¡Mortadelo Presidente!
Sabemos quién lidera Estados Unidos. La pregunta es cómo lo hace(n). Al igual que la técnica del peinado presidencial, posiblemente no haya respuesta. Después de todo, “¿cómo llegó?” todavía sigue siendo una incógnita-troika, al menos para el sentido común y el instinto de decencia de una nación desarrollada.
Un día en la Casa Blanca de hoy es difícil de imaginar y hasta genera compasión. No debe ser fácil formar parte de un gobierno histérico, encabezado por un señor que, aunque pueda tener algunas buenas intenciones y aciertos, es básicamente narcisista, malcriado, hiperquinético y sin disimulo del conflicto de intereses.
Mucho peor es la labor para los periodistas que cubren la fuente allí mismo. Es complicado hacer seguimiento a la cantidad de información que se está generando -lo cual no significa que sea trascendente. Quizá ello sea intencional. Entre renuncias, despidos y averiguaciones, prácticamente hay que tener un reportero asignado sólo para que esté actualizado con los nombres de quienes integran el gabinete del “comandante en jefe”.
Su apellido está en todas partes, es una franquicia en sí misma: desde una pista de patinaje en Central Park hasta docenas de propiedades alrededor del mundo, incluyendo por supuesto un hotel abierto en Washington DC a pocas cuadras de la Casa Blanca justo unos días antes de las elecciones de 2016.
Todos los presidentes manipulan y mienten, aunque ninguno con tanta bulla e incoherencia como el actual, que opina de todo a toda hora, como un locutor de radio de pueblo.
Y no lo hace como si fuese una opinión. No. Para él es una sentencia y por ello se enfurece y gasta tanta energía en desmentir y agredir a quienes no piensen como él, sea quien sea.
Cuando dice que su yerno/asesor Jared Kushner, en quien confía vendado, es el único “capaz” de lograr la paz en el Medio Oriente, ¿está mintiendo de entrada o de verdad piensa que un novato de 37 años puede alcanzar semejante meta sólo por ser el esposo de su adorada hija? Ella, por cierto, también es la responsable de que Hope Hicks, una ex modelo, haya ocupado el puesto de “Directora de Comunicaciones Estratégicas” de la oficina presidencial más activa del mundo, siendo una niña de 28 años. Cargo que por cierto le fue creado especialmente y que incluía tomar dictado para escribir los polémicos “tweets” de su jefe…
Son apenas dos ejemplos preocupantes de la charcutería en la que está convertida la Casa Blanca, donde cada día puede pasar -y sucede- cualquier cosa. Ambos, Kushner y Hicks, están siendo investigados e integran el círculo más íntimo del presidente, quien ya está haciendo campaña formal para su reelección, aunque aún falten más de dos años para esos comicios.
A los venezolanos, el gobierno actual de EEUU nos ha puesto en un gran dilema. Huérfanos como estamos, hartos de 19 años de la dictadura más retrógrada de la historia, traicionados por docenas de líderes -Obama, Zapatero, Insulza- y con la autoestima nacional guardada en la guantera de la bisabuela, no nos queda otra sino aferrarnos a que Washington promueva un cambio positivo en Venezuela, aunque sea por un milagro o error burocrático.
Estamos hartos de la piratería, pero no nos queda otra. Igual de irresponsable es Juan Manuel Santos al decir que los venezolanos que huyen representan “su peor pesadilla”, obviando que muchos son colombianos y sus descendientes (como su paisano Maduro), que simplemente han decidido volver a su patria porque el hambre y la violencia los obliga a emigrar, de nuevo.
En “Mortadelo y Filemón”, el protagonista carecía de sentido común, pero era experto en camuflajes. Una de las cosas más maravillosas de esas historietas viene de la atención al detalle que ponía su creador, el catalán Francisco Ibáñez. Entre telarañas y ratones, más allá del diálogo y los actores principales los cuadros tenían todo un fondo aparentemente ajeno, pero tan preciso que cada viñeta ameritaba al menos dos lecturas.
Andrés Correa Guatarasma es corresponsal y dramaturgo venezolano residenciado en Nueva York, afiliado a la Academia Norteamericana de la Lengua Española, el Dramatist Guild of America y la Federación Internacional de Periodistas.
(Las Tribunas expresan la opinión de los autores, sin que EFE comparta necesariamente sus puntos de vista)