Crisis migratoria le pone presión a la epidemia de salud mental que enfrenta NYC: Consulado de Colombia apuesta a un plan de primeros auxilios

La Ciudad inicia un esquema de adiestramiento en las sedes diplomáticas latinoamericanas, para que sus funcionarios aprendan a detectar alarmas de crisis emocionales. Algunos activistas y recién llegados creen que la idea es acertada, pero es solo una "gota de agua en el desierto"

Los primeros 18 funcionarios consulares están siendo entrenados por el Departamento de Salud de NYC.

Los primeros 18 funcionarios consulares están siendo entrenados por el Departamento de Salud de NYC. Crédito: Fernando Martínez | Impremedia

Miles y miles de nuevos inmigrantes suramericanos han llegado a la Ciudad de Nueva York desde la primavera pasada. Un flujo sorpresivo marcado por historias personales que en su mayoría han estado antecedidas por una espantosa presión emocional. 

Una presión que no cesa tampoco cuando se está de este lado de la frontera. Es más, para muchos, se hace más intensa.

La peligrosa travesía que implica cruzar varios países, enfrentando mafias en la ruta, pasa luego por otros momentos más angustiantes: Que sea imposible pasar. Que se levante un “muro” en los límites entre México y Estados Unidos. Que se cierren las puertas al destino que se trazó como un “sueño”.

En este momento, cuando la Ciudad de Nueva York busca espacios físicos y recursos para recibir a una ola migratoria que no se detiene, se despierta también una demanda latente difícil de cuantificar en una urbe que hace pocos meses fue el epicentro de la pandemia. Pero desde hace varias décadas ha enfrentado una epidemia de salud mental trazada por abuso de sustancias, depresión, ansiedad, stress…

Con esta experiencia, el Departamento de Salud e Higiene Mental de la Ciudad de Nueva York (DOHMH) puso a disposición para personal de embajadas y consulados un entrenamiento que desde hace varios años se ha compartido en varios espacios de encuentro comunitario: Se trata de un plan de adiestramiento de primeros auxilios de salud mental.

En esta caso, la meta es que funcionarios que atienden a sus connacionales en tramitaciones cotidianas, también estén en la capacidad de encender alarmas y detectar banderas de riesgo.

Casi siempre las sedes diplomáticas, representan una parada natural obligatoria y de confianza de los inmigrantes en el camino de adaptación a su nueva realidad.

Colombia fue la primera misión consular que inició el entrenamiento de su personal en primeros auxilios de salud mental. Justamente uno de los países que está en la lista de los diez emisores de inmigrantes latinoamericanos a la Gran Manzana en los últimos meses. 

Hablar sin miedo

En la sede del consulado de la nación cafetera en Manhattan se inició esta experiencia para los 18 funcionarios que trabajan de cara al público.

Martha Hernández, del Centro para la Equidad en Salud y el Bienestar Comunitario del DOHMH aclara que este entrenamiento tiene sus límites: “No implica que en este caso los funcionarios consulares estarán en la capacidad de diagnosticar condiciones de salud mental. Se genera un espacio para poder detectar algunas banderas de riesgo. Y lo más importante, estar consciente de que se pueden hablar de estos temas sin miedo”.

Hernández espera que esta primera experiencia, sea replicada en otros consulados latinoamericanos, por tratarse de espacios seguros y de confianza para los inmigrantes. La estrategia se fundamenta en tener una “puerta de entrada” para la promoción de la salud mental entre los recién llegados atendidos en estas oficinas. Así como también los que vinieron desde hace muchos años. 

Desde que arrancó esta iniciativa en diciembre de 2015, por lo menos 155,000 neoyorquinos han sido entrenados en este abordaje muy específico de primeros auxilios, incluyendo a casi 20,000 empleados de la Ciudad que tratan con el público.

“La internalización de estas destrezas, puede prevenir el comienzo de una crisis grave de salud mental y reducir su impacto, al igual de la posibilidad de transmitir a las personas lo más importante: Que necesitan ayuda, que no pueden solas y que podrían existir programas para ellos, independientemente de su estatus migratorio”, remarcó la portavoz del DOHMH.

Martha Hernández del DOHMH aclara que se trata de un adiestramiento que no es para diagnosticar, sino para crear espacios de comprensión de crisis. (Foto: F. Martínez)

Acompañando a los recién llegados

Este adiestramiento se realiza en un momento clave para la Ciudad y para el mismo consulado colombiano que sirve al área triestatal.

Está por verse el efecto de las políticas fronterizas que pusieron fin al Título 42 para dar paso al Título 8, para contener o no la ola migratoria que no ha dejado de impactar a las ciudades santuario del país.

En este sentido, Andrés Mejía Pizano, el cónsul de Colombia en Nueva York confirma que luego de la pandemia la cantidad de sus connacionales que acuden a solicitar servicios de rutina ha crecido exponencialmente. Por ello, se propone crear nuevos ejes de acompañamiento a sus ciudadanos.

“Si nos ponemos en los zapatos de quienes vienen de cruzar la selva, lidiar con los coyotes y todo este esquema, finalmente cuando nuestros ciudadanos llegan a nuestras oficinas, podrían sentir que están es un lugar de confianza. Esto nos llevó a pensar en trabajar con las autoridades locales de salud, para ofrecer un servicio más integral, vinculado con la salud mental. Apenas estamos iniciando esta experiencia”, explicó el diplomático.

El criterio de fondo, es que luego de días y procesos complicados, cuando una persona consigue un lugar seguro , puede ser un tiempo de distensión. Y, justamente allí, puede ser el momento de un quiebre emocional.

Este adiestramiento ha sido compartido en espacios tan variados como salones de belleza, escuelas y centros comunitarios. Ahora, el DOHMH lo pone a disposición de las sedes consulares.

Los participantes de este programa  aprenden cómo detectar, más no diagnosticar, signos de alerta del trastorno bipolar, ansiedad, depresión, cuadros psicóticos, ataques de pánico, suicidio y el uso y abuso de sustancias.

Ya con muchos datos en la mano, históricamente las autoridades de salud han comprobado que los hispanos reportan tasas de depresión más altas (12%) que los neoyorquinos blancos (8%). Sin embargo, los neoyorquinos blancos que sufrían de depresión, por citar solo un trastorno,  tienen más probabilidades de recibir tratamiento.

Ante el confuso escenario que se está perfilando en la Gran Manzana, bajo el signo de una crisis migratoria, sería difícil predecir las necesidades de atención mental que impondrá este influjo de más de 50,000 personas, que ya están aquí buscando una mejor vida.

El cónsul de Colombia en Nueva York, Andrés Mejía Pizano es el primero que crea este tipo de alianzas con el DOHMH. (Foto: F. Martínez)

Un relato de angustia y desesperación

El colombiano, ‘Jaime González’, de 32 años, salió de su natal Pereira huyendo del desempleo, alentado por las historias de migración de algunos primos lejanos que llegaron a Nueva York en los años 80. Llegó el pasado otoño, luego de cruzar la frontera sur de México. A esta altura, si tendría que poner un nombre a su historia y la de miles de sus compañeros de travesía, no duda en describirla como “angustia, desesperación y ansiedad”.

“Obviamente cuando llegas aquí, te das cuenta que es muy difícil que inclusive tu familia te de hospedaje, por más de tres días. Por eso terminé en un refugio en Queens. Y aunque ya no estoy allí, te digo que es una experiencia horrible desde todo punto de vista”, contó.

Jaime describe que más los deprimió y desestabilizó emocionalmente vivir en un refugio, que pasar caminando la selva del Darién, que divide a su país con el istmo panameño.

“Por más que la Ciudad haga el intento de apoyar,e invierta millones de dólares en mejorar la calidad de vida de quien llega, lamentablemente la mayoría llega con una idea muy errada de lo que es este país. Se necesita una estabilidad emocional muy fuerte para empezar aquí desde cero, sin apoyo familiar”, resumió.

El inmigrante colombiano ya dejó el ‘shelter’. Tiene un trabajo que le permite pagar una habitación compartida en un sótano en Corona. Pero lamenta haber sido testigo de situaciones que le dan la certeza, que muchos difícilmente podrán “cruzar la frontera” más importante: integrarse de manera armónica a la sociedad.

“No es que yo quiera criticar. Ni ser ejemplo de nada. Llegar a Nueva York sin una estabilidad emocional y un objetivo claro, te puede llevar al camino de las adicciones rapidito. Y eso lo observé en los refugios en los que estuve. Por eso salí corriendo. Mucha gente joven que en semanas ya estaba drogada todo el día. ¿Dónde van a terminar? En nada bueno. Ni para ellos. Ni para esta ciudad que los acogió”, señaló el neogranadino.

“Es muy difícil no colapsar”

De forma reiterada, Jaime destaca que la mayoría de los nuevos inmigrantes tienen una presión “muy berraca” (extrema) por sobrevivir aqui, por ayudar a quienes dejaron atrás, por esperar a miembros de la familia que vienen en camino. Y lo peor, superar el limbo de no tener papeles. Lo cual los condena a trabajos que podrían ser formas modernas de esclavitud.

“Se tiene que ser muy “estable” para no terminar colapsando. Porque cuando vas por el Subway y te encuentras con esa cantidad de gente con enfermedades mentales que viven en la calle por años. Esa imagen te da un golpe en la cara. Te traumatiza horrible pensar que tu podrías estar cerca de terminar tirado en la calle, si te desestabilizas”, razonó.

Solo con la experiencia que le da el tránsito por refugios temporales y las calles de la Gran Manzana en los últimos seis meses, el colombiano se atreve a opinar y proyectar que esta crisis migratoria le pondrá más presión a la ya “histórica” crisis de salud mental de esta urbe.

“Personas desesperadas y sin papeles que pensaban que aquí era todo más fácil, se ven por meses viviendo en un espacio compartido con miles de extraños, con costumbres muy distintas. La ansiedad por salir de allí, te puede llevar a caminar por caminos muy peligrosos. Y hasta la locura. Porque prosperar en Nueva York es muy difícil”, concluyó.

Venezolanos: una pesadilla sin consulado

Hay otros testimonios. El venezolano Javier Calzadilla, de 28 años, opina lo mismo. Desde que llegó el pasado mes de enero a un refugio en Brooklyn, no hace otra cosa que contar los días para que su vida se mueva a un mejor sitio.

“Uno no sabe qué ha sido peor. Si pasar la selva y caminar por meses para llegar aquí. Si haber estado en un centro de detención, por 20 días, sin saber si te iban a soltar, o llegar a un refugio que es una especie cárcel en donde así trabajes y trabajes, no te alcanza para salir de allí. Y lograr tu sueño americano”, refirió el inmigrante.

Como miles de venezolanos, que de acuerdo a todas las aproximaciones significan abrumadoramente la proporción del 80% de inmigrantes recién llegados, Javier tiene otro drama que afrontar: Al estar rotas las relaciones entre Estados Unidos y su país natal, no cuenta con ningún apoyo consular en Nueva York.

“Ni siquiera puedes obtener una identificación, si la pierdes en el camino o te la retienen. Es decir, que como venezolanos ni siquiera tenemos el derecho a la identidad. Con todos los problemas que eso implica para poder arrancar. Todo se convierte en infernal”

“Una gota de agua en el desierto”

Asimismo, el activista Robert González de la organización ‘Por amor a Venezuela’ estima que en este momento la ”abrumadora mayoría” de los recién llegados que son de su país, difícilmente podrán contar con algún tipo de soporte de representantes consulares.

“Observamos que tristemente miles de nuestros connacionales se están quedando atrapados en otro tipo de ‘selva’. Han pasado meses y no consiguen trabajo. No ven futuro. Empiezan a sentir rechazo. Nada fue como se lo imaginaban. Mucho menos, como los traficantes humanos se lo vendieron”, razonó.

González opina que cualquier programa de apoyo emocional, siempre será apenas una “gota de agua en el desierto” de esta monstruosa crisis: “La verdad es que el problema de fondo nadie lo está abordando. Siguen llegando cientos de personas con una información no precisa de lo que significa vivir aquí y a los meses se encuentran con el rostro de la ruda y complicada ciudad de los rascacielos“.

Varias alarmas:

  • El pasado mes de septiembre,  la colombiana Leydy Martínez, de 32 años, una inmigrante recién llegada se suicidó mientras se encontraba refugiada en el albergue Hollis Family en Queens. Se encontraba en el momento de quitarse la vida con sus dos hijos de 15 y 7 años. Algunos testimonios aseguran que había entrado en un terrible círculo depresivo porque fue separada de su esposo en la frontera.
  • El pasado 21 de diciembre también en otro hotel-albergue de Queens, el joven venezolano John Ortega se quitó la vida. La pareja del inmigrante encontró su cuerpo en el baño. Habían llegado con una niña de tres años al país. Las presiones económicas se supone fueron la razón de la extrema decisión.
  • Aunque no se ha confirmado oficialmente, fuentes de El Diario aseguran que se han registrado varios casos de sobredosis de drogas, intentos de suicidio, situaciones de violencia, reyertas y ataques de pánico en los ‘shelters’, en donde han sido hospedados desde la pasada primavera miles de inmigrantes. 

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