A cinco años de “María”, “Fiona”, nos vuelve a poner a prueba
Me pregunto también qué pasó con las familias que a cinco años de “María” todavía tenían toldos azules de FEMA en lugar de techos
No pensé que conmemoraría el quinto aniversario del huracán “María” en medio de otro huracán. Recibí a “Fiona” el domingo, justo por donde entró, en el hermoso municipio de Cabo Rojo, en la costa Oeste de Puerto Rico, en la casa de mi papá. Lo tuve más presente a él porque murió hace dos años, pero hace cinco que juntos pasamos la pesadilla de “María”.
Debo confesar que tengo algún tipo de estrés postraumático con el tema de los huracanes. Tan pronto veo un puntito al que los meteorólogos le dan algún chance de desarrollo, comienza mi ansiedad. Tengo muy vivos los recuerdos de la estela de desastre que dejó “María” a su paso.
Por eso ahora cuando dijeron que “Fiona” se había convertido en huracán me arropó la angustia. Y aunque fue categoría 1 cuando entró a la Isla, la fuerza de sus vientos de 85 millas por hora y en algunos momentos de más de 100 millas fue alucinante. La furia del viento me estremeció. Como en “María”, afuera volaban objetos de gran tamaño, incluyendo enormes ramas de árboles y planchas de zinc como si fueran de papel. La lluvia es copiosa, constante, interminable.
El anticipado apagón general no falló, esto en una isla de constantes apagones aunque brille el sol. Me pregunto cómo quedó nuestra ya maltrecha red de energía y cómo este nuevo fenómeno atmosférico nos afectará. “María” lo pasamos mi padre y yo en San Juan, y en ese apartamento la luz tardó casi cuatro meses en restablecerse.
Me pregunto también qué pasó con las familias que a cinco años de “María” todavía tenían toldos azules de FEMA en lugar de techos; esto por una burocracia exacerbada por la negativa del entonces gobierno de Donald Trump en liberar los fondos argumentando “corrupción”, aunque en esa oportunidad la corrupción a la que hacían alusión no fue cometida por ningún puertorriqueño, sino por un funcionario estadounidense de FEMA. Pero me desvío.
Al menos sabemos que esta vez el presidente Joe Biden no vendrá a tirarnos rollos de papel toalla como hizo Trump hace cinco años.
Es increíble que a cinco años de “María” sigamos teniendo muchos de los mismos problemas de entonces. Se sabía que la reconstrucción de la red energética o el desarrollo y la implementación de planes de energía renovable no se darían de un día para otro. Hay muchos factores de por medio, incluyendo una junta de supervisión fiscal que es finalmente la que autoriza lo que se hace o no en Puerto Rico. Este huracán nos agarró en medio del disgusto de la población con la empresa LUMA Energy, que asumió las riendas de la distribución y transmisión de energía en la isla, sobre todo por los altos costos de un servicio que constantemente falla.
Claro está, esto no es nuevo, bajo LUMA o los anteriores. “María” desnudó las carencias de nuestro sistema energético, particularmente de la falta de mantenimiento, desde los equipos hasta el desganche del material vegetativo que en una isla donde llueve constantemente arropa sin piedad postes y tendido eléctrico.
Es decir, que tras “María” lo que se hizo fue parchar un sistema que ya estaba frágil y colapsó y ahora sufre otro golpe.
A cinco años de “María” es lamentable que sigamos en este punto, cuando de generación y distribución de energía se trata, pero me complace ver que ha habido algunos avances, sobre todo en la forma en que la población se prepara, aunque para algunos sectores, ese nivel de preparación sea objeto de burla.
Me complace ver también que cada vez son más las personas, de todas las generaciones, buscando otras opciones como la energía solar.
Cuando por fin pude salir este lunes en la mañana a revisar los daños, mi corazón dio un vuelco. Me rodean agua, escombros y mucha destrucción. Hay árboles obstruyendo calles y carreteras. En este momento en que escribo desconozco qué más pasó en el resto de la isla, pero sé que aquí en Cabo Rojo, al menos donde estoy, la furia de “Fiona” ha sido devastadora.
Pero como hace cinco años, es hora de arremangarse y empezar a limpiar, no solamente escombros, sino el alma. Hay que resistir porque lamentablemente para todos, debido al cambio climático, estos fenómenos serán cada vez más fuertes y más frecuentes.