Salvadoreñas dan ejemplo en lucha contra el cambio climático con huertos caseros
El Salvador tiene el mayor grado de deterioro ambiental en América. Un grupo de mujeres quiere generar cambio
JUJUTLA, El Salvador — Los huertos caseros orgánicos son un método al que un grupo de mujeres de una comunidad del occidente de El Salvador le están apostando para encarar los devastadores efectos del cambio climático y al mismo tiempo generar un ingreso económico extra y “empoderarse” de su zona.
Estas salvadoreñas, entre ellas Reyna y Rosalía, ahora dividen su trabajo entre los quehaceres del hogar y el cuido de su huerto casero, implementado en la mayoría de los casos en los patios de las humildes casas de la colonia El Roble, en el cantón San José El Naranjo del municipio de Jujutla, a 123 kilómetros al oeste de la capital.
“Nunca había tenido un huerto familiar, estoy contenta porque he sembrado mis plantitas y me siento bien feliz con mi niño, papá y mi mamá porque teniendo los frutos ya no salimos (a comprarlos), los tenemos cultivados acá y tenemos para ir comiendo”, dijo la joven Rosalía Nohemi de Rodríguez, de 27 años.
Rosalía señaló que el proceso de aprendizaje no es complicado y ahora ella cuida de sus plantas de pepino, chile dulce, berenjenas, rábano, zanahoria, entre otras.
“Al principio no tenía ni idea de cómo hacer (un huerto) y con el tiempo empezamos a trabajar con la familia y he sentido que no es tan complicado, es fácil hacer el proceso para sembrar las plantas”, añadió.
El proyecto
Andrea Padilla Moreno, coordinadora del área de género de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), explicó que esta organización no gubernamental trabaja con 31 mujeres de El Roble en el marco del proyecto “Adaptación y Mitigación al Cambio Climático”, el cual cuenta con el apoyo de la Asociación de Mujeres Jujutlecas.
El proyecto cuenta con el financiamiento de la Iniciativa Cristiana Romerista (ICR).
Padilla Moreno señaló que la apuesta institucional de la UNES en los territorios “es fortalecer las comunidades para articularlas y que ellas logren conformar, lo que llamamos, el sujeto político ambiental“.
“La idea es que este grupo (de mujeres) impulse todo un proceso de defensa ambiental, pero que también pongan en práctica diferentes apuestas ambientales como estas de los huertos caseros familiares”, dijo.
Comentó que el proyecto comenzó en el 2019 y paralelamente se realizan otros procesos de fortalecimiento de capacidades y actividades formativas de género.
“La idea también es fortalecer a los colectivos de mujeres, porque es parte del proceso de empoderamiento, y se aprovecha que ya se ha trabajado otros temas de igual importancia como los ambientales para reflexionar cuáles son esas relaciones desiguales que hay entre hombres y mujeres y cómo podemos transformar esas relaciones en las comunidades”, apuntó.
El proyecto también ha sido adoptado por 34 mujeres del municipio de Guaymango (occidente) y en la localidad de Metalío (este) se encuentra en su fase inicial.
Proceso técnico
Gustavo Sandoval, técnico de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), es el encargado de los procesos de formación en la zona para el establecimiento de los huertos caseros orgánicos y también ha enseñado a las mujeres a elaborar insecticidas orgánicos.
Señaló que los productos para proteger los huertos de plagas e insectos son elaborados con plantas aromáticas, alcohol, cebolla, chile picante, ajo, jengibre, entre otros elementos naturales.
Esto para “mitigar el impacto del medio ambiente en la zona y cuidar la salud de las familias”.
Sandoval explicó que el grupo de mujeres recibió un proceso de capacitación previo al establecimiento de los huertos donde “se les enseñó la preparación del terreno, la realización de semilleros, el tipo de tierra a utilizar y la elaboración de insumos orgánicos para la aplicación rápida”.
“Fomentar la agricultura orgánica es fundamental para cuidar la salud de las familias y con esto no estamos destruyendo nuestros bienes naturales, estamos contribuyendo de manera positiva al medioambiente en general”, agregó.
Los huertos también son protegidos con plantas aromáticas, como ruda, romero y menta, para ahuyentar a los insectos.
Reyna Esperanza Vardales, otra de las beneficiarias, coincide con el técnico y aseguró que “sí es posible trabajar y cultivar (productos) orgánicos e insumos orgánico”.
“Queremos una buena salud para nuestras familias, para nuestros hijos, comer saludable (…) la lucha es seguir adelante con esto (el proyecto) e incorporar a más mujeres para impactar en las comunidades y ayudar a minimizar los efectos del cambio climático en la zona”, dijo la presidenta de la Asociación de Mujeres Jujuteclas.
Vardales también es la encargada de monitorear un pluviómetro que se encuentra en su casa y se usa para medir la cantidad de precipitaciones de lluvia que caen en un lugar durante un tiempo determinado, lo que les permite tener una idea de cuándo sembrar.
El impacto en la zona
La coordinadora de género de la UNES señaló que el cambio de uso de suelo es el principal problema que se da en el territorio de Jujucla, porque el monocultivo de caña se está expandiendo “enormemente” y eso implica la “deforestación de áreas naturales protegidas”.
“El monocultivo de caña afecta las zonas de recarga hídrica, los ríos de donde extraen el agua (para el riego) se están secando y se está secando los pozos de las comunidades y en la zona costera se ven afectados los manglares”, acotó.
Los expertos prevén que el 80% del país centroamericano experimente estrés hídrico en 2022 por la reducción de las lluvias como efecto del cambio climático. Mientras, las autoridades medioambientales señalan que uno de los principales efectos en El Salvador es la escasez del agua por las fuertes sequías.
De acuerdo con la ONU, El Salvador tiene el mayor grado de deterioro ambiental en América, después de Haití, con solo un 3% de bosque natural intacto, con suelos arruinados por prácticas agrícolas inadecuadas y con más del 90% de las aguas superficiales contaminadas.
Padilla Moreno agregó que, sumado a lo anterior, “el difícil acceso a las comunidades ocasiona que, generalmente queden aisladas o relegadas en los procesos de desarrollo incluso en las mismas municipalidades”.
La pandemia
Estas mujeres no imaginaron que sus huertos caseros serían de gran ayuda durante la pandemia del coronavirus, ya que sus verduras y hortalizas les sirvieron para sustento diario ante la imposibilidad de salir de sus casas por la cuarentena y el aumento de precios en los productos de la canasta básica.
Pero los huertos no solo contribuyeron a la alimentación, sino que fueron un espacio donde las mujeres liberaron el estrés que les causó el encierro.
“Esto nos ayudó, porque trabajar en cada huerto nos liberaba la mente y ya no solo pensábamos es esa enfermedad (…) nos entreteníamos porque ni al río queríamos ir por el miedo”, comentó Vardales.
A pesar de las restricciones impuestas por las autoridades gubernamentales para parar la expansión de la COVID-19 -que suma 27,420 contagios y 808 fallecidos en el país- la asistencia para el mantenimiento de los huertos continuó llegando y las mujeres sueñan con expandir sus cultivos.