Antonio Banderas: “Picasso era el artista perfecto, pero no el ser humano perfecto”
El actor interpreta al pintor malagueño en la serie de National Geographic "Genius: Picasso" que concluye este martes 19 de junio
Antonio Banderas nació “a dos calles” de la casa natal de Pablo Ruiz Picasso en Málaga, en una España bajo el yugo de Franco para la que el pintor, desde la Francia en la que pasó casi toda su vida, era un símbolo de libertad y modernidad. Por eso cuando National Geographic comenzó a preparar su serie “Genius: Picasso”, pocos actores parecían más adecuados que Banderas para interpretar el papel.
Aún así, el actor malagueño no se había atrevido a meterse en la piel de Picasso hasta ahora, aunque tuvo oportunidades anteriormente, por una mezcla del sentido del respeto y la responsabilidad que perdió después de haber sufrido un infarto a principios de 2017.
En conversación telefónica, Banderas nos habló de lo que para él significó este proyecto, de su nueva visión sobre el genio y de su cercanía con la familia de Picasso.
Pregunta: Picasso siempre fue un poco misterioso, ¿qué descubriste con este trabajo?
Antonio Banderas: Picasso no es un poco misterioso. ¡Es muy misterioso! Es un ser muy secretivo que nunca concedió demasiadas entrevistas. De televisión hay una, que yo conozca. Yo tenía un sentido de la responsabilidad, pero sin miedo. Porque me di cuenta de que el miedo no me iba a permitir meterme en los zapatos de este hombre. Así que dejé el miedo aparcado y traté de informarme, de conocerlo.
P.: ¿Qué te encontraste?
A.B.: Me encontré con un ser muy curioso, incluso hablando con Olivier Picasso, su nieto, hijo de Maya, con quien tengo amistad y que acaba de escribir un libro sobre su abuelo. Me contó primicias sobre la personalidad de Don Pablo y descubrí que era un tipo que nunca mató al niño que llevaba dentro, que nunca justificó nada de lo que hizo tanto en el mundo artístico como en el mundo personal. Incluso cuando le atacaban, como en el libro de Francois Gillot “Mi vida con Picasso”. Él se fue a la corte francesa, perdió el juicio y a ella le permitieron publicar el libro; pero él no salió a defenderse, no salió a decir “eso no es verdad”. No sentía la necesidad de hacer eso. Era un personaje que se ocultaba detrás de sus cuadros. Para él la vida era el arte.
P.: En la serie sus mujeres tienen un papel destacado…
A.B.: Yo no creo que él abusara de ninguna mujer, como se ha comentado mucho. Creo que sí usaba a la mujer como musa por una parte, para aliviar determinados dolores que venían de otras relaciones… Cometía errores infantiles a veces, como no terminar relaciones, sino simplemente encadenarlas. Era una cosa curiosísima cómo va encadenando la relación con Olga Khokhlova y María Teresa Walter y Dora Maar, y después Francoise Gilot… Hay un momento en que están las cuatro encima de la mesa. Y sigue para adelante. No lo justifica, ni siquiera con ellas. Ese misterio era incluso un misterio para la gente que lo rodeaba. Yo creo que le resultaba a la gente muy difícil leerlo.
P.: Y siempre centrado en su arte.
A.B.: Necesitaba un espacio enorme que se comía a los otros espacios alrededor. Para alimentar al monstruo artista enorme que llevaba dentro, el estímulo que ese monstruo necesitaba era lo que le impulsaba a vivir situaciones de vértigo que él mismo producía, especialmente con el mundo de la mujer, que le atraía obviamente muchísimo. Situaciones de vértigo continuo donde él veía que un nuevo estilo, que algo brotaba, que algo era sincero. Como artista es irrefutable. Lo que sí te das cuenta es que era el artista perfecto, pero no es el ser humano perfecto. Es el artista que no se acomoda, que no se duerme en los laurales, que no dice “me aburguesé, ya hice lo que tenía que hacer”. No, continuamente cuando terminaba algo que ya había exprimido exploraba un nuevo camino, y otro, y eso llevó a pintar en muchos estilos sin jamás perder su personalidad. Y mantuvo ese espíritu hasta el mismo momento de la muerte. Es decir, la noche antes estaba pintando. Es un personaje en ese sentido extraordinario.
P.: ¿El artista más importante del siglo XX?
A.B.: A mí sí me lo parece, pero eso son apreciaciones subjetivas. Alguien te puede contradecir. Hay mucha gente que piensa que Matisse era un pintor más importante. Yo creo que eran los dos magníficos, pero la diferencia la establece Picasso porque manda sobre muchos estilos.
P.: En la serie se ve la relación entre ellos dos…
A.B.: Se querían mucho, pero también se daban mucha caña…. Entre bromas, como se ve en algunas escenas, pero se daban mucha caña. Eran muy amigos y desde luego Picasso respetaba muchísimo a Matisse, lo cual no ocurre con otros pintores. En otra conversación se ve cómo Jackson Pollock le parecía un tipo que lo que hacía era sacudir pintura en un espacio vacío. Porque Picasso no es pintor abstracto. No le interesa la abstracción. Le interesaba mucho la deformación del ser humano y la deformación de la realidad.
P.: ¿Qué aporta la serie a todo lo ya escrito y filmado sobre Picasso?
A.B.: Yo creo que el acercarnos a la vida de uno de los grandes del siglo XX y ver las contradicciones humanas que tienen este tipo de genios. Eso ya me ocurrió cuando vi la primera temporada de “Genius” con Einstein, me sorprendían las contradicciones terribles que tenía en su vida privada un hombre que después tenía una capacidad enorme para en un territorio muy específico ser el mejor. Y que esa habilidad que tenía para algo específico afectara de forma positiva a un gran número de personas. Yo creo que ésa es probablemente la definición de lo que es un genio. Pero después el acercar al público a las vidas privadas de estos seres los hace terrenales. Yo creo que es lo que aporta finalmente la serie, la cantidad de contradicciones que estos hombres ilustres tenían en sus vidas privadas, lo cual da una cierta tranquilidad al espectador porque lo ve y dice: “Yo soy humano, éstos son humanos, éstos cometían los mismos errores que yo puedo cometer”. De alguna forma nos apareja a todos.
P.: Conoces a gente de la familia, ¿tuviste algún comentario de ellos sobre la serie?
A.B.: Rodando una escena en Budapest en la que yo hablaba de que no me iba a separar de María Teresa porque la adoro, y adoro a Maya… La escena termina y estaba ahí Olivier, nieto de Picasso que es buen amigo mío, me da el teléfono y estaba su madre, Maya, de la que yo había hablado en la escena, al teléfono con 82 años desde París. “Antonio, tengo muchas ganas de conocerte. Mi padre mi quería mucho. Yo quería mucho a mi padre. No te creas lo que dicen por ahí de mi padre. Mi padre era un hombre bueno y me quería mucho”, me dijo. Fui muy sorprendente el estar en una escena hablando de una persona que en ese momento tendría dos o tres añitos y de repente estar al teléfono con ella.