Hay que volver a la escuela, la clave es ¿Cómo?
Enseñémosles precaución y expliquemos cómo usar las mascarillas protectoras
Estamos aterrados con el coronavirus que obligó al mundo a esconderse de un enemigo invisible pero mortal.
Y nadie quiere estar en los zapatos de los maestros que temen el riesgo para su salud, o el dilema de los padres para enviar sus niños de regreso a clases, o perder el empleo porque deben quedarse en casa cuando más necesitan ser productivos y reponerse del hueco que deja la pandemia en todos los bolsillos.
Sería más cómodo esperar que el gobierno resuelva, pero todos podemos hacer algo.
Los hispanos somos bravíos, cruzamos fronteras buscando mejor futuro y estamos hechos para enfrentar peligros, pero los niños son otra cosa.
Y si vemos a los niños con sus padres en los parques, el mercado y hasta en los restaurantes, entonces me pregunto ¿por qué no sería bueno enviarlos a la escuela?
En países como Francia y Alemania el ensayo funcionó.
Según la Unicef hay unos 40 millones de niños en el mundo perdiéndose años preciosos de educación con una parálisis que amenaza con dejar una generación perdida.
Los maestros sindicalizados de Nueva York exigen medidas de protección y estamos de acuerdo con ellos.
Bill de Blasio ya anunció que las escuelas abrirán en otoño y para que sea seguro dispondrán de 4 millones de mascarillas o tapabocas, con millones de botellas y toallitas desinfectante, para evitar riesgos de contagios, pero hay otra tarea pendiente para los padres.
Sólo en New York City hay más de un millón de estudiantes que volverían a utilizar los mismos baños, salones y campus universitarios, el riesgo es real.
El sistema mixto parece buena alternativa, porque permite interactuar con los compañeros y maestros, ya que no solo letras se aprenden en la escuela, también a vivir, a luchar, a defender puntos de vista y a entender a los demás. Esa parte de la educación se perdió por culpa de la pandemia.
Para solucionarlo hay un primer escenario. Empezar las clases con la esperanza de que antes del invierno tendríamos la vacuna.
Y otro es que posiblemente nunca encontremos la cura y tengamos que aprender a vivir con el mal como pasó con el Ébola, o el virus del VIH sida, o la gripa porcina, entre otros.
Es decir, no podemos encerrar en una burbuja a los jóvenes.
Enseñémosles precaución y expliquemos cómo usar las mascarillas protectoras, guardar la distancia y evitar compartir útiles o juguetes. Sigamos adelante.
(La autora -que utiliza un pseudónimo- es una periodista radicada en Nueva York)