Editorial: Adiós al Papa Francisco

Se ha ido un defensor de los inmigrantes

Miles de millones de fieles lloran la muerte del papa Francisco, que fue anunciada por el cardenal Kevin Joseph Farrel.

Miles de millones de fieles lloran la muerte del papa Francisco, que fue anunciada por el cardenal Kevin Joseph Farrel. Crédito: Gustavo Garello | AP

Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, que falleció el lunes 21 de abril a los 88 años en El Vaticano, pasará a la historia como quien trabajó incansablemente para abrir la Iglesia Católica ante un segmento cada vez mayor de fieles, intentando detener el éxodo de católicos y rejuveneciendo una institución característica por su apego a las tradiciones y lo inamovible de sus doctrinas. 

Lo hizo sin tener que efectuar los cambios drásticos que otros dentro y fuera de la Iglesia demandaban. No habilitó la posibilidad de que mujeres ingresen al sacerdocio. No cambió el rechazo a los matrimonios entre personas del mismo sexo. Pero abrazó a una y otros. 

Y lo hizo con una sonrisa.

Ha muerto el primer papa latinoamericano, y quien representó tanto a su  pueblo argentino – con las numerosas tomas de él tomando mate y enarbolando la casaca de su equipo de fútbol preferido, San Lorenzo de Almagro – como al latinoamericano en general. 

También perdura la controversia que suscitó cuando se le acusó de no haberse opuesto suficientemente a la última dictadura militar argentina, especialmente en el contexto de la desaparición de miembros del clero en manos de los represores. Una controversia que no tiene respuestas definitivas y no puede tenerlas por lo delicado de su posición  en aquellos años. 

Pero más allá de su pasado y los cambios que ejerció y que inició dentro de la Iglesia Católica, una institución donde los cambios son lentos y llevan décadas sino siglos, Francisco parecería haber sido el único líder mundial con la fortaleza y el prestigio suficiente como para enfrentar la corriente de autoritarismo que está barriendo el planeta, especialmente en su confrontación con Donald Trump y otros en el tema de la inmigración irregular. 

Con constancia y paciencia, el Papa Francisco puso en el centro de su pontificado a los inmigrantes y se opuso a la hostilidad antiinmigrante personificada en Trump desde que este lanzara sus ataques contra estos como parte de su primera campaña presidencial en 2016. Y hasta que en febrero de este año dirigió una carta abierta a los obispos de Estados Unidos donde cimentó los preceptos de misericordia y solidaridad en defensa de los inmigrantes diciendo: “Exhorto a todos los fieles de la Iglesia católica, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados”. Porque “deportar migrantes”, escribió el Papa, “hiere la dignidad humana”. 

Las reacciones de dolor desbordan los límites del catolicismo y engloban a otras religiones y otros credos. Los gobernantes de la tierra expresaron sus sentimientos de congoja y esperanza. En países como Brasil y la Argentina se decretó un duelo de una semana, e incluso en la Casa Blanca las banderas se izaron a media asta en señal de duelo.

Se ha ido un defensor de los inmigrantes. En 15 a 20 días, los cardenales elegirán un sucesor, que podría revertir sus esfuerzos y propiciar una postura nuevamente conservadora, o bien sustentar su ejemplo y seguir apoyando a los que nada tienen, menos la esperanza. 

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