Nuestra obligación con Puerto Rico
Son parte de nuestra comunidad, son nuestros vecinos y nuestros hermanos y hermanas

Un empleado del gobierno entrega suministros a un ciudadano debido a los cortes de agua y de luz por el paso del huracán Fiona, el 20 de septiembre de 2022, en Naranjito (Puerto Rico). Crédito: Thais Llorca | EFE
Cuando el huracán Fiona devastó a Puerto Rico este fin de semana, muchos neoyorquinos pasaron la noche asustados y tratando frenéticamente de comunicarse con sus familiares y amigos a 1,600 millas de distancia. Lamentablemente, esto se ha convertido en una rutina familiar debido a décadas de abandono y falta de inversión por parte de un gobierno federal aparentemente alérgico a caminar con nuestros compatriotas.
El domingo por la noche, la isla fue azotada por casi 30 pulgadas de lluvia. Al golpear la red eléctrica, la tormenta sumió a todo Puerto Rico en la oscuridad. La energía está en proceso de ser restaurada, pero esto desencadenó dolorosos recuerdos de lo que sucedió cuando el huracán María tocó tierra en 2017 o el huracán Irma poco antes de eso, o la tormenta tropical Erika unos años antes.
Como gobernador, fui muy agresivo a la hora de ayudar a Puerto Rico y, a su vez, los neoyorquinos abrieron sus corazones y carteras para ayudar a nuestros hermanos y hermanas en su momento de necesidad. Esto no es sorprendente, ya que en la ciudad de Nueva York viven más puertorriqueños que en cualquier otro lugar fuera de Puerto Rico.
Son parte de nuestra comunidad, son nuestros vecinos y nuestros hermanos y hermanas.
La madre naturaleza ha sido dura con Puerto Rico, no hay duda de eso. Pero nuestro gobierno federal también ha sido duro con Puerto Rico, y eso es algo que se tiene que remediar. Después de María, el entonces gobernador Ricardo Rosselló aprovechó inteligentemente el momento para reconstruir mejor. Al igual que en Nueva York tras la supertormenta Sandy, el objetivo no fue reemplazar lo que había, sino aprovechar la oportunidad para renovar y modernizar el sistema existente.
La defensa de Nueva York ayudó a conseguir un paquete de ayuda federal de aproximadamente 42.500 millones de dólares.
Un elemento clave del plan era transformar la red eléctrica de Puerto Rico con tecnologías de red eléctricas más novedosa. El sistema eléctrico de Puerto Rico lleva mucho tiempo anticuado y necesita ser sustituido. Utilizando lo que aprendimos de la recuperación de Sandy, trabajamos con orgullo con nuestros homólogos del gobierno puertorriqueño para desarrollar un plan sólido, basado en la realidad existente, y que iba a ser financiado con ayuda federal.
Eso fue hace cinco años.
Cabe preguntarse qué ha ocurrido desde entonces en términos de progreso real. La respuesta: muy poco. El gobierno federal ha sido burocrático y dolorosamente lento en la administración real de los fondos. Cada varios meses, una agencia federal visita a Puerto Rico y emite un comunicado de prensa anunciando un progreso gradual. La administración federal tiene grupos de trabajo, y miembros del Congreso emitiendo sus propios comunicados de prensa apoyando a Puerto Rico. Y, por supuesto, nunca dudan en ofrecer que están en sus pensamientos y oraciones.
Pero el resultado final es que se ha hecho muy poco progreso. El plan de reconstrucción se encuentra en un tablillero, el dinero está atado en la burocracia federal y en el terreno en Puerto Rico, la situación es básicamente el status quo. Con Trump, no hubo ninguna ayuda significativa. Biden revirtió esa política, pero en la práctica, muy poca de esa ayuda ha llegado a la isla. Hay una verdadera falta de urgencia, como demostró la devastación del domingo.
Este fenómeno no es exclusivo de Puerto Rico. Nuestro gobierno federal tiende a centrarse en la crisis del momento. Dar seguimiento casi siempre se desvanece.
Los funcionarios federales consideran que un comunicado de prensa es progreso. No es así. El progreso consiste en hacer algo, en conseguir resultados, lo cual es mucho más difícil que la retórica.
Utilicemos esta crisis actual como un recordatorio de las promesas olvidadas hechas a Puerto Rico. La Casa Blanca y el Congreso deberían exigir saber por qué en realidad se ha hecho tan poco aún cuando la financiación no es un problema.
Aún cuando la recuperación y el restablecimiento sean más rápidos que los de la última tormenta, la realidad es que seguimos utilizando la red eléctrica de la última tormenta y las próximas tormentas aún están por llegar; sólo la madre naturaleza sabe cuán mala será.
Puerto Rico debería ser un escaparate para que el gobierno federal demuestre que todavía es capaz de hacer una diferencia. Esto no quiere decir que el gobierno de Puerto Rico no comparta la culpa. Han habido interrupciones en el gobierno y quejas de corrupción. Igualmente, deben comprometerse a agilizar la actuación.
Cualquier proyecto de envergadura que se emprenda plantea muchos obstáculos. Es la naturaleza del cambio. La construcción de los nuevos aeropuertos de LaGuardia y JFK, la apertura del metro de la Segunda Avenida, el nuevo puente Tappan Zee, la construcción del estadio de Long Island, el refuerzo de nuestra red eléctrica después de Sandy… todo ello planteaba retos aparentemente insuperables en su momento; pero así es el arte de gobernar.
Aprovechemos el momento y comprometámonos con la propuesta de que ésta sea la última tormenta que azote a Puerto Rico antes de que se completen la modernización y la infraestructura. El liderazgo compasivo es la empatía en acción.
Sí, ofrecemos a Puerto Rico nuestros pensamientos y oraciones, pero aún más, debemos ofrecer a Puerto Rico capacidad y progreso.
Cuomo fue el 56º gobernador de Nueva York y antiguo secretario del Departamento Federal de Vivienda y Desarrollo Urbano.