El gran hermano vigila
En la novela 1984 de George Orwell, el Estado ha logrado controlar al individuo a través de “El gran hermano”, una estructura de poder que vigila milimétricamente cada paso de los ciudadanos de “Oceanía”.
En uno de los capítulos de la obra, el protagonista Winston Smith se dirige a la cantina del Departamento de Registro del Ministerio de “La Verdad” donde trabaja, para comer “el almuerzo regulado” que consiste en una ración de estofado, un pedazo de pan, un cubo de queso, una taza de café y una pastilla de sacarina. Los alcances de “El nuevo orden” llegan inclusive hasta la mesa de los habitantes.
¿Qué locura, el Estado controlando hasta lo que nos llevamos a la boca, de ficción, verdad?
No en realidad. El mes pasado en la escuela elemental West Hoke, de la ciudad de Raeford, condado de Hoke, Carolina del Norte, un inspector estatal de la División de Desarrollo y Educación Temprana del Departamento de Salud y Servicios Humanos incautó el almuerzo de una niña de 4 años porque a su parecer no cumplía las normas establecidas por el Departmento de Agricultura de los Estados Unidos.
El almuerzo en mención que constaba de un sándwich de pavo y queso, una banana, jugo de manzana y una fundita de papitas fritas, fue devuelto al hogar de la niña con una nota que decía que no cumplía con los requisitos necesarios, y un recibo de cobro por el costo del almuerzo de la cafetería de la escuela que obligaron a comer a la menor. Lo curioso y risible del caso, es que el almuerzo de la escuela ese día eran nuggets de pollo con un par de cosas más que la niña finalmente se negó a comer.
Lo terrible de este caso, es que esto no fue un error o una errónea aplicación de alguna norma. En Carolina del Norte los programas de educación preescolar están obligados por ley a evaluar los almuerzos de los menores para ver si cumplen con los requisitos establecidos.
Esto desde mi punto de vista es simplemente insólito. Es razonable que nuestras autoridades se preocupen por la nutrición de los ciudadanos, al fin y al cabo, los altos índices de obesidad y enfermedades crónicas de los chicos en edad escolar ameritan un interés por parte del Estado, pero para eso existen las campañas educativas, las guías nutricionales y los compromisos con la empresa privada del negocio alimentario para que los productos que lleguen al consumidor sean lo más saludables posible. Pero de ahí a vigilar y decidir lo que un menor debe comer hay una distancia irreconcilable con el derecho de los padres de ser los que tomen decisiones con respecto a la alimentación de sus hijos.
Lo lamento, pero esto es inaceptable. En nuestro hogar nos preciamos de darles una adecuada alimentación a nuestros hijos, pero así no lo hicieramos, eso es exclusivamente nuestro problema como padres.
Aparentmente “1984” ya está aquí y vino para quedarse. La pregunta es, ¿Cuando vamos los ciudadanos a parar los abusos de un Estado que está erosionando nuestras libertades todos los días?