Editorial: Censuran el derecho al aborto
La información sobre el aborto seguro es regularmente marcada como "explícita", al igual que las imágenes de condones

El uso de condones puede ayudar a prevenir enfermedades de transmisión sexual (ETS) y a evitar embarazos no deseados. Crédito: William B. Plowman | Getty Images
En los últimos meses los republicanos han iniciado lo que esperan sea el golpe de gracia contra el derecho al aborto, considerado legal desde hace casi 50 años y que han estado erosionando desde entonces.
La Suprema Corte considera la legalidad de una ley de Texas que prohibe asistir en el aborto, y otra de Mississippi que es un ataque abierto destinado a revertir Roe v Wade.
Pero cuando mujeres y organizaciones defensoras de sus derechos reaccionan y montan resistencia, difundiendo información absolutamente legal sobre anticoncepción, han sido censuradas por los gigantes de las redes sociales.
Esto no se circunscribe a Estados Unidos. Facebook, YouTube e Instagram han sido acusados de censura en otros países con limitada tradición de derechos humanos que el nuestro.
En lugares como las Filipinas, Nigeria o Myanmar, Facebook prohibió información educativa sobre la salud vaginal y el sistema de ovulación; anuncios de anticoncepción de emergencia y condones se etiquetaron como explícitos, y censuraron literatura sobre la planificación familiar.
La información sobre el aborto seguro es regularmente marcada como “explícita”, al igual que las imágenes de condones.
You Tube rechazó un video informativo sobre píldoras que inducen el aborto como “Política dañina y peligrosa”, aunque fueron aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), que ahora hasta permite que se dispensen por correo.
También en nuestro país, activistas acusan a los medios sociales de eliminar rutinariamente la publicación de recursos educativos sobre píldoras abortivas. Cuando tratan de dar a conocer sus servicios, sus anuncios pagos son rechazados.
Estas empresas privadas abusan de su monopolio de la comunicación social.
Esto sucede cuando las visitas a clínicas médicas han mermado por el COVID-19 y sube la importancia de la información en Internet.
Por otra parte, los gigantes tecnológicos permiten la proliferación de otra información que es falsa, nociva y hostil a las mujeres, denunciaron activistas. Y repetidamente, se han rendido a la presión de grupos antiabortos cuando intentaron limitar sus mentiras.
Es indignante que este comportamiento sobrevenga cuando existe un peligro claro y presente de que la Corte Suprema ratifique las estrictas prohibiciones contenidas en edictos estatales.
La información sobre abortos seguros es vital. Cada año, más de siete millones de mujeres de países de bajos y medianos ingresos son hospitalizadas por complicaciones de abortos, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Una cosa es limitar contenido que incita a la violencia, opiniones políticas extremas o información falsa, como que el aborto causa cáncer o que se puede revertir con una píldora. Nadie disputa esta función.
Pero es bien distinto cuando estas empresas gigantescas se erigen en “árbitros paternalistas de la moralidad” y pretenden limitar información que puede salvar vidas, que es científica y perfectamente legal.