La pasividad mina a la pareja
Experta en relaciones habla sobre qué la causa, qué hacer y si una o ambas partes tienen la culpa de esta dinámica que lleva a la separación
La pasividad es uno de los enemigos sigilosos de la relación de pareja. Y cuando se da, y termina en divorcio o separación, los afectados muchas veces se centran en ver a quién echarle la culpa sin hacer un análisis previo de su propia responsabilidad.
“La pasividad en la pareja es una cosa de dos, donde ambos son tan culpables y/o responsables del resultado final”, asevera la coach de vida Elena Burnett, experta en resolver conflictos en las relaciones afectivas, basada en Los Ángeles.
Y es que como explica, para que una relación sea sana tiene que haber un distanciamiento y acercamiento en la misma proporción, pero en muchas ocasiones nos encontramos con relaciones en las que no existe un punto medio entre estos dos polos y con el tiempo se empiezan a ver los signos de la pasividad en uno o ambos integrantes de la pareja.
“Descubrir ese punto donde las dos personas se encuentran, manteniendo su identidad y agregándole hasta un poco de misterio a la relación, no es fácil”, ahonda la experta. “Y esto resulta aún más difícil, especialmente, si los integrantes son menores de 40 años, ya que la sexualidad a esa edad se vive de otra manera y a esto además hay que añadirle el factor biológico de las hormonas. Un factor que tampoco nos ayuda mucho a la hora de ver las cosas con más claridad”.
Es así que cuando la pasividad empieza a gestarse en la relación esto quiere decir que “ha llegado el momento de hacer ciertos cambios positivos” si se desea estrechar, conservar y crecer juntos.
Y para efectuar estos cambios positivos, en muchas ocasiones “uno o ambos integrantes tienen que sacrificarse sen nombre de la relación”.
Cambios positivos que ayudan
“Un cambio positivo sería, por ejemplo, dormir en habitaciones separadas [de no tener una extra, se puede dormir en cualquier otro espacios de la casa] para mantener ciertos límites o distanciamiento de la intimidad con el objetivo de echar de menos a la otra persona y revivir entre sí el deseo de la búsqueda”, señala Burnett.
“Crear esta distancia es saludable siempre y cuando no se haga para jugar con los sentimientos de la otra persona”, aclara. “El objetivo es tratar de que con ese pequeño distanciamiento temporal podamos mantener intacta nuestra propia identidad, sin que nos perdamos en la otra persona, aniquilándonos a nosotros mismos. Esto al mismo tiempo, ayuda a que la química existente entre los dos integrantes de la pareja se mantenga viva”.
Evitar hablar de problemas económicos o de negocios con demasiada asiduidad es otro de los cambios positivos que ayudan a incentivar el deseo de que la pareja quiera voluntariamente pasar más tiempo con uno.
“El hábito de hablar con persistencia de negocios o problemas económicos rompe cualquier tipo de romanticismo”, acentúa Burnett. “Para no caer en esto, hay que especificarle a la pareja que se necesita de su atención por unos 15 o 20 minuto para hablar de negocios, preocupaciones u otros temas. Y después de ese tiempo hay que evitar retomar el mismo tema y dale a la pareja la atencion que necesita”.
Otro cambio que funciona es no mostrarse ante la pareja como un competidor, ya que esto a la larga en vez de unir aleja.
De quién es la culpa
Cuando en una relación las cosas no marchan bien es usual que el uno se lave las manos y trate de culpar al otro, pero como específica Burnett: los culpables en la relación siempre son los que la forman. Culpar al otro para convertirse en el inocente es un juego que no va a ninguna parte si es que lo que se quiere es mejorar juntos.
“Pongamos por ejemplo el caso de que uno de los integrantes quiera o necesita más sexo de lo que el otro puede o quiere proporcionarle. ¿Cuál sería la solución? Encontrarse a medio camino y saber priorizar, basándose en qué es lo que sería lo correcto para que la relación siga adelante, teniendo en cuenta que ninguno de los dos se sienta abandonado o usado dicho de alguna manera”, explica la entrevistada.
“Y para llegar a este punto medio es importante recordar que denegar a la pareja nuestra sexualidad cuando esa persona nos está dando exclusividad, no es justo, pero exigir más tampoco es la clave, al igual que no lo es el usar el sexo como arma para que la pareja haga lo que uno quiere”, ahonda Burnett.
“En pocas palabras: cuando la pareja nos está dando exclusividad, continuidad y longetividad, no hay que negarnos a los encuentros si queremos que él o ella siga dándonos esa prioridad. Hay que ser justo/a si queremos mantener nuestra pareja a nuestro lado. Hay que encontrar ese punto medio”, agrega.
Una responsabilidad compartida
En cualquier relación madura, los integrantes tienen que tomar responsabilidades por sus acciones o falta de la misma. Así que “las relaciones que se basan en culpar al otro, son relaciones en las que ninguno de los dos quiere tomar responsabilidad del 50% que le corresponde”.
“Es más fácil señalar con el dedo a la pareja que mirarse a uno mismo y ver dónde se ha fallado”, concluye la coach. “En toda relación siempre hay dos culpables, el que se deja abusar y el que abusa. De ahí los roles cambian hasta que ambos o uno de los dos llega al punto de la máxima indiferencia. Esto sucede por falta de madurez y no querer hacer los cambios necesarios para que esta unión siga floreciendo”.