Reyes Magos y la recuperación de las Noches de Paz

Columna de opinión del dramaturgo Ramiro Antonio Sandoval, consejero de paz por la Nación en el exterior— Américas, ante el Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia de Colombia

Los Reyes Magos

Crédito: Shutterstock

Recuerdo que en el barrio Egipto, de Bogotá, celebrábamos con mucho entusiasmo la llegada de los Reyes Magos cada seis de enero. Para las familias humildes de la época esta tradición, diferente a la de otros países, significaba el cierre de la temporada de fiestas de aguinaldos, navidad y año nuevo, tiempo de reflexión y esperanzas, de unión familiar y celebración.

Hoy, evocando con nostalgia aquellos días, me dispongo a cerrar los ojos con las manos sobre mi pecho, dejando que la imagen de aquellos tres Reyes Magos de Oriente se forme en mi interior. Imagino a los tres sabios trayendo sus ofrendas para ‘la nueva esperanza de paz’.

La silueta del primer mensajero trae Incienso purificador, estimulante constructor de memoria que invita a recordar –para no repetir– la barbarie de más de seis décadas de violencia fraterna.

Respiro profundamente y siento la presencia de otra figura, esta me entrega el Oro, metal precioso, enviado desde lejanas geografías para asegurar la gestión de paz, que facilitará los medios para el desarrollo de los principios acordados. Las aportaciones que hasta ahora no han llegado a su destino y que este año alimentarían la confianza en todos los tableros de trabajo por la paz: desde el Putumayo hasta la Guajira, desde el Meta hasta el Chocó, sin olvidar a la comunidad en el exterior. Que favorezca también la continuación del curso independiente y puro de la justicia. Ese metal soberbio que, al recuperar su carácter ancestral, estético, nos sirva de base para que se abandone por siempre el estigma que nos embarga el regreso digno a los campos y al cultivo del sustento.

La tercera silueta llena mis manos de Mirra. Al cerrar las manos tiemblo, vienen a mi mente todos mis muertos: el genocidio de la UP, los mal llamados “falsos positivos”, los más de 300 asesinatos del liderazgo social y las 250 personas firmantes de la paz, entre otros. Abro los ojos y el brillo de los contornos no me deja reconocer sus caras. Son más de tres, como en el cristianismo antiguo, muchos mas y sus perfiles sugieren que son muchas también las mujeres que han venido desde diversos rincones a venerar al recién nacido, ese pequeño y pobre migrante que representa la nueva esperanza de paz, aquel pequeño, desplazado, exiliado, como sus seis millones de coterráneos que le precedieron. Nace el niño en el refugio, porque un tiránico verdugo le ha puesto precio a su cabeza —desde antes de venir a este mundo.

Cae la tarde y el frío me hace temblar. Las siluetas de los Reyes se retiran, disipándose con lentitud hacia el crepúsculo de la sabana. Yo mientras tanto, me quedo sonriente, mirando con optimismo la estrella del barrio Egipto y deseando con fervor que la noche de paz se extienda para siempre en Colombia.

Sobre el autor

Ramiro Antonio Sandoval es dramaturgo y director teatral. También es consejero de paz por la Nación en el exterior— Américas, ante el Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia de Colombia.

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