Columna de la Dra. Nancy Alvarez: Ser “buena esposa” no es traicionarse a sí misma
Siempre digo que no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar. Y esta vez llegó para que entendieran que está prohibido traicionarse a sí mismo, no valorarse, consentir una relación humana sin justicia relacional, y más
Buscando en Netflix encontré la hermosa película “La buena esposa”. La había visto hace mucho, pero no la recordaba muy bien. Mi esposo me pidió buscar algo bueno, y eso sí sabía que era difícil. Esta la vimos dos veces, pues es una clase de psicología profunda, un estudio hermoso y triste de los límites del amor y la lealtad, y las consecuencias de traicionarse a sí mismo.
También es un estudio sobre cómo el mundo, por mucho tiempo, ha limitado a la mujer —y aún la limita, pero menos. Esto originó que una mujer sumamente talentosa, una gran escritora, terminara casada con su profesor. Un hombre que escribía, pero jamás como ella. Fue difícil que su esposo entendiera que era mejor escritora, pero si la mujer no ponía su toque, el libro no se vendía.
En el fondo, ella llenaba su deseo de escribir, era su locura, pero por ser mujer nadie le iba a dar la oportunidad. Y cayó en la trampa. Jamás pensó que era enredarse en ser leal a sí misma o a su marido. Decir la verdad era traicionarlo, no decir la verdad era traicionarse a sí misma.
Pero, en esa época, una mujer no llegaba a ser gran escritora. Eso era cosa de hombres. Esto la hizo dejar de intentarlo y empezó a “arreglar” lo que escribía su marido.
Se traicionó a sí misma, ya que nunca nadie supo la verdad. Escribía escondida hasta de sus hijos, era un secreto de lo que la pareja no hablaba con nadie. Y lo peor: tampoco hablaban entre ellos. Su esposo la traicionó, ganó un premio Nobel de Literatura y tampoco lo dijo. Ni siquiera en privado. Robó el talento a otro, pero ese “otro” era su mujer, la madre de sus hijos, su compañera.
Entiendo que la mentira llegó a un Nobel, entiendo que ella se había traicionado hasta un punto que era inhumano. El Nobel era suyo, y la rabia empezó a crecer. A eso se sumaron las infidelidades de su marido, que la humillaban bárbaramente.
Siempre digo que no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar. Y esta vez llegó para que entendieran que está prohibido traicionarse a sí mismo, no valorarse, consentir una relación humana sin justicia relacional, y más. No deje de verla, es casi un pecado no hacerlo.