Muerte de Qasem Soleimani: qué originó la rivalidad que enfrenta a Irán y Estados Unidos desde hace décadas
Estados Unidos e Irán no siempre se dirigieron amenazas. Hubo un tiempo en que se profesaron incluso palabras de amistad. ¿Cuándo? Y sobre todo, ¿qué cambió?
La orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de matar este viernes al general Qasem Soleimani, el poderoso y temido jefe de la fuerza Quds de Irán, ha elevado la tensión entre los dos países al nivel máximo. Y podría tener consecuencias considerables. De hecho, podría desencadenar represalias que acerquen a los dos países a una confrontación directa.
El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei advirtió que los responsables “deben esperar una dura venganza”.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que ambos países fueron “amigos”, en palabras del que fuera presidente estadounidense Jimmy Carter.
“Nuestras conversaciones han sido inestimables, nuestra amistad es insustituible (…). Y no hay ningún otro líder por el que sienta una mayor gratitud y amistad personal“, dijo Carter refiriéndose al sha Mohamed Reza Pahlevi durante el brindis de una cena celebrada en su honor en Teherán en 1977.
Fue en ese mismo discurso, pronunciado durante una visita de Estado del entonces presidente estadounidense al país del Golfo que Carter calificó a Irán como una “isla de estabilidad en una de las zonas más conflictivas del mundo”.
La visión no podía ser más distinta a la actual, donde varios representantes de la administración Trump han acusado a Irán en reiteradas ocasiones de ser una amenaza para la seguridad mundial y de desestabilizar la paz en Oriente Medio.
Cabe preguntarse pues, cómo ambos países pasaron de ser amigos a protagonizar una acérrima enemistad que viene cultivándose durante décadas y que mantiene en jaque a toda la comunidad internacional.
Golpe de Estado de 1953
La operación Ajax, el nombre que recibió la intervención extranjera que propició el golpe de Estado del 1953 en Irán, fue orquestada por la CIA y alentada por los británicos, como reconocen multitud de documentos oficiales y han admitido ambas potencias occidentales.
El golpe derribó al primer gobernante iraní elegido democráticamente, al primer ministro Mohamed Mossadeq, y este es para Arshin Adib-Moghaddam, profesor de Pensamiento Global y Filosofías Comparadas de la Universidad SOAS de Londres, una de las bases de las hostilidades entre iraníes y estadounidenses.
El apoyo de Estados Unidos a un gobierno considerado por muchos autoritario alimentó los argumentos antiamericanos de quienes después protagonizaron la Revolución Islámica de 1979, según el profesor.
“Los historiadores han demostrado que los manuales de tortura utilizados por el brutal servicio secreto del monarca, SAVAK, fueron escritos por la CIA y el Mossad (el servicio de inteligencia israelí). Por lo tanto, se vio a Estados Unidos como cómplice en la supresión (de libertades) de la sociedad iraní que explica el sentimiento antiamericano de los revolucionarios”.
Hasta aquel entonces, y especialmente hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no era vista con malos ojos en Irán, explican desde el servicio persa de la BBC.
Algo que corrobora el profesor Siavush Randjbar-Daemi, de la Universidad St. Andrews de Reino Unido.
“Estados Unidos era vista como una nación amiga y no imperialista (…) Hasta los años 50 no tenía mucha influencia en Medio Oriente. Eran los británicos, y en menor medidas los soviéticos, quienes tenían mayores intereses (en la región)”, asegura Randjbar-Daemi.
Los intereses de Reino Unido en Irán eran sus campos de petróleo, los cuales poseía desde 1908. Los británicos explotaban los recursos naturales de Irán y a cambio le devolvían una pequeña cantidad de los carburantes obtenidos (apenas un 16% de las ganancias).
El nuevo primer ministro escuchó las quejas del pueblo iraní, nacionalizó la industria petrolera del país y acabó con un negocio con el que los británicos se habían beneficiado durante décadas.
Empezó entonces una campaña de intimidación por parte de Reino Unido, que atracó barcos de guerra en el golfo Pérsico, amenazó con invadir el país y decretó sanciones a la venta del petróleo iraní.
También urdió un plan secreto para derrocar al nuevo primer ministro.
La confabulación fue descubierta por la inteligencia iraní y Mossadeq acabó por cerrar la embajada británica en Teherán y expulsar de Irán al personal diplomático de Reino Unido.
Fue entonces cuando los británicos, faltos de personal en el terreno, tuvieron que pedir ayuda a Estados Unidos, aliado de Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial.
La recién estrenada agencia de inteligencia de Estados Unidos, la CIA, fue la encargada de orquestar el golpe cuando Dwight Eisenhower ya había sido elegido nuevo presidente de Estados Unidos.
El control del petróleo iraní fue, por tanto, al menos uno de los motivos detrás del golpe. Pero es posible que no fuera el único.
Algunos historiadores consideran también el golpe como un acto de la Guerra Fría: quería evitarse a toda costa que Irán se volviese hacia los comunistas en un contexto internacional que se debatía entre el capitalismo, cuyo máximo representante era Estados Unidos, y el comunismo, liderado por la Unión Soviética.
“La administración de Eisenhower, y varios documentos que se han desclasificado en los últimos años lo certifican, creyó que Mossadeq se confabularía con la Unión Soviética por el apoyo que profesaban al nuevo primer ministro los militantes del partido Tudeh (el partido comunista iraní)”, sostiene el académico de St. Andrews.
“Yo creo que Estados Unidos temía la expansión del comunismo y que los británicos usaron esa carta para que los americanos se unieran a su causa”, opina Randjbar-Daemi.
Fueran cuales fueran las motivaciones reales de los estadounidenses para interferir en los asuntos internos de Irán, el golpe prosperó y el primer ministro nacionalista fue encarcelado.
Al poder volvió una monarquía favorable a Occidente, la delsha Mohamed Reza Pahlevi.
Diversos historiadores creen que el golpe de Estado alimentó una oleada de nacionalismo iraní que culminó con la Revolución Islámica de 1979 y a la vez envenenó para siempre las relaciones entre Estados Unidos e Irán, idea que expresa en su libro The Coup (El Golpe) Ervand Abrahamian, historiador y profesor de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CNYU), .
El sha amigo
Con la llegada del sha vinieron 26 años de fructuosa amistad entre Estados Unidos e Irán.
La participación de Estados Unidos en su ascenso colocó a Washington en una posición de poder en una región donde hasta ahora no había tenido una gran influencia, según los expertos consultados por BBC Mundo.
“Además del acceso al petróleo, Estados Unidos empezó a controlar la política exterior del sha, a quien aupaba como el policía del Golfo Pérsico, especialmente bajo la doctrina del pilar dual de la administración de (el presidente estadounidense Richard) Nixon”, considera el académico de SOAS.
Pero no todo podían ser concesiones hacia los estadounidenses.
Para aquel entonces, y tras la nacionalización de la industria petrolera iraní, eran demasiadas las voces dentro del país que se oponían a volver a un acuerdo desfavorable para los iraníes como el que durante décadas Irán había mantenido con los británicos.
Así que en lugar de nacionalizar al completo el petróleo iraní, en 1954 se firmó un acuerdo por el que se creaba un consorcio internacional con participación de británicos, estadounidenses, holandeses y franceses y mediante el cual los beneficios se repartían, en teoría, a partes iguales.
El acuerdo volvió a renovarse en 1973 por otros 20 años, pero en 1979 irrumpió la Revolución Islámica que devolvió a manos de los iraníes la total soberanía de sus recursos petroleros.
Antes de la Revolución, las relaciones entre Teherán y Washington gozaron de muy buena salud.
Hasta tres presidentes estadounidenses visitaron Irán bajo el mandato del sha: Eisenhower, Nixon y Carter, el último presidente de Estados Unidos hasta la fecha que ha visitado el país del golfo Pérsico.
Carter celebró con el sha la llegada del año 1978 con una cena de gala, como ilustra la primera foto de esta nota.
Todo cambiaría apenas un año después.
El monarca se vio forzado a abandonar Irán el 16 de enero de 1979, incapaz de contener las protestas que habían azotado las calles durante meses.
Había manifestantes enfrentándose al ejército, huelgas de trabajadores que amenazaban la producción del petróleo (principal fuente de ingresos del gobierno iraní) y los opositores, tanto civiles como religiosos, acusaban a la monarquía de ser un régimen autoritario y corrupto.
La Revolución Islámica de 1979
Apenas dos semanas después de la salida del sha, el líder islámico religioso Rujola Jomeini, que había sido forzado a dejar el país en 1964 por sus críticas al gobierno, vuelve del exilio.
Durante los 15 años que estuvo fuera de Irán, repartidos entre Irak y Francia, el ayatolá y futuro líder supremo censuró vehementemente al régimen monárquico. Lo acusaba de haberse vendido a Estados Unidos, país que al que popularmente acuñó como el “Gran Satán“.
“Jomeini se convirtió progresivamente en un opositor destacado del régimen monárquico y el sentimiento antiamericano puede verse desde el discurso que dio en 1964, pero se hizo más prominente en los 90, durante la aprobación de sanciones de Estados Unidos contra Irán”, cree el doctor Siavush Randjbar-Daemi.
Para Adib-Moghaddam, esa desconfianza hacia Estados Unidos también le sirvió al líder espiritual para, en cierta medida, afianzar el éxito de la Revolución.
“El ayatolá Jomeini canalizó esos sentimientos hacia el proceso revolucionario e hizo de la independencia de Estados Unidos (y de la Unión Soviética) una de las bases mas importantes para el éxito de la República Islámica”.
Tras un referéndum, el 1 de abril de 1979 se declaró la República Islámica de Irán.
El declive de las relaciones entre Estados Unidos e Irán tuvo su punto más álgido en la toma de la embajada estadounidense en Teherán.
En noviembre de 1979, un grupo de manifestantes secuestró a personal y otros ciudadanos estadounidenses que se encontraban en el edificio diplomático. Los rehenes permanecieron recluidos durante 444 días.
Los 52 últimos fueron liberados en enero de 1981, el mismo día en que tomaba posesión del cargo como nuevo presidente de Estados Unidos Ronald Reagan.
Otros seis estadounidenses habían logrado escapar de la embajada haciéndose pasar por un equipo de cineastas, como relató — con dramatización— la película Argo dirigida por Ben Affleck.
Durante la crisis de los rehenes, en abril de 1980, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Irán. Siguen congeladas desde entonces.
Fue tras este grave incidente que se inició también un largo historial de sanciones de Estados Unidos contra Irán.
La estrategia del embargo
Las oleada de sanciones que Trump extendió recientemente contra Irán no son nuevas.
Es un mecanismo clásico de presión que Estados Unidos viene usando contra el país asiático desde los tiempos del presidente Carter.
Carter prohibió las importaciones de petróleo iraní, congeló unos $12 mil millones de dólares en activos iraníes en territorio estadounidense. También suspendió todo intercambio comercial con la República Islámica y los viajes al territorio iraní.
Las sanciones se levantaron cuando Irán liberó a los rehenes, pero en los años (y presidentes) sucesivos llegaron más.
Declarado bajo la presidencia de Reagan como un estado patrocinador del terrorismo, Washington volvió a imponer sanciones contra Irán.
Estados Unidos se opuso a que Irán recibiese préstamos internacionales y prohibió la importación de algunos productos iraníes, entre ellos los llamados de “doble uso” (aquellos que, como la tecnología, pueden destinarse tanto a uso civil como militar o incluso nuclear).
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Durante la administración Reagan, Estados Unidos también apoyó a Saddam Hussein en la guerra que enfrentó a Irak con Irán (1980-1988).
Esto empeoró especialmente la visión de los iraníes sobre los estadounidenses, cree el profesor Arshin Adib-Moghaddam.
“El apoyo de Estados Unidos a Saddam Hussein (…) es probablemente percibido incluso como más traicionero que el golpe (de Estado). Permitió a Saddam Hussein usar armas químicas contra los iraníes y su propia población, lo que llevó la campaña genocida de Anfal que mató a miles de kurdos en minutos”.
Las cosas no mejoraron en la presidencia de George H. W. Bush, quien también aprobó sanciones contra el régimen iraní, pero hasta las sanciones aprobadas por la administración Trump, las que más daño hicieron a Irán fueron las de Bill Clinton, según el profesor Randjbar-Daemi.
“Incluso entonces los iraníes podían operar con algo de su petróleo y sus activos pero ahora (tras las sanciones de Clinton) funcionarios del gobierno iraní aseguran que la situación es insostenible”, recuerda.
Clinton prohibió cualquier participación de empresas americanas en la industria petrolera iraní, inversiones de capital en Irán y limitó al mínimo el intercambio comercial entre ambos países bajo el pretexto de que Teherán trabajaba en la fabricación de armas de destrucción masiva.
Llegaron más sanciones con George W. Bush, con Barack Obama y obviamente con Trump.
En 2015, bajo la administración de Obama, se firmó un trascendental acuerdo nuclear entre Irán y seis potencias mundiales -Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania- tras arduas negociaciones que duraron cerca de dos años.
Irán se comprometió a parar su programa nuclear a cambio de la eliminación de sanciones.
Trump decidió romper ese acuerdo en mayo de 2018.
Los efectos de las sanciones se sienten ya en la economía del país asiático.
El Fondo Monetario Internacional situó la contracción de la economía iraní en 2017 en el 3,9%, muy por encima del 1,9% previsto. En 2019 la situación fue menos halagüeña.
Todo este listado de sanciones es para Siavush Randjbar-Daemi el verdadero motivo de las hostilidades entre iraníes y estadounidenses, pero rechaza usar el término odio y recuerda que hay tres millones de iraníes exiliados en Estados Unidos, por lo que el contacto con el país es continuo.
“Muchas familias en Irán tienen a algún miembro de su familia viviendo en Estados Unidos así que el odio y los enfrentamientos son más para las altas esferas”, concluye.
Comparte una idea similar Arshin Adib-Moghaddam.
“La competencia es geopolítica, parcialmente magnificada por actores regionales como Israel y Arabia Saudita, que desconfían del poder regional de Irán”, asevera.
*Esta nota fue publicada originalmente el 1 de julio con motivo de las tensiones en el estrecho de Ormuz, y actualizada ahora con la muerte del general Qasem Soleimani en un ataque de Estados Unidos.
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