“Hay que trabajar más aunque se gane menos”: el drama de los ambulantes en pandemia del COVID-19
Vendedores de helados, frutas y comida se rebuscan en calles, parques y estaciones del metro, luchando contra los efectos de la pandemia, pero confiesan que ha sido duro y el dolor de cabeza de muchos son las multas
Sabina Morales lleva años rebuscándose la vida vendiendo frutas y comida de temporada en las calles. Trabajar duro es de lo que mejor sabe hacer, según confiesa, para poder tener una vida digna en la ciudad de las películas, los rascacielos, los desfiles, la moda los lujos, y también la ciudad donde cientos de miles de familias pobres deben “fajarse” para salir adelante: Nueva York, la ciudad donde a muchos les cuesta montarse en el tan mentado sueño americano.
Con un delantalcito azul, para no ensuciarse, y tratando de mantener medidas de protección como el distanciamiento social con sus clientes, la madre mexicana revela que desde que estalló la pandemia del coronavirus, que ha dejado hasta ahora casi medio millón de contagios y 32,000 muertes en todo el estado, las cosas se han puesto cuesta arriba.
“La gente ya no compra igual que antes, todas las ventas han bajado mucho. YO antes iba dos veces a la marqueta, cada semana para comprar cosas para la venta y ahora solo voy una vez. Antes nos quedaban unos $1,500 o $1,100 cada dos semanas, pero ahora solo quedan $200 y $300 por semana. Es muy duro”, confesó la comerciante, quien con la llegada del COVID-19 aprendió que la distancia, más que las mascarillas, es lo que más importa.
“No nos queda de otra que cuidarnos y pedirle a Dios que no nos pase nada, no tenemos de otra. Los ‘biles’ no nos quieren esperar igual que la renta. Supuestamente nos dijeron que nos iban a dar tiempo para pagar y eso noes así. La renta sigue corriendo, día con día llega el recibo de la luz, el del gas, el del teléfono, que es una necesidad y no hay más que que salir a rebuscárnosla“, se quejó la vendedora ambulante. “Las deudas no dan espera y hay que trabajar más aunque se gane menos”.
Y en medio del drama y la desesperación que según Sabina significa, tener que empezar a moverse vendiendo, con el sol a todo lo que da, y la mayoría de veces, los siete días a la semana, irse a casa cuando el cielo ya se viste de noche, la bondad que afirma le ha dado un respiro es que el NYPD no los molesta.
“Lo bueno es que la policía ya nos deja trabajar tranquilos. Hace rato que nos dio un break y eso a uno lo pone mejor, porque uno no sale a trabajar con ese miedo. Imagínese uno con el temor del coronavirus y tener también el miedo de la policía, eso nos hubiera vuelto locos, pero ya no molestan”, agregó la ambulante.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas en las relaciones con las agencias de la Ciudad, pues Sabina aseguró que al problema de no estar haciendo dinero suficiente por la falta de clientela dispuesta a gastar “lo que muchos ni tienen”, se le suman las multas.
La inmigrante denunció que en un acto que califica de injusto y hasta inhumano, en plena pandemia, el DOT (Departamento de Transporte) la tiene vacunada con ticket, tras ticket, tras ticket.
“Desde marzo el DOT nos está poniendo muchos tickets injustificados. Ya tengo como más de 10 y eso son como $1,000 que no sé de donde voy a pagar. Me quedan $200 o $300 por semana, osea que me va a tocar trabajar casi dos meses para poder pagarlos y entonces cómo voy a pagar los recibos”, dijo la trabajadora, pidiendo a la Administración De Blasio que tenga más consideración con trabajadores ambulantes como ella.
“Me han puesto tickets, que porque no podemos estar en ciertas partes, que porque la Roosevelt no es comercial, que porque sí, que porque no. Están poniéndonos tickets por todo y no se vale, menos en estos momentos. Dónde está la ayuda que nos dicen si nos están molestando con esas multas”.
Vanessa Jadad es otra de las vendedoras ambulantes que ha sentido como espinas, el daño que el COVID-19 ha hecho en su familia.
Sus padres se ganaban la vida turnándose vendiendo helados y aguas frescas,en Jackson Heights, con ganancias de $500 a la semana y ventas de 20 y 30 helados al día. El COVID-19 tiene a sus padres, mayores de 50 años, con temor de contagiarse por ser población vulnerable y ella, siendo aun una adolescente, ha debido asumir la venta.
“Ha sido muy difícil. Yo trabajo a veces desde las 10:00 de la mañana hasta pasadas las 8:00 de la noche y no se vende mucho, pero no tenemos otra opción, porque este es nuestro sustento”, dice la ecuatoriana, quien se cubre con un tapabocas cada vez que sale a trabajar y tiene su gel antibacterial en su bolsa.
“Es una situación muy dura, no solamente por lo poco que estamos haciendo, sino que también a veces hay clientes que llegan sin tapabocas y quieren ver los helados, o tienen las máscaras abajo, entonces es necesario decirles que se las pongan o que se las suban, algo que a algunos no les gusta”, dice la joven, al tiempo que agrega que ha debido enfrentar otra dificultad.
“Muchas veces uno no entiende lo que la gente dice cuando tiene las mascarillas y ellos a veces tampoco le entienden a uno, entonces a veces nos confundimos o hay que repetir más las cosas”, cuenta la vendedora de helados, quien también asegura que el oasis en medio de la crisis ha sido la actitud de la policía.
“La policía ya no nos molesta, nos deja trabajar en paz y eso es de mucha ayuda”, agregó la ecuatoriana, quien admitió que le preocupa llegar a contagiarse en la calle y llevar el virus a su hogar. “Ojalá que eso no pase, pero nos toca seguir trabajando duro”.
Y en otro punto de la ciudad, en la estación del metro de la calle 59 con la Avenida Lexington, en una de las plataformas, con un puesto improvisado, una vendedora mexicana, que solo se identificó como Ana, trata de hacerle el quite a la mala racha que vive la ciudad, vendiendo piña. Afirma que no gana mucho, pero coincide en que la policía le ha dado luz verde.
“Aquí me paro yo y en Union Square a veces y en otros lados para ver si hacemos algo de dinero, porque las cosas están muy terribles. No se hace mucho, al menos lo del gasto y a lo menos la policía ya no nos persigue tanto como antes, pero sé que algunos le siguen poniendo multas a algunos. A mi no, pero a mi cuñado si le pusieron”, dijo la madre de familia. “Solo le pido a diosito que esto pronto acabe y ojala cuando todo se normalice nos dieran licencias y más apoyo”.
A varios minutos de allí, en el parque de Astoria, la mexicana Lourdes Chaydez, también trata de rebuscarse vendiendo empanadas, quesadillas, tamales, aguas y soda. Con ayuda de una canasta en la que mantiene la comida calientita y un carrito pequeño de supermercado con las bebidas, se busca la vida en compañía de sus dos hijos de menos de 10 años.
“Yo soy madre soltera y antes vendía helados, pero ahora ya muy poquitos compran, entonces tuve que dejar eso y prefiero venirme aquí al parque que la gente que está jugando fútbol y haciendo ejercicio siempre anda con sed y algunos de mis paisanos y los colombianos les da hambre y compran”, comentó la madre de familia, quien a diario recorre el parque de lado a lado. “Si antes esto estaba canijo (difícil), ahora con el covid esto está peor, especialmente para mamás como yo, que teniendo hijos ciudadanos, ni siquiera hemos recibido un dolar de las ayudas del Trompas (Trump), porque por tener ellos una mamá sin papeles, les quitan el derecho… Se siente feo, pero hay seguir echándole ganas”.