Nuevo caso de exceso de plomo en agua en un colegio de Pennsylvania
Esto pone en alerta sobre los problemas que rodean a los estudios en las escuelas de Estados Unidos
Parece que fue ayer cuando la ciudad de Flint, situada en el estado de Michigan, captó la atención de todos los medios del país en 2014 al declararse un estado de emergencia federal por los altos niveles de plomo en el agua, un hecho que obligó a sus más de 100,000 residentes a usar agua embotellada o filtrada para cocinar, bañarse, limpiar los platos y, por supuesto, para beber.
Dos años después, en el verano de 2016, el Colegio Summit Township, ubicado en lo alto de una colina a las afueras de Butler, Pennsylvania, se enfrentó a un problema similar después de que unos estudios del agua revelaran que los niveles de plomo eran demasiado elevados.
Pese al riesgo que corrían los estudiantes, la escuela no informó a los padres de los 250 alumnos de los resultados de los análisis hasta que, cinco meses después, en enero de este año, los funcionarios que realizaron el estudio publicaron un informe con la evaluación del agua del colegio, lo que desató la furia de miles de personas.
Tras la renuncia del superintendente del distrito y del vicepresidente, la junta escolar contrató a un investigador privado, la administración de la escuela cerró el centro y trasladó a los alumnos a otro edificio a varias millas de distancia, y una madre presentó una demanda federal criticando la inacción de los responsables.
El problema del plomo en el agua, sin embargo, no es algo poco frecuente, sino que se ha convertido en un asunto nacional y cada vez son más los padres que critican en diferentes lugares de Estados Unidos la falta de transparencia de los estudios y el retraso en la publicación de los resultados.
Aunque la “crisis del plomo” que tuvo lugar en Flint, Michigan, aumentó la preocupación por los niveles de este metal en el agua, miles de colegios llevan décadas luchando contra este problema debido, en parte, a la imposibilidad de cambiar las tuberías de plomo en los edificios más antiguos y a la falta de leyes que obliguen a las escuelas a analizar los componentes del agua con frecuencia.
“Este año ha sido especialmente complicado por la enorme presión que hemos recibido de la comunidad. Nuestro objetivo es ser más transparentes para recuperar la confianza”, afirmó David Hobbs, director de los centros educativos del distrito de Portland, Oregon, después de que los padres de los alumnos de varios colegios exigieran el verano pasado la publicación de los estudios del agua tras meses de retraso.
Otros estados como Virginia, California e Illinois también están intentando mejorar el control sobre el agua que se utiliza en los centros educativos y en otros edificios, aunque este objetivo, según el Washington Post, cada vez es más difícil de alcanzar por la falta de presupuesto y los recortes de personal.