Hispanos de la Gran Manzana cancelan los grandes encuentros de ‘Thankgiving’ por temor a segunda ola de COVID-19
Muchas familias acostumbradas a encuentros multitudinarios han tomado decisiones extremas y sin precedentes en sus vidas: suspender la tradicional fiesta del pavo
En su estrecho apartamento en El Bronx, con el tradicional pavo que ya conserva sazonado en su refrigerador y totalmente alejada de sus parientes, transcurrirá el Día de Acción de Gracias para la quisqueyana Carmen López, de 61 años, quien debido al rigor impuesto por el coronavirus se vio obligada a apostar este año a la soledad. Luego de años en la Gran Manzana viviendo una de las fiestas que más integra a los neoyorquinos, pero que este 2020, la pandemia los obliga a distanciarse.
“Mi amigo que vive en Connecticut, a donde siempre viajaba a una cena en donde iba un gran número de personas, lamentablemente se encuentra muy grave con el COVID-19. Yo estaré este año sola, por una decisión personal y además por sentido común”, compartió Carmen.
La inmigrante narra que viene de superar cuadros depresivos porque durante los meses del cierre económico y de la cuarentena vivió ese proceso totalmente sola. Comenta que trabaja cuidando niños y por ello es imperativo que no solo piense en ella, sino en evitar ser un foco de contagio para otros.
“Por un año que no se celebre no pasa nada. Creo que justamente la pandemia vino para recordarnos el valor del afecto familiar y de nuestros amigos. Además de quienes hemos tenido que estar separados por meses. A pesar de todas estas adversidades, debemos conectarnos con el hecho de que siempre tenemos algo que agradecer”, refirió.
Consejo: Eviten las grandes reuniones
Al igual que Carmen, centenares de inmigrantes hispanos de la Gran Manzana que se han compenetrado con la única conmemoración del país que une alrededor de la mesa a todas las culturas y religiones que aquí coexisten, decidieron poner una pausa a las grandes reuniones propias del último jueves de cada noviembre.
La recomendación de las autoridades de Salud de Nueva York ante la escalada peligrosa de la tasa de infección por COVID-19 en los cinco condados, es justamente evitar grandes reuniones en las fiestas que están por venir, para poner un muro a una segunda ola de infección que todo indica está a la vuelta de la esquina.
Por esa razón, la jubilada dominicana Victoria Almonte, de 67 años, decidió cancelar el encuentro con sus seres queridos que por más de 20 años ha realizado alrededor del pavo, vegetales y postres, pero también con sus adaptaciones caribeñas de habichuelas y la alegría sonora del merengue.
“Lamentablemente este año estaré sola con mi nieto. Prepararé la comida para no perder la tradición. Aunque mis tres hijas que viven aquí no podrán venir a verme. El virus está creciendo en la ciudad. Y como ahora es muy fácil hacerse la prueba tengo algunos amigos y familiares que han dado positivo en COVID-19 esta semana”, relató Victoria quien vive en la calle 86 con avenida Amsterdan, en Manhattan.
Cerca de otra manera
Puntualmente una de las insistencias de la Ciudad durante la última semana ha sido exhortar a los neoyorquinos a practicarse la prueba de descarte del coronavirus, buscando las alternativas gratuitas que tienen en cada vecindario. Se trata de una de las estrategias clave para que los portadores asintomáticos se aíslen y no sean una fuente de contagio que pueda traducirse en dolor.
Además, se recomienda no viajar a estados cercanos y visitar a familiares fuera de la ciudad, una exhortación que ha puesto en primer plano en las últimas horas los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
“Hemos sufrido mucho con esta pandemia. Por eso quienes estamos vivos y no nos enfermamos, debemos dar gracias más que nunca. Tenemos que agradecer, pero también prevenir. Llamar a nuestras familias por teléfono. Estar cerca de otra manera”, recomienda Victoria quien en 1981 emigró de su natal Santo Domingo a la Gran Manzana.
La celebración de ‘Thankgiving’ que antecede a la Navidad y a las celebraciones de Año Nuevo, las más festivas para el calendario cristiano e hispano, impone unas normas de distanciamiento social que algunos como el peruano Julio Montesinos, de 55 años, no está dispuesto a cumplir en extremo.
“Mi madre ya tiene 95 años. Entiendo que es de alto riesgo. Pero tampoco la vamos a dejar tirada en el centro donde la cuidan en Queens. Quizás sean las últimas fiestas que la tengamos viva. Con mi hermana que vive en Nueva Jersey decidimos que nos vamos a reunir y la vamos a consentir. ¡Qué sea lo que Dios quiera!”, exclamó Julio un ‘maestro de obra’ de construcción residenciado en Brooklyn.
El inmigrante suramericano narra que durante los “días duros” del brote de coronavirus en la ciudad de Nueva York, en el ancianato en donde está interna su madre en Kew Garden, varios contrajeron el virus y murieron.
“Se supone que los señores que murieron estaban aislados y sin embargo se contagiaron. Nosotros estuvimos cuatro meses sin ver mi mamá. Tomaremos las medidas. Pero estaremos con ella”, insistió Julio.
Primero háganse la prueba
Las autoridades de Salud recomiendan que las cenas de Acción de Gracias solo incluyan un tope de 10 personas o menos. De esa manera si hay un brote de COVID-19 en una reunión familiar puede ser más fácil rastrear el virus y evitar la temida expansión incontrolable en la ciudad.
Por eso, las reuniones de años anteriores que incluían a grandes grupos terminaron, por lo menos este año, para el dominicano Yanis Fernández, de 80 años, quien calcula que no más de cinco personas se reunirán en su cena de Acción de Gracias. Y con algunas condiciones.
“Todos los que vengan se tienen que hacer primero la prueba del COVID-19. ¡Punto!”, reaccionó quien desde 1965 vino a la ciudad de Nueva York y por más de cuatro décadas ha celebrado esta festividad.
“Pese a todo, nosotros los inmigrantes debemos dar gracias a este país en donde el trabajo honesto te permite lograr tus metas. Ya el solo hecho de estar vivo luego de esta pandemia es un motivo de agradecimiento. Y eso es justamente lo que significa esta fiesta para una persona que ha vivido bastante como yo”, expresó emocionado Yanis quien durante años trabajó como mecánico automotriz en varias localidades de la ciudad. Hoy vive en el ‘Condado de la Salsa’.
La fiesta más grande de EEUU
- 55 millones de personas en el país viajaron de una ciudad a otra solo para cenar con familia o amigos el año pasado, se estima que este año estos desplazamientos se reduzcan a mucho menos de la mitad.