¿Cómo 13 monjas de convento en Michigan murieron víctimas de coronavirus en cuestión de semanas?
Representa la pérdida de vidas más grande en un convento en Estados Unidos desde la pandemia de gripe de 1918
Trece religiosas de un convento de Michigan han perdido la vida por la pandemia de coronavirus en apenas 12 semanas. “Todas sabíamos que si golpeaba el lugar sería malo””, dijo la monja Mary Ann Smith, del convento de Hermanas Felicias en Livonia, “pero nunca anticipamos lo rápido que iría”.
“Nunca estaremos seguros de cómo entró el virus en el convento”, ha lamentado Noel Marie Gabriel, directora de Servicios Clínicos de Salud, “podría ser una combinación de hermanas, empleados y visitantes asintomáticos o levemente sintomáticos que estaban presentes en el convento y se movían libremente”. “No estamos culpando a nadie”, quiso aclarar en cualquier caso.
Ésta podría ser la pérdida de vidas más grave en un convento en Estados Unidos desde la pandemia de gripe de 1918. A nivel mundial, al menos 61 monjas felicias han muerto. Pero otras órdenes religiosas también han sido afectadas por la pandemia, como es el caso del convento de Nuestra Señora de Los Ángeles en Wisconsin en abril, donde seis religiosas fallecieron.
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El pasado 10 de abril, Viernes Santo, murió la religiosa Mary Luiza Wawrzyniak, de 99 años. En apenas un mes ya habían fallecido 11 monjas; otras 17 más enfermaron pero se recuperaron, según Noel Marie Gabriel. La última víctima también pareció curarse, pero terminó falleciendo el 27 de junio.
“Hicimos lo que teníamos que hacer, pero ese mes fue como una forma de vida completamente diferente. Ese fue nuestro momento más trágico. Fue un mes de tragedia, tristeza y duelo”, explicó Gabriel, “no pudimos contener el dolor, la tristeza y el impacto emocional”.
Fallecieron Thomas Marie Wadowski, de 73 años; Mary Patricia Pyszynski, de 93; Mary Clarence Borkoski, de 83; Rose Mary Wolak, de 86; Mary Janice Zolkowski, de 86; Mary Alice Ann Gradowski, de 73; Victoria Marie Indyk, de 69; Mary Martinez Rozek, de 87; y Mary Madeleine Dolan, de 82; y Mary Danatha Suchyta, de 98 años.
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A principios de marzo, a medida que los casos del virus se dispararon en el país y los estados comenzaron a imponer medidas de contención, el convento también acató esas normas, según Gabriel.
Las misas y la comunión fueron canceladas, no se permitía la entrada de extraños en el convento, y las monjas fueron puestas en cuarentena en sus habitaciones y solo se les permitió acceder a los servicios de la capilla por medio de un circuito cerrado de televisión o en sus dispositivos electrónicos.
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El único personal que podía acceder a las instalaciones estaba obligado a llevar cubrebocas, mantener el distanciamiento social y lavarse las manos, incluso recibieron capacitación para usar los equipos de protección.
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A la dificultad de afrontar la muerte de las religiosas se une para las supervivientes el no poder acompañarlas y rezar juntas en sus últimos momentos de vida debido a las medidas de distanciamiento social.
“La fe que compartimos con las hermanas mientras mueren, las oraciones que compartimos con las hermanas mientras mueren: nos perdimos todo eso”, dijo Joyce Marie Van de Vyver, “de alguna manera destrozó un poco nuestra vida de fe”.
Hoy por hoy el convento está libre de coronavirus.
“Cada uno de nosotros es un sobreviviente de COVID; cada una de nosotras nos enfocamos en orar, ayudar, sacrificar nuestra forma de vida acostumbrada para que nuestras hermanas, nuestros empleados, nuestra comunidad local, nuestro estado, nuestro país puedan sobrevivir ”, concluye Gabriel.
Con información de GSR y The Washington Post
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