Ometeotl: La Danza
El solsticio de verano es una fecha ideal para celebrar ese dios de la cultura náhuatl en el que se funden lo masculino y lo femenino, lo visible y lo invisible, que algunos estudiosos piensan inauguraría una edad de monoteísmo religioso
Ha llegado el verano y es necesario el ritual de agradecimiento y ofrenda a la fuerza vital del Universo por parte de la mayoría de las comunidades indígenas de México. La explanada del Museo Nacional (MUNAL) en la Ciudad de México se vistió de gala en un evento en el que convergieron más de trescientas personas agradeciendo la renovación del ciclo vital en la figura de Ometeotl, supremo dios dual.
Desde tiempos ancestrales era venerada la dualidad generativa de Ometeotl quien recibía todas las oraciones, ofrendas y sacrificios, aunque estos se destinaban a las varias deidades que participaban en el ser divino que todo lo permeaba, es decir, todos los dioses eran meros aspectos de esa fuerza superior “padre-madre”.
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Devoción
En medio de plumajes coloridos de distintas aves, impresionantes maquillajes de todas las representaciones sagradas de mesoamérica, copaleras de barro sostenidas por mujeres humeando a los danzantes para su preparación, tambores al unísono haciendo temblar las fibras profundas de la tierra y los tejidos de los que allí estábamos, los cantos y gritos despiertan la gracia y sutilidad de los corazones que todavía agradecen el hecho de estar vivos.