de carbón por primera vez este año.

“La política de regreso al carbón limpio y hermoso que planteaba Trump vuelve a estar en problemas”, observó James Murray editor del portal especializado en energía y negocios verdes BusinessGreen.

Dudas similares persisten entre  los carboneros en México que incluyen bloqueo de carreteras porque no se les ha renovado los contratos.

Las posibilidades

La complicación en la resurrección del carbón en ambos países liderada por sus presidentes abre las puertas a una agenda común que los analistas  no han pasado por alto, tras el encuentro de la semana pasada de Trump y Obrador en la Casa Blanca y las declaraciones del secretario de energía Dan Brouillete tras el arranque del T-MEC.

“El nuevo marco regulatorio contiene varios componentes que fortalecerán nuestro comercio energético. Permite exportaciones libres de arancel en el continente, apoya la reforma energética de México, que ha reforzado los lazos comerciales con Estados Unidos, y facilita el transporte de productos energéticos entre nuestras fronteras”, alertó Brouillete.

Carlos Mota, analista financiero en México, observa que  a través de Brouillete, Donald Trump está desplegando su nueva visión del sector energético. “Y al centro de esta visión, créase o no, está el carbón. Carbón limpio, como se le llama ahora, así como el petróleo y la energía nuclear”.

México apostó tarde al carbón de manera industrial y masiva: en 1982. En ese tiempo, Gran Bretaña, el país que popularizó el combustible fósil para expansión de su riqueza, cerraba la mayoría de sus minas de carbón ante la visión de un futuro más bien dominado por la tecnología y otros tipos de energía.

El entonces mandatario mexicano José López Portillo arrancó su sexenio con la operación de la central carboeléctrica Río Escondido, en el municipio de Nava, Coahuila, y así generó una tardía fiebre del carbón sólo viable porque era el Estado, a través de la monopólica Comisión Federal de Electricidad (CFE), la única compradora.

En ese contexto también surgió una planta experimental para probar si el carbón de flama larga para la generación de electricidad y así se descubrió que la hulla de la región carbonífera de México podría utilizarse si y solo si se mezclaba con otros carbones provenientes de Estados Unidos y de la zona fronteriza para que lo aceptaran las calderas.

Bajo ese esquema surgió la segunda central eléctrica, la Carbón II, también en Coahuila, donde hoy la diputada Silvia Garza denuncia la compra de carbón importado de Australia y Colombia para completar la hulla mexicana y que anteriormente se compraba principalmente de Estados Unidos.

De esa zona proviene, además, la mayoría de los mineros que hoy bloquean las carreteras para ponerle la agenda complicada a López Obrador en su soñado rescate del carbón ahora que tiene dos aliados para este fin: el T-MEC y el presidente Trump con la misma prioridad.

El presidente mexicano se echó encima a muchos críticos por revertir el proceso hacia la energía limpia a la que se comprometió su predecesor Enrique Peña, con la firma de la Agenda 2030 de la ONU. Apenas tomó el poder, destinó 390 millones de dólares para la mejora del rendimiento de las tres carboeléctricas y lanzó una convocatoria para licitar la compra de 330,000 toneladas de carbón.

Pero el tiempo ha pasado y  los intermediarios y productores de carbón no reciben aún los pedidos de la compra del carbón que controla la CFE y, al no tener alternativas de venta se han quedado sin nada. El gobierno justifica el retraso a una reestructuración del padrón de productores para “deshacerse” de los coyotes o intermediarios que “se quedan con la ganancia”.

Del otro lado del río Bravo, la complicación para Trump es por la ley de la oferta y la demanda. Dennis Wamsted, analista del Instituto para el Análisis Económico y Financiero de la Energía en EE.UU. detalla en un análisis que la importancia del carbón “continuará disminuyendo, a medida que se abre paso a otras fuentes de energía menos contaminantes”.

Precisa que, en 2014, el carbón abastecía el 38,6% de las necesidades de electricidad del país y para 2019 se quedó en 23,4%. Para finales 2020, un informe publicado por la Administración de Información de Energía de EE.UU. (EIA) proyectó que esto caerá al 19% en parte por el COVID-19, pero también por la presión social sobre la reducción de los contaminantes.

Como sea, el caso  es que ninguno de los dos presidentes la tiene fácil en el tema del retorno al carbón y, por tanto, se calcula una alianza en el entendido de que el recurso del carbón está ahí y debe explotarse antes de que se los coma el tiempo y les pasen la factura política.

A ras del suelo

Los carboneros de ambos países reconocen los debates que provocan sus actividades por tratarse de contaminación ambiental y que se trata de un dilema del día a día, de no encontrar la manera de subsistir más allá de la actividad que aprendieron por generaciones.

Un reporte periodístico en Wyoming publicado a principios de junio pasado, detalló las secuelas humanas del cierre del año pasado de dos de las minas de carbón más grandes de la nación, ubicadas a las afueras de Gillette en la cuenca del río Powder, que envió a 600 mineros a casa después de que el dueño de la empresa Blackjewel LLC se declarara insolvente.

“Lo único que pude hacer desde entonces es buscar trabajo en otra mina”, dijo Will Bruns, uno de los mineros entrevistados.

Así que la esperanza del sector sigue colgando de las manos de Trump, de que pueda “revertir la agenda verde de escritorio que impulsó Obama”, según describió Liz Cheney, miembro del congreso de los Estados Unidos para Wyoming.

En México, los productores del carbón saben que su futuro también depende del Estado y de los movimientos políticos que pueda hacer AMLO así sea en alianza Estados Unidos .

“La situación por la que estamos pasando es de colapso y lo único que pedimos es que el 30% de la adquisición de carbón de las termoeléctricas se haga por medio de los pequeños y medianos productores”, dijo Tania Flores, empresaria minera.

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