Columna de Ismael Cala: El poder del Modo Monje, desconectar para conectar
Este enfoque nos insta a apagar notificaciones, silenciar dispositivos y despejar nuestra mente de distracciones digitales mientras realizamos una tarea específica
En el vertiginoso mundo contemporáneo, donde la tecnología se ha entrelazado de manera inextricable en nuestras vidas, resulta imperativo aprender a desconectar para poder reconectar con nosotros mismos. En este sentido, el “modo monje” se alza como una práctica esencial para recuperar nuestra concentración y productividad, permitiéndonos abordar una tarea a la vez con la profundidad y la atención que merece.
El término “modo monje” hace referencia a los monjes budistas, quienes se sumergen en sus actividades con una concentración total y sin distracciones. En la actualidad, esta práctica se ha adaptado a nuestro contexto tecnológico para contrarrestar la multitarea constante que nos bombardea. Este enfoque nos insta a apagar notificaciones, silenciar dispositivos y despejar nuestra mente de distracciones digitales mientras realizamos una tarea específica.
En un mundo donde la tecnología nos empuja a estar siempre conectados, esta práctica nos enseña la importancia de desconectar para recuperar la paz interior y la claridad mental.
La principal premisa del “modo monje” es sencilla: cuando te sumerjas en una tarea, dedica tiempo exclusivo a ella. Apaga el teléfono, cierra las pestañas del navegador y elimina cualquier distracción que pueda interrumpir tu flujo de trabajo. Al hacerlo, te permites aprovechar al máximo tu capacidad cognitiva y creativa, lo que, a su vez, mejora la calidad de tu trabajo y te permite completar las tareas de manera más eficiente.
Además, esta práctica también tiene beneficios para la salud mental. El constante flujo de notificaciones y la atención dividida pueden causar agotamiento y estrés. Al practicar el “modo monje”, disminuimos la sobreestimulación digital y reducimos la ansiedad, lo que conlleva una sensación de bienestar y tranquilidad.
Implementar el “modo monje” no es tarea fácil en un mundo hiperconectado. Requiere de disciplina y autodeterminación para resistir la tentación de revisar el correo electrónico o las redes sociales a cada momento. Sin embargo, los resultados valen la pena. Al aprender a desconectar para reconectar, nos convertimos en artesanos de la concentración y la productividad.
En un mundo donde la distracción es la norma, el “modo monje” se erige como un faro de enfoque y claridad en el mar de la tecnología.
Te escribo esta columna desde Bali, la denominada Isla de los Dioses y del budismo, esperando que podamos aprender de ellos eso de desconectar para conectar.
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