Qué países no celebran la llegada del Año nuevo y por qué
Para algunos países del mundo el primero de enero resulta una fecha como cualquiera del año
Países del Medio Oriente no celebran Año Nuevo. Crédito: Pixabay
Faltan horas para que finalice 2025 y en buena parte del planeta ya se vive el clima de cuenta regresiva. Las luces, los brindis y los balances personales dominan la escena, en una fecha que suele asociarse con comienzos, deseos y renovación colectiva.
Para millones de personas, la llegada del 1° de enero representa un punto de quiebre simbólico, un cierre de etapa que habilita nuevas metas y promesas. Sin embargo, esa vivencia no es universal, ya que en muchas regiones del mundo la noche de Año Nuevo pasa casi inadvertida.
Contrario a lo que suele creerse, no todos los países ingresan a 2026 al mismo tiempo ni de la misma manera. En distintas culturas, el calendario que regula la vida cotidiana no es el gregoriano, por lo que el cambio de año se celebra en fechas diferentes o no se festeja.
Esta diversidad de formas de medir el tiempo revela que el Año Nuevo occidental es, en realidad, una convención cultural que convive con otros sistemas milenarios, los cuales mantienen su vigencia y continúan marcando rituales, celebraciones y momentos de introspección colectiva en varias sociedades.

Países donde el 1° de enero no es una fecha central
Uno de los casos más conocidos es el de los países de mayoría musulmana, como Arabia Saudita, Irán o Afganistán, donde el calendario islámico se rige por ciclos lunares y cuenta con menos días que el occidental, por lo que el año nuevo no coincide con enero.
En estas naciones, el comienzo del año se produce con la llegada del mes de Muharram y no suele celebrarse con fiestas, sino con jornadas de recogimiento y reflexión espiritual, de modo que el 1° de enero carece del carácter festivo típico de Occidente.
Una situación similar se vive en Israel, donde el calendario hebreo establece el inicio del año en Rosh Hashaná, que generalmente se ubica entre septiembre y octubre, convirtiendo al Año Nuevo gregoriano en una simple referencia civil sin peso simbólico.

En Asia oriental, países como China, Vietnam y Corea del Sur también se rigen por calendarios tradicionales, y el Año Nuevo Lunar, celebrado entre enero y febrero, constituye la festividad más importante, con reuniones familiares y rituales que superan ampliamente al 1° de enero.
Otro ejemplo particular es Etiopía, que utiliza un calendario propio de trece meses y con varios años de desfase respecto al gregoriano, por lo que su año nuevo, conocido como Enkutatash, se celebra en septiembre, sin relación con la llegada de 2026.
En todos estos casos, el año nuevo occidental existe en términos administrativos o internacionales, pero no ocupa un lugar central en la vida cultural ni religiosa de sus habitantes, quienes continúan guiándose por sistemas que reflejan su historia y tradiciones.
Así, mientras gran parte del mundo brinda por el comienzo de 2026, millones de personas mantienen su rutina diaria sin alterar sus costumbres, demostrando que el paso del tiempo no se vive deforma homogénea y que el calendario también es una construcción cultural.