Editorial: Veteranos, la otra batalla que se libra en casa

Es hora de brindarles una atención integral. Hay que capacitarlos, reintegrarlos a buenos trabajos, hay que atender su salud mental

Veterans Day

El Día del Veterano se recuerda el 11 de noviembre . Crédito: Shutterstock

Los desfiles, homenajes y reconocimientos han sido esta semana la tónica general en diversas partes del país para agradecer las contribuciones de quienes en su momento formaron parte de las Fuerzas Armadas para defender la seguridad y libertad del pueblo estadounidense.

Y no es que esté mal celebrar el Día de los Veteranos, pero también es el momento oportuno para hacer hincapié en que existe todavía una gran deuda pendiente con muchos de ellos, particularmente los militares de las minorías e inmigrantes.

La falta de vivienda digna, desempleo, deportaciones, altas tasas de suicidios, son solo unos cuantos ejemplos de las vicisitudes que atraviesan muchos veteranos. Para nadie es un secreto que algunos de estos problemas crónicos se han visto exacerbados por la pandemia de Covid-19.

Según las cifras que maneja el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, 37,252 veteranos estaban sin hogar en enero de 2020. La falta de vivienda de los veteranos aumentó en 19 estados y Washington, D.C., con los mayores incrementos en California, Nevada y Delaware. California representó el 31% de todos los veteranos sin techo en el país.
En lo relacionado a la fuerza laboral, entre los 581,000 veteranos desempleados en 2020, el 54 por ciento tenía entre 25 y 54 años, el 41 por ciento tenían 55 años o más, y el 5 por ciento tenía entre 18 y 24 años.

En cuanto a la salud mental se refiere, la tasa de suicidios entre los militares de Estados Unidos es casi el doble que la de la población en general. Sólo en 2019, más de 6,000 veteranos se quitaron la vida. En varios reportes, los veteranos han mencionado que pese a la existencia de ayudas persisten ciertas barreras a la hora de buscar servicios de atención médica que entre otras cosas incluyen la dificultad para llegar a las instalaciones médicas debido a su ubicación inconveniente o la falta de transporte, el temor a solicitar tiempo libre en sus empleos, y la discriminación por el estigma que rodea a las enfermedades mentales.

Precisamente ese estrés postraumático les ha pasado una factura muy cara a los veteranos inmigrantes que se refugiaron en el alcohol o las drogas y cometieron delitos. Allí están al otro lado de la frontera librando una batalla por volver al país que un día defendieron y que ahora sienten que les ha dado la espalda.

Si los programas de ayuda fueran más eficientes, accesibles y personalizados otra sería la realidad para los 20 millones de exmilitares en Estados Unidos. Es hora de brindarles una atención integral. Hay que capacitarlos, reintegrarlos a buenos trabajos, hay que atender su salud mental. No podemos dejarlos a su suerte. Ahora ellos son quienes necesitan que el país los defienda.

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