Gitanos, las otras víctimas del Holocausto y de las que poco nos acordamos
Los nazis mataron a más de 11 millones de personas durante el Holocausto, incluidos 6 millones de judíos. Un grupo de nómadas marginados, los romaníes, fueron también víctimas de la masacre
“¿Por qué querían matarnos? ¿Por qué nos mataron?”.
Esas son las preguntas que se hace Hinta Gheorghe, un sobreviviente del holocausto del pueblo romaní de 83 años.
Con 2 años, fue llevado a un campo en Transnistria, un territorio entre los ríos Dniéster y Bug, administrado por Rumania entre 1941 y 1944.
“No tengo muchos recuerdos del viaje en sí, pero me marcó para siempre”, le dijo Gheorghe a la BBC a través de su sobrina nieta, Izabela Tiberiade.
Aproximadamente 11 millones de personas fueron asesinadas por los nazis. 5 millones de los fallecidos no eran judíos.
Los historiadores estiman que entre 250,000 y 500,000 gitanos fueron asesinados durante el Holocausto. Pero estas víctimas permanecen casi olvidadas.
Los nazis creían que los alemanes eran arios y por lo tanto la “raza superior”.
Algunas personas eran indeseables según los estándares nazis, ya fuera por sus orígenes genéticos o culturales, o por su estado de salud.
En estas categorías eran puestos los judíos, los gitanos, los polacos y otros eslavos, así como personas con discapacidades físicas o mentales.
Otras víctimas incluyeron testigos de Jehová, homosexuales, clérigos disidentes, comunistas, socialistas, ‘asociales’ (un término usado por los nazis para categorizar a un grupo de personas que no se ajustaban a sus normas sociales) y otros enemigos políticos.
Campos de la muerte
“Mi madre perdió varios hijos durante el viaje en esos trenes para ganado. Y creo que una parte de ella permaneció allí para siempre, incluso después de muchos años, cuando todo era solo un recuerdo”, cuenta Gheorghe.
“Comprendimos lo que estaba pasando en el campo incluso antes de que llegáramos allí. Muchos murieron en el camino. Había demasiada gente en pequeños trenes, diseñados para el transporte de ganado”.
La llamada “Oficina Central para la Lucha contra el Estorbo Gitano” fue creada en junio de 1936 por los nazis. Ubicada en Múnich, se encargó de “evaluar los hallazgos de una investigación racial-biológica” sobre los sinti y los romaníes.
Para el año 1938, los sinti y los romaníes ya estaban siendo deportados a campos de concentración.
Al igual que los judíos, fueron privados de sus derechos civiles. A los niños se les prohibió asistir a las escuelas públicas y a los adultos les resultó cada vez más difícil mantener o asegurar un empleo.
Los romaníes, un pueblo nómada que se cree que procedía del noroeste de la India, estaban formados por varias tribus o naciones.
La mayoría de los romaníes que se habían asentado en Alemania pertenecían a la nación sinti. Habían sido perseguidos durante siglos. El régimen nazi continuó la persecución al considerarlos asociales y racialmente inferiores a los alemanes.
“Nadie se preocupaba por nosotros pero, al mismo tiempo, nos odiaban tanto”, recuerda Gheorghe.
El campamento gitano en Auschwitz
En 1943, se asignó un gran área del complejo de campos de Auschwitz-Birkenau para albergar a los romaníes deportados.
Se estima que el número de prisioneros era de alrededor de 23,000. Muchos se convirtieron en víctimas de experimentos médicos. Otros murieron de agotamiento o fueron asesinados en las cámaras de gas.
El campo se disolvió en agosto de 1944, pero la mayoría de sus prisioneros fueron asesinados o trasladados a otros campos. Al final, al menos 21,000 hombres, mujeres y niños murieron ahí.
Cuando Hinta Gheorghe y los sobrevivientes de su familia regresaron del campo de exterminio después de tres extenuantes años, encontraron que sus hogares en Rumania habían sido destruidos u ocupados por otras personas.
“Nos deshumanizaron. Y lo peor es que todavía nos despojan de nuestra historia. Muchos niños hoy en día no tienen ni idea de lo que pasó, solo escuchan canciones de abuelas viejas que recuerdan y lloran mientras cantan”.
“Nuestras canciones transmiten el sufrimiento, las condiciones insoportables en el campo, que fueron devastadoras. La suciedad, el hambre, el frío, los refugios inhóspitos […] el hacinamiento que crea enfermedades lentas y dolorosas”.
Prejuicios arraigados
Barbara Warnock, curadora de la Biblioteca del Holocausto Wiener ubicada en Londres, dice que la exclusión social existente y la discriminación hecha política oficial dentro de la sociedad alemana hicieron mucho más fácil que los nazis atacaran a la comunidad romaní.
“Al principio fue una especie de continuación de las medidas y actitudes perjudiciales ya existentes. Los nazis se basaban en la legislación existente. Los romaníes eran un grupo bastante marginado dentro de Alemania”, dice Warnock.
También señala que hay una falta de registros oficiales sobre los romaníes durante la Segunda Guerra Mundial.
“Hay mucha incertidumbre sobre los números. Algunos fueron asesinados en campos de exterminio, muchos murieron en ejecuciones masivas, particularmente en territorios soviéticos. El ejército alemán fue seguido por los Einsatzgruppen (escuadrones de la muerte paramilitares de la Alemania nazi) y los colaboradores locales participaron en la cacería masiva”.
Inmediatamente después de la guerra, muchos de los principales jefes nazis fueron capturados y juzgados por tribunales militares y en los Juicios de Núremberg.
En estos casos, nadie fue acusado de matar a un gitano. Los nazis solían afirmar que “los romaníes que arrestaban eran criminales”.
Miedos renovados
Para Gheorghe, la discriminación que él y su comunidad enfrentaron en el país como “extranjeros” no se limitó al régimen nazi.
Después de la caída del comunismo soviético, Gheorghe se fue de Rumania a Alemania.
Pero pocos meses después de su llegada, se vio envuelto en un brutal ataque xenófobo en 1992, conocido como los disturbios de Rostock-Lichtenhagen, en agosto de aquel año.
Fue la peor violencia derechista en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial. Los extremistas atacaron a los inmigrantes arrojando piedras y cócteles molotov contra un bloque de apartamentos donde vivían solicitantes de asilo.
“Qué triste que el sucesor del pueblo que trajo tanto sufrimiento haya llevado a cabo los mismos actos. Nuestros hijos merecen algo mejor que el odio y la ira”, señala Gheorghe.
Nueva generación
Los descendientes de las víctimas olvidadas del Holocausto también se interesaron más en el sufrimiento de sus antepasados.
La sobrina nieta de Hinta Gheorghe, Izabela Tiberiade, ni siquiera había nacido cuando su familia enfrentó nuevos ataques inspirados en la ideología neonazi.
En la escuela estudió sobre la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, pero se omitieron los sufrimientos de los gitanos, señala.
Fue en casa, en Rumania, donde supo más. Decidida a buscar justicia, decidió estudiar Derechos Humanos y Derecho Internacional. “Solían contar historias que nuestras nuevas generaciones no podían comprender”, le dice Tiberiade a la BBC.
“Descubrí que mis abuelos, tíos y muchos otros compartieron la misma experiencia. Fueron deportados a campos de exterminio, solo porque eran romaníes”.
“Las nuevas generaciones no tienen acceso a la información, hay falta de representación y los jóvenes rara vez se conectan con su pasado y sus raíces. Algunos incluso consideran que ser gitano es malo”, lamenta.
Ahora Tiberiade trabaja para una organización de jóvenes romaníes, Dikh he na bsiter (que se traduce como “Mira y no olvides”), cuyo objetivo es conmemorar y concienciar sobre lo que le sucedió a la comunidad romaní durante el Holocausto.
La joven quiere que los romaníes de las nuevas generaciones y otros aprendan más sobre el Holocausto. Espera que esto “haga que otros vean a su comunidad con mucha más empatía”.
También hay esfuerzos internacionales.
En 2015, un informe de Naciones Unidas pidió un compromiso político firme y tangible para luchar contra los prejuicios y la discriminación que siguen vulnerando los derechos del pueblo gitano.
El Parlamento Europeo también aprobó observar el Día Europeo de Conmemoración del Holocausto Romaní en 2015. Se conmemora el 2 de agosto. Los romaníes también son recordados junto con otras víctimas durante el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto.
“No podemos cambiar mucho de la noche a la mañana. Se necesita tiempo, determinación y mucho esfuerzo. Necesitamos aceptación y tolerancia”, dice Tiberiade.
“Necesitamos celebrar nuestra cultura, historia e idioma juntos. Necesitamos dejar de hablar unos de otros. Y hablar entre nosotros”.
Desde Craiova, la localidad en Rumania donde Gheorghe vive ahora, el sobreviviente del Holocausto dice que tiene un deseo: “Quiero que todos los jóvenes romaníes asistan a la escuela y aprendan y logren todo lo que nosotros nunca tuvimos oportunidad de hacer”.
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