Les sacan los ojos… porque los abrieron
Columna de opinión del dramaturgo Ramiro Antonio Sandoval, consejero de paz por la Nación en el exterior— Américas, ante el Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia de Colombia
Escribo estas líneas con la tinta más roja que puede manchar un papel. Sé que con el tiempo esa tinta oscurecerá y para algunos será incluso excusa para el olvido, pero la sangre de aquellos jóvenes que han sido inmolados por exigir justicia, jamás se olvidará. Esa sangre se convertirá en la savia que alimentará esta generación de cambio en Colombia, uno de los países más ricos del planeta; convertido en uno de los más desiguales en donde lo único que se socializa es el hambre, las deudas del estado y la miseria. Un país llevado a la barbarie, cooptado por un gobierno insensible y distanciado del clamor de las ciudadanías traicionadas, nuevamente, en lo más íntimo de sus seres.
Estas son las ciudadanías que, después de generaciones de tratados, pactos y acuerdos, han visto cómo la perfidia de quienes ostentan el poder, les ha negado la posibilidad de compartir su visión del mundo y de abogar pacíficamente por sus necesidades básicas. Generación tras generación les han quitado hasta la posibilidad de soñar. Les han quitado todo y tanto, que hasta el miedo les han robado, y una sociedad sin miedo es capaz de cualquier cosa.
Esta juventud despojada exige a los cuatro vientos, dentro de la legalidad y el derecho, el respeto que les ha sido usurpado, que se reconozca su indignación y la de sus ancestros oprobiados por generaciones. Con firmeza le gritan a un parapeto impasible y codicioso, compuesto por una jauría de funcionarios ineptos y corruptos, que han llevado al Estado a la quiebra a través del desangre de los más vulnerables y del fortalecimiento de los mas poderosos. Han creado una brecha entre ricos y pobres tan profunda, que ni ellos mismos han podido calcular el fondo. Son estas jaurías las que reprimen las manifestaciones de inconformidad frente al parapeto impasible.
Las manifestaciones ciudadanas son violentamente reprimidas muy en contra de los tratados internacionales de derechos humanos y de la constitución política, por exigir una renta básica para la sobrevivencia durante la pandemia: un país cuyo empleo informal supera el 45% y donde no se generan soluciones para quienes deben salir a las calles en busca del sustento para sus familias. También reclaman modificaciones al sistema de salud, sistema privatizado y profundamente mercantilizado que abandona a su suerte a quienes no pueden sufragar los altos costos. Demandan acceso a una vivienda digna, a una educación gratuita y de calidad, a la seguridad social de los adultos mayores y sus merecidas mesadas que se van esfumando con leyes turbias de reforma. Demandan la defensa del territorio los recursos naturales al igual que rechazan el exterminio de comunidades vulnerables bajo las lluvias tóxicas de Glifosato. También exigen La implementación del Acuerdo Final De Paz, uno de los pactos de paz que es modelo en el mundo que consta de una hoja de ruta para soluciones estructurales y que ha sido explícitamente saboteado por el actual gobierno.
A todo esto, la respuesta a las demandas sociales ha sido, en contraste, el desbordado y absurdo gasto militar. ¿Y qué genera el gasto militar? ?La guerra. Y ¿Qué genera la guerra? ?Víctimas. Este ha sido el círculo vicioso que ha llevado a que un gobierno no mida su éxito por la calidad de vida, por el nivel y número de graduandos, de científicos, de empresarios y de artistas, sino en “litros de sangre” y en suma de cadáveres ?sin importar el origen. La ciudadanía esta indignada por las más de 6,400 víctimas de crímenes de estado, cuyas familias aún buscan sosiego a través de la verdad, la reparación y la promesa de no repetición. Las juventudes rechazan con vehemencia las mentiras encubiertas para justificar un paquete tributario que impone cargas sobre lo más básico de la alimentación?impuestos sobre la comida a una ciudadanía hambrienta?en medio de la pandemia.
Las ciudadanías jóvenes, con un nuevo lenguaje, exigen la desmilitarización del país. En estado de vigilia continua, llenas de coraje y ya sin miedo, retan a la jauría amenazante con el grito Y ¿Qué pasa si Duque se emputa? ?¡Pues que se empute el hijueputa!
La contra-réplica no se hace esperar, según la ONG Temblores, hasta la fecha registran: 26 casos de ataques directos a los ojos, 379 casos de desapariciones forzadas, 1,443 casos de violencia policial, 31 homicidios, 814 detenciones arbitrarias, y 11 casos de violencia sexual por parte de las fuerzas del estado. Las mujeres jóvenes han sido identificadas como nuevo liderazgo, son puestas en el centro de vejámenes y de objetos de guerra. Las ciudadanías toman nota.
Estas juventudes, ya no se someten a la tiranía de un gobierno, ampliamente ligado al narcotráfico, y que ha secuestrado el andamiaje de pesos y contrapesos, de una sociedad moderna, y lo han puesto al servicio de intereses mezquinos, corruptos, de carácter retrógrado y fascista. Los esfuerzos para acallar las voces deslegitimando sus demandas tachándolas de prestadas, de manipuladas y de vacuas, sólo confirman el comienzo del ocaso.
Ya las nuevas ciudadanías saben sobre quién recaerá la responsabilidad de la restauración de la democracia.
Ya las juventudes se han quitado las vendas de los ojos.
Las juventudes han abierto los ojos.
Las jaurías les disparan con precisión a los ojos.
Es con las gotas de su sangre que escribiremos la Historia… para nunca olvidar.
Sobre el autor
Ramiro Antonio Sandoval es dramaturgo y director teatral. También es consejero de paz por la Nación en el exterior— Américas, ante el Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia de Colombia.