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Fenómeno alarmante: ríos naranjas en Alaska por el cambio climático

El deshielo del permafrost en Alaska libera metales tóxicos en ríos, amenaza la vida acuática y pone en riesgo comunidades indígenas

Rio Alaska

El calentamiento global está causando que los deshielos liberen sustancias nocivas. Crédito: Shutterstock

El color naranja y el aspecto turbio que en estos días presentan las aguas del río Salmon, en la cordillera Brooks de Alaska, evidencian un fenómeno que está transformando el Ártico.

El deshielo del permafrost está liberando metales tóxicos en los ríos, alterando la composición química del agua y poniendo en riesgo la vida acuática y las cadenas alimentarias de la región.

Este proceso, causado por el cambio climático, convirtió ríos que antes eran fuente de agua potable en corrientes contaminadas, con consecuencias que los científicos consideran irreversibles. El permafrost, una capa de suelo ártico congelada durante milenios, se derrite por el aumento de las temperaturas globales. La entrada de agua y oxígeno en este suelo expuesto genera reacciones químicas que descomponen piedras ricas en sulfuros.

Como resultado, se forma ácido sulfúrico que libera metales como hierro, cadmio y aluminio hacia los ríos. Aunque normalmente este tipo de contaminación se asocia con actividades mineras, en este caso ocurre de manera natural, sin intervención humana. Tim Lyons, biogeoquímico de la Universidad de California Riverside, explicó que el aspecto de estos ríos recuerda al drenaje ácido de minas, aunque subrayó: “Aquí no hay mina. El permafrost se está descongelando y está alterando la composición química del paisaje”.

Un estudio reciente publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias describe la magnitud de la contaminación en el río Salmon y advierte que procesos similares ya afectan a otras cuencas hidrográficas del Ártico.

Un hallazgo inesperado

El ecólogo Paddy Sullivan, de la Universidad de Alaska, fue el primero en detectar en 2019 el cambio drástico en el río Salmon durante una campaña de campo sobre el desplazamiento de los bosques árticos. Al observar que el río no recuperaba su claridad tras el deshielo y tenía la apariencia de aguas residuales, decidió investigar más a fondo.

Sullivan se unió a Lyons, a Roman Dial de la Universidad Alaska Pacific y a otros colegas para analizar el fenómeno. El equipo confirmó que el deshielo del permafrost desencadena reacciones geoquímicas: oxidación de minerales como la pirita, generación de acidez y liberación de metales, entre los que destaca el cadmio. Este metal se acumula en los órganos de los peces y puede afectar a depredadores como osos y aves que dependen de ellos para alimentarse.

Si bien en pequeñas dosis los metales no siempre son tóxicos, el estudio demostró que los niveles en el agua del río Salmon superan los límites de toxicidad para la vida acuática establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés).

Además, la alta concentración de hierro enturbia el agua, disminuye la penetración de la luz y asfixia a las larvas de insectos. Estos insectos constituyen la base alimentaria de peces como el salmón, lo que agrava el riesgo de colapso en la cadena trófica.

Riesgos para comunidades indígenas

Las consecuencias de este proceso van más allá de la fauna acuática. Aunque las concentraciones actuales de metales en los tejidos comestibles de los peces no representan un riesgo directo para los humanos, los cambios en los ríos generan amenazas indirectas para las comunidades indígenas que dependen del salmón chum para su subsistencia.

Esta especie es fundamental tanto para la dieta como para la cultura de los pueblos locales. Sin embargo, podría enfrentar serias dificultades para desovar en lechos de grava obstruidos por sedimentos finos. Otras especies, como el tímalo y el tímalo Dolly Varden, también están viéndose afectadas por la alteración de sus hábitats.

David Cooper, científico de la Universidad Estatal de Colorado y coautor del estudio, señaló que los rápidos cambios en la morfología del terreno y la química del agua en la región resultan “realmente asombrosos”.

Un problema sin solución aparente

Lyons advirtió que lo observado en el río Salmon no es un caso aislado: “Esto está sucediendo en todo el Ártico. Dondequiera que exista el tipo adecuado de roca y permafrost descongelado, este proceso puede desarrollarse”.

La situación es especialmente crítica porque, a diferencia de la contaminación minera que puede contenerse con barreras e infraestructura, las cuencas hidrográficas remotas del Ártico cuentan con cientos de fuentes potenciales de contaminación y carecen de mecanismos para su control. Una vez que comienza la reacción química, solo la recuperación del permafrost podría detenerla, algo poco probable en el contexto actual de calentamiento global.

El carácter irreversible de este cambio inquieta a los especialistas. Lyons enfatizó: “Una vez que esto empieza, no hay solución. Es otro cambio irreversible impulsado por el calentamiento del planeta”.

Advertencia para el futuro

El estudio fue financiado por el programa de Respuesta Rápida de la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Su propósito es alertar sobre el peligro potencial para otras regiones árticas y ayudar a comunidades y gestores de tierras a anticipar y prepararse para los impactos futuros.

La transformación de los ríos árticos demuestra que, incluso, los lugares más remotos del planeta no están a salvo de las consecuencias del calentamiento global. El naranja turbio del río Salmon no es solo un cambio de color: es una señal visible de un proceso profundo, irreversible y de gran alcance que ya está modificando los ecosistemas del norte y amenaza la seguridad alimentaria de quienes dependen de ellos.

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