Un planteamiento migratorio lamentable

En un debate reciente, Herman Cain, uno de los ocho pre-candidatos republicanos a la presidencia, dijo que de ser electo construiría una cerca electrificada de 20 pies de altura en la frontera en México y EE.UU. Al lado de la misma colocaría un letrero que diría: “Cuidado, cruzar la frontera tiene consecuencias. Le puede costar la vida”.

Es posible que esta posición tajante sea del agrado de los oponentes más radicales de una reforma migratoria, pero sus palabras son despreciables. Cain se dio cuenta de su error y al principio trató de explicar que bromeaba. Después tres veces dijo “Mea culpa” como disculpa a “aquellos que se ofendieron con sus palabras”. Si la consideramos una broma es de mal gusto. Su disculpa no es suficiente. Hablar de matar a quienes crucen la frontera sin papeles es inaceptable.

Hace tres décadas un presidente republicano, Ronald Reagan, el ídolo de los que hoy aspiran al cargo habló también de una cerca. Hablaba del Muro de Berlín y en un discurso histórico le exigió a la Unión Soviética que tumbara el muro que dividía a la ciudad y al país en dos. Era un muro construido con una mezcla de sangre sudor y bloques de concreto para evitar que los alemanes orientales pudieran huir al oeste en busca de democracia y libertad. Muchos trataron de escapar y otros murieron intentando hacerlo.

Ahora son los políticos de nuestro país los que hablan de construir un muro. El de Berlín se alzó para evitar que los alemanes del este huyeran de su país. El de Estados Unidos es para evitar que personas sin documentos entren al país.

Puede que haya diferencia entre los que construyen un muro para evitar la fuga de sus ciudadanos y las de otros que quieren mantener a los extranjeros afuera.

Los candidatos republicanos no critican a Cain por sus palabras. Pero tampoco lo han hecho los demócratas. Y es que son pocos los defensores de los inmigrantes indocumentados en el país en el 2011. ¿Qué daríamos por ver a Ronald Reagan de nuevo? Recuerden fue Reagan quien firmó una amnistía para millones de indocumentados en 1986.

Pero los republicanos no son los únicos malos en esta cuestión. A principios de semana John Morton, el director de la agencia encargada de los asuntos de aduana e inmigración, más conocida por las siglas ICE dijo que el gobierno había deportado a casi 400 mil personas en el año fiscal que terminó el 30 de septiembre. Ningún presidente ha deportado a más personas en un año. ¡Y eso que él es el defensor de los indocumentados!

Morton dice que el 55% de los 396,906 deportados habían cometido crímenes menores o mayores. Pero sus cifras son confusas y dadas para esconder la verdad.

Dice que más de mil personas fueron deportadas por haber matado a alguien en Estados Unidos y otros 80 mil eran culpables de crímenes relacionados con el tráfico de drogas o por manejar en estado de embriaguez. Aquí sólo puedo decir: “bien hecho. Se lo merecen”.

Pero no sabemos las razones por las que deportaron a más de 300 mil personas. El problema es que el presidente Barack Obama y su Departamento de Justicia no cumplen con su propia palabra.

Ellos han dicho que van a deportar a los verdaderos criminales; no a aquellos que llevan años en el país trabajando y pagando impuestos sin hacerle daño a nadie.

Los dos bandos se burlan de los indocumentados, unos con palabras y otros con hechos.

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