Voto de los no ciudadanos: Nueva York muestra el camino
Que esta ciudad emblemática abra las puertas a casi todos sus habitantes tiene el potencial de inspirar a otros municipios a hacer lo mismo
El Ayuntamiento de la ciudad de Nueva York aprobó esta semana, por 33 contra 14 y dos abstenciones, el Proyecto de Ley Intro. 1867. Permitirá a unos 800,000 no ciudadanos votar en las elecciones locales: uno de cada nueve de los neoyorquinos.
El alcalde saliente, Bill de Blasio, aunque expresó reservas sobre la legalidad del proyecto, ha dicho que no lo vetará.
Los nuevos votantes, hasta el 20% del electorado local, podrán a partir de mediados de 2023 ser decisivos en la elección para alcalde, concejal, contralor, defensor público y presidente de barrio.
La nueva disposición excluye a los indocumentados. Tampoco está incluido el voto para elecciones estatales y federales.
Solo aquellos con residencia permanente podrán ejercer el sufragio. Deben tener permiso de trabajo y haber vivido en la ciudad por 30 días. Finalmente, podrán votar pero no ser electos.
Un estudio incluye 63 países donde los no ciudadanos tienen o tuvieron recientemente derecho a votar. La práctica fluctúa de país en país, y no existe un formato uniforme.
Pero tienen en común el ejercicio del sentido común y de la tolerancia.
El sentido común, porque es lógico que se tome en cuenta las opiniones de quienes viven en una jurisdicción, pagan impuestos, crían y educan a sus hijos, y ahí trabajan. Es lógico que las personas afectadas por las políticas gubernamentales tengan una voz en esas políticas.
Y la tolerancia, porque la toma de decisiones es mejor cuando se escuchan más voces.
Pero en Estados Unidos ese derecho ha ido de más a menos. Antes de la independencia, las colonias tenían arreglos para el voto de los extranjeros – eso sí, siempre que fueran blancos y hombres. El derecho se preservó desde el final de la Guerra Civil hasta la década de 1920. Luego, se fue decantando y disolviendo. El debate migratorio incitó hostilidades irracionales, precursores de la gran división política actual de nuestro país.
Es por eso que la decisión del concejo es tan importante.
Nueva York no es la primera ciudad en otorgar estos derechos en los últimos años – 14 comunidades la antecedieron – pero es la más grande.
Que esta ciudad emblemática abra las puertas a casi todos sus habitantes tiene el potencial de inspirar a otros municipios a hacer lo mismo.
Si así fuera, gradualmente caería la barrera de diferenciación que levanta la xenofobia y el racismo, y los inmigrantes así beneficiados participarán en la vida pública, confiarán en la democracia estadounidense y concluirán el proceso que los hace parte de esta nación.
La decisión histórica provoca amenazas de desafíos legales por parte de los republicanos – que han prohibido el voto de no ciudadanos en estados como Arizona, Dakota del Norte, Florida, Colorado y Alabama. Como tantas otras veces en los últimos años, la última palabra la tendrán los tribunales.