Riesgo de ACV: Consumo excesivo de bebidas energéticas amenaza gravemente la salud cerebral
¿Cuánto es demasiado? Un hombre de 50 años consumía 8 latas de bebidas energéticas al día y fue a parar al hospital
La evidencia científica indica que el consumo excesivo de bebidas energéticas afecta la salud. Crédito: Shutterstock
Las bebidas energéticas son grandes aliadas para conseguir un impulso inmediato, y esto se debe a que, en promedio, pueden contener hasta 160 miligramos de cafeína. Sin embargo, un caso reciente de un paciente de 50 años que consumía en exceso este tipo de bebidas llevó a los médicos a advertir que este hábito está vinculado directamente con el riesgo de accidente cerebrovascular.
La revista BMJ Case Reports publicó un análisis sobre los efectos del consumo excesivo de bebidas energéticas en la salud cardiovascular, un riesgo que suele subestimarse. Los médicos identificaron impactos en tres ámbitos —fisiológico, social y regulatorio—, los cuales se combinan para generar alteraciones en la presión arterial y aumentar el riesgo cardiovascular.
La hipótesis es que la interacción de la cafeína con otros ingredientes, como la taurina, el guaraná, el ginseng y la glucuronolactona, potencia sus efectos estimulantes, incrementando el riesgo de accidente cerebrovascular mediante diversos mecanismos.

¿Cómo una bebida energética puede dañar la salud?

El caso estudiado fue el de un hombre de 50 años, saludable y en buena forma física, que tenía el hábito de beber ocho latas diarias. Presentaba una presión arterial extremadamente alta y un consumo total de más de 1.200 mg de cafeína diarios, una dosis tres veces superior a los límites recomendados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Este consumo excesivo triplica lo permitido por las agencias de salud e implica una sobreexposición a la cafeína, que actúa como un potente estimulante del sistema nervioso simpático, provocando vasoconstricción, taquicardia e hipertensión arterial severa. Este cuadro eleva drásticamente el riesgo de accidente cerebrovascular.
El hombre fue atendido tras sufrir un derrame cerebral en el tálamo, región del cerebro involucrada en la percepción sensorial y el movimiento. Presentó debilidad y entumecimiento del lado izquierdo del cuerpo, además de problemas de equilibrio, marcha, deglución y habla, síntomas que en conjunto se conocen como ataxia.
Al ser hospitalizado, su presión arterial era de 254/150 mm Hg. Tras medicarse, su presión sistólica se redujo temporalmente a 170 mm Hg, pero al regresar a casa la hipertensión reapareció y se mantuvo elevada, pese al ajuste de la medicación.
Más tarde, el paciente confesó que consumía ocho bebidas energéticas diarias, lo que aportaba entre 1.200 y 1.300 mg de cafeína, es decir, más del triple del límite recomendado de 400 mg al día. Al abandonar este consumo excesivo, su presión arterial volvió a la normalidad y ya no necesitó medicación antihipertensiva.
¿Qué dicen los expertos?
El informe enfatiza que las bebidas energéticas, al igual que los ultraprocesados azucarados, combinan incentivos comerciales y placer sensorial con efectos fisiológicos potencialmente peligrosos, lo que evidencia una debilidad en la cultura del consumo consciente.
Los médicos recomiendan promover un equilibrio entre la libertad de consumo y la información veraz, fomentando el conocimiento de los límites del cuerpo antes de sobreestimularlo.
“Si bien la evidencia actual no es concluyente, dada la literatura acumulada, la alta morbilidad y mortalidad asociadas con los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades cardiovasculares, así como los efectos adversos de las bebidas con alto contenido de azúcar, proponemos una mayor regulación en la venta y publicidad de las bebidas energéticas, especialmente aquellas dirigidas a los jóvenes”.
Además, recuerdan que en 2018 los principales supermercados del Reino Unido implementaron una prohibición voluntaria de venta a menores de 16 años para combatir la obesidad, la diabetes y la caries dental.
No obstante, las investigaciones más recientes sugieren que los riesgos podrían ser aún mayores, incluyendo enfermedades cardiovasculares como los accidentes cerebrovasculares isquémicos (por coágulo o restricción del flujo sanguíneo) y hemorrágicos (por sangrado cerebral), especialmente en poblaciones jóvenes en las que, en teoría, el riesgo debería ser bajo.
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