La red de tráfico de bebés de más alto nivel en Guatemala; robaron y vendieron inocentes en Europa
Alberto Zune ni siquiera sabe si es mexicano o guatemalteco...
Alberto Zune ni siquiera sabe si es mexicano o guatemalteco, pero creció con la certeza de ser distinto: “Más chaparro, diferente a mis papás, moreno”. Se crió en Bélgica y sus padres adoptivos, Jean Marie Zune y Simone Hertsens, son blancos como la leche. En 2014, cuando tenía 29 años y empezó a indagar sobre sus orígenes, se dio cuenta de que en su adopción hubo algo raro.
Cuando nació Alberto en 1985, el matrimonio Zune-Hertsens llevaba varios años bajo tratamiento médico para poder tener hijos. No lo consiguieron, así que decidieron adoptar. Contactaron con la asociación Hacer Puente, con base en Tournai, Bélgica, que organizaba adopciones de niños guatemaltecos para familias belgas. Todo el proceso parecía legítimo.
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Les pidieron acreditar su solvencia económica y moral y lo hicieron. Trabajaban como profesores de música y, entre los dos, ingresaban 54,000 francos al mes -unos $1,500 dólares, el equivalente a 3,500 dólares en la actualidad. Vivían en el corazón de Bélgica, en una casita de la aldea Marche-les-Dames que daba a una calle sin salida y con acceso a un jardín, “un lugar seguro para niños”. Formaban una pareja “de buena reputación, estable y equilibrada”, según recoge el informe social y el certificado de buena conducta expedidos por las autoridades belgas.
Por parte de Guatemala, una notaria certificó que Alberto -Alberto Alfredo Cajas López es el nombre inscrito en su partida de nacimiento- era hijo de Alfredo González Cajas y Rebeca López. La pareja, según consta en el expediente, había decidido darlo en adopción porque no podía mantenerlo.
Uno de los dos testigos que aparecen en los documentos de adopción es Ofelia Rosal de Gamas, la cuñada del entonces presidente de Guatemala, el general Óscar Humberto Mejía (1930-2016). Simone la recordaba como “una mujer alta, un poco fría. La vieron una sola vez, en Bruselas, y les dijo que se iba a encargar de todo”, explica Alberto. 30 años después, se ha demostrado que ni Alfredo ni Rebeca son sus padres, algo que Alberto nunca imaginó cuando comenzó su proceso de búsqueda.
“Mis papás adoptivos me querían mucho, me compraban pinturas y fotografías, me ponían música de Guatemala”, así que en 2014 decidió terminar allí sus estudios en español para perfeccionar el idioma. Primero localizó a Alfredo.
“Me reconoció como a su hijo. Me dijo que me había echado de menos todos estos años”, recuerda. Y le advirtió de que no intentara ponerse en contacto con Rebeca. “Decía que era una mujer mala, y esto me pareció muy extraño”. Pero no hizo caso, decidió buscarla también y la encontró en la barriada La Democracia, en Malacatán, una ciudad fronteriza con México.
En la casa, Rebeca reunió a sus hijos. Estuvo muy callada todo el tiempo hasta que Alberto preguntó:
-¿Usted es mi mamá?
-No, yo no soy tu mamá. Me contrataron para decir que era tu mamá.
“Sólo me dijo eso. Sus hijos no me reconocían y yo estaba muy perdido. Justo el día anterior había llamado a mis padres adoptivos para decirles que estaba contento porque iba a encontrarme con ella”.
Decepcionado, Alberto contrató a un abogado y acudió al Ministerio Público de Guatemala para pedir una investigación. Los exámenes de ADN que los agentes practicaron a Alfredo y a Rebeca confirmaron que Alberto no era su hijo. Alfredo desapareció, pero Rebeca ha estado colaborando en la investigación, que sigue avanzando. Descubrieron que Catarina San Marcos, el lugar donde nació Alberto, fue un núcleo de tráfico de niños que eran robados en Tapachula, México.
“Encontraron bastantes cosas. La mujer de mi falso papá no era Rebeca, sino una conocida traficante de niños que ha estado encarcelada tres veces, Lucinda Bautista Orozco, alias “Emperatriz Menchú” Era ella, según las indagaciones del Ministerio Público, quien se encargaba de buscar los bebés. Cree que sigue viviendo en Malacatán, pero no la ha localizado.
Rebeca ha declarado que nunca llegó a cobrar por prestar su nombre en los documentos de adopción, pero Ofelia Rosal de Gamas, la cuñada del presidente Mejía, sí lo hizo.
Alberto conserva dos documentos de pago, fechados en 1986, por valor de $4,500 dólares -$10,300 dólares en la actualidad- que fueron ingresados en una cuenta de Nueva York a nombre de Ofelia Rosal de Gamas. Sabe, por sus padres, que no fueron los únicos pagos que hicieron, aunque desconoce la cantidad total que desembolsaron Jean Marie y Simone en concepto de “adopción de niño guatemalteco”, según los recibos en poder de Noticias Telemundo Investiga.
La justicia guatemalteca implica a López de Gamas, ya fallecida, en varias redes de tráfico de bebés que comenzaron a crecer en Guatemala a finales de los años 80. El país vivió una de las guerras civiles más sanguinarias de Centroamérica. Miles de niños fueron separados de sus padres mientras huían del Ejército. Marco Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, lleva 20 años intentando reunirles.
“Algunos fueron capturados por el Ejército, otros terminaban con otras familias, otros en hospitales, organizaciones religiosas, y van llegando a centros estatales en la capital. Ahí se abre la gran oportunidad de negocio que va degenerando, a través de los años, en una red de tráfico”, asegura.
Según la comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, muchas madres fueron engañadas o amenazadas para entregar a sus bebés. Otros fueron robados o comprados. Durante los años 80 y hasta 2007, cuando cambió la ley de adopciones, eran los abogados y notarios quienes tenían la potestad de firmar las adopciones, sin que mediaran más controles estatales.
“Con el correr de los años la demanda es tan grande que los niños de la guerra ya no eran suficientes. Para suplir la demanda entonces esta red empieza también a robar niños sobre todo en las áreas más urbanas”, explica Garavito.
Guatemala fue ganándose la reputación de ser un país donde las adopciones eran fáciles y rápidas y la demanda de niños en los Estados Unidos, Europa y Canadá aumentó. Durante los años 90, las casas-cuna estaban llenas de bebé y hoteles de la capital, como el Camino Real, se llenaron de familias listas para adoptar.
En 2002, Francisco Cuevas, reportero de Noticias Telemundo, constató que adoptar a un niño en Guatemala era tan fácil como hacer una oferta económica. “Hay para escoger”, le dijo entonces una trabajadora de una de las casas-cuna. Según la Liga de Higiene Mental, costaba entre 25,000 y 50,000 dólares.
Entre 1999 y 2008, según el Departamento de Estado, en los Estados Unidos se adoptaron 28,895 niños guatemaltecos. No hay registros de cuántos más se fueron a Canadá y a Europa.
Hoy empieza a conocerse la verdadera cara de aquellas adopciones irregulares. En Bélgica, el escándalo ha salpicado a UNICEF. Su director de la rama belga, Bernard Sintobin, tuvo que dimitir en mayo pasado cuando sólo llevaba una semana en el cargo acusado de estar relacionado con las adopciones fraudulentas. Sintobin era el tesorero de Hacer Puentes, la organización que medió en la adopción de Alberto.
En Guatemala, uno de los nombres que aparecen en los reportes de la prensa local relacionándolo con las redes de tráfico de niños es Edmond Mulet, ex Secretario General Adjunto de la ONU y ex candidato presidencial en las últimas elecciones. En conversación con Noticias Telemundo Investiga, Mulet niega haber sido parte de una red ilegal. Llegaron a presentarse cargos contra él, pero fueron desestimados. Admite, eso sí, haber trabajado en los procesos de adopción cuando sólo era un abogado: “Yo creo que a los niños se les salvó la vida. En esos procesos gana el niño y ganan los padres adoptivos. Obtuvieron una vida de oportunidades de salir adelante. Aquí no hay víctimas”, asegura.
“Él dice que lo hizo por una cuestión humanitaria”, responde Garavito. Si es así, que nos traiga los archivos de las adopciones para que puedan reencontrarse con sus familias. Eso también es humanitario”. En 20 años, la Liga de Higiene Mental ha logrado 496 encuentros. Alberto, después de fijar su residencia en Guatemala y buscar allí durante cinco años, aún no lo ha conseguido. “Llevo toda la vida sin saber quiénes son mis papás”.
(Por Grace González / Noticias Telemundo Investiga)